La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
En el horno. Por Pepe Eliaschev. |
Como si fuera ardiente lava volcánica, la sociedad argentina parece inundada por torrentes de semen. Así, al menos, lo proclaman “los medios”. El episodio de Río Cuarto ratifica la fervorosa adhesión de una aparentemente gran mayoría de connacionales al pastoso chapoteo en las profundidades más truculentas de la degradación.
Se naturaliza lo revulsivo con un ánimo y –sobre todo– una curiosidad de voyeurs desaforados. A cualquier hora y en no importa qué circunstancia, “los medios” se regodean con especulaciones sobre dilatación anal y las características diferenciadas de las variadas poluciones seminales de caballeros orgullosos de un admitido cinismo moral.
Tanto sea a las diez de la mañana como a las dos de la tarde, desde la radio y la televisión se analiza con fruición qué nivel orgásmico puede alcanzar una señora de unos 50 años si su compañero de lecho la asfixia mientras la penetra por las vías menos convencionales.
Natural, todo es natural: semen, sexo anal, fiestas con intercambio de socios, sorteo de acompañantes, tríos e incluso cuartetos embebidos en la tarea de excitarse con procedimientos heterodoxos.
Río Cuarto, invadida esta semana por la grosería qualunquista y sin límites de “los medios” porteños, es a estas horas el centro que hipnotiza a la chusma argentina. Todos quieren saber con cuántos hombres era capaz de estar, a la vez, la desafortunada mujer muerta.
Conductores y columnistas de noticieros y programas de verborrea imparable, peroran a toda hora sobre la capacidad identificatoria que tiene un rastro de semen. Así estamos: los restos sangrientos de una noche supuestamente arrasada por la pasión devienen ahora en retazos de una sopa amarga, a la que nadie le hace ascos.
La desangelada contemporaneidad argentina se muestra magnéticamente atrapada en los recovecos de un folletín que parece demasiado perfecto como para tomar distancias de él de manera digna pero firme. Nadie quiere hacerlo, ¿cómo podrían? ¿Cornudo y vengador? ¿Frío e irresponsable? Un hombre insoportablemente impávido no parece reaccionar ante el acoso de “los medios”, ese dispositivo habitualmente aborrecible y sin escrúpulos para el que las consideraciones de buen gusto, prudencia, serenidad y respeto a la privacidad son objetos arcaicos, inútiles y –además– perfectamente negativos.
Lo contrario es lo que vale: la crudeza disfrazada de transparencia, la brutalidad más chata como mero simulacro de lo que se quiere exhibir como falta de eufemismo, la frescura impávida ante hechos repulsivos, presentada como parte del “deber” de los periodistas.
Después de todo, ¿por qué no describimos a partir de ahora los estertores de personas torturadas. ¿Por qué no detallamos la metodología con que se consuman las violaciones de mujeres?
Si el tenebroso asesinato de Río Cuarto amerita tanta cháchara sobre el semen de los varones que aquella noche habrían pasado por la residencia de Villa Golf, ¿por qué no comenzar a debatir si las mujeres violadas alcanzan el orgasmo?
En el actual batifondo sin valores, ¿los medios no deberían comenzar a brindarnos, de una buena vez, detallados relatos sobre las performances más tortuosas de la barbarie corriente? Después de todo, ¿por qué no habrían de hacerlo?
Satisfecha y hasta pipona con su modernidad, la Argentina es hoy una sociedad de gente que se siente libre y, sobre todo, resuelta a rechazar toda hipocresía. Al semen, semen, a las relaciones anales, relaciones anales, a la trampa, trampa, al relativismo moral, lo mismo, dale que va.
En su informe anual, conocido la semana pasada, Gallup International aseguraba que, si bien “la corrupción endémica es uno de los mayores impedimentos para la estabilidad y el desarrollo de muchos países pobres que podrían, en otras condiciones, estar más cerca y con mayores esperanzas en las actuales tendencias internacionales (desarrollo de la tecnología de la información, moratoria de la deuda de las naciones en desarrollo y globalización económica) (…) mucho más costoso es el efecto de la corrupción en los residentes de estos países, porque disminuye su fe en los gobernantes, reduce su incentivo de trabajar intensamente, haciendo que los esfuerzos de emprendedores y de un mayor compromiso cívico sean menos probables”.
Concluye: la corrupción les roba la sensación de que pueden controlar sus propios destinos.
La Encuesta Mundial Gallup se hizo en 101 países y abarcó muchas áreas. Su Index 2006 se calcula a partir de dos preguntas simples; (1) ¿está muy diseminada la corrupción en el gobierno de su país?, (2) ¿la corrupción es muy extendida en las empresas ubicadas en su país?
Los resultados van del número uno para Finlandia (“puede definírsela como una sociedad modelo en términos de la confianza de su habitantes en sus instituciones”), al último lugar, en manos de Lituania, una ex república soviética del Báltico.
De las nueve naciones percibidas por sus propios pueblos como las más corruptas (Lituania, Polonia, Líbano, Tailandia, Camerún, Ucrania, Rusia, Rumania y Marruecos), cinco formaban parte hasta hace pocos años del llamado “socialismo realmente existente”. En el sentido opuesto, el de la virtud, el grupo de las naciones vistas como nada, o menos, corruptas, se ubican Finlandia, Dinamarca, Nueva Zelanda, Singapur, Arabia Saudita, Reino Unido, Noruega, Suiza, Australia y Suecia.
Los resultados se basan en entrevistas hechas a grupos nacionales de aproximadamente 1.000 adultos, seleccionados al azar en cada uno de los 101 países estudiados en 2005 y 2006. Gallup, que asegura que, con un 95 por ciento de certidumbre, el error máximo atribuible al muestreo es de más o menos tres puntos porcentuales, estudia la conducta humana desde hace más de setenta años. Trabajan para la organización 2.000 de los principales cientistas mundiales en management, economía, psicología y sociología, contratados en sus 40 oficinas en todo el mundo.
El Index 2006 de corrupción reveló que, con el puesto número 13 en el mundo, Uruguay es considerada como la sociedad menos corrupta de Latinoamérica, Brasil aparece en el puesto número 41, México en el número 48 y la Argentina en el número 69, superando sólo a Paraguay, Perú, Ecuador y Panamá.
Además de la sabrosa y brutal revelación (Finlandia-Botnia el menos corrupto de los países del mundo, Uruguay-Fray Bentos el más honesto de América latina), la radiografía converge con las conclusiones que va exhibiendo el nuevo culebrón sexual argentino. Es un hecho, estamos en el horno.