La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Una feroz guerra de narcos se expande por la Capital. Por Rolando Barbano. |
Hay dos bandas enfrentadas por el negocio de la distribución de cocaína. Sus líderes son peruanos, asentados en una villa del Bajo Flores. Llevan años peleándose a los tiros. Y ahora los ajustes de cuentas llegan a Palermo, Boedo y Almagro. Las trabas que complicaron la investigación judicial.
Esa mañana la guerra iba a llegar a Palermo, aunque sólo unos pocos iniciados lo sabían. El peruano Ángel Rojas Palacios (46) no era uno de ellos, y por eso no tomó precauciones al salir del edificio tomado donde vivía. Despreocupado, empezó a caminar por avenida Córdoba, ayudado por la muleta plateada que lo acompañaba desde que alguien lo obligó a bajar de un segundo piso por la ventana. Igual se las arreglaba para cargar un enigmático maletín, sin siquiera imaginar que iba rumbo a una cita con tres balas de plomo.
Un joven de raza negra, tal vez su entregador, lo acompañaba. Juntos llegaron hasta Salguero y Cabrera, a unas diez cuadras del shopping Alto Palermo, donde se encontraron con un hombre. Hablaron unas palabras y, de golpe, el desconocido sacó un arma y le disparó tres veces a "Nana", como llamaban a Rojas Palacios. El sicario enseguida tomó el maletín, subió a una moto conducida por un cómplice, y huyó hacia avenida Santa Fe. El negro se dio vuelta y desapareció.
Eran las 10.40 del 9 de noviembre. "Le mataron a Ángel", gritó una mujer en la habitación 26 del edificio tomado donde vivía la víctima, nada menos que el ex Sanatorio Del Valle (Córdoba 3361). Erika, la novia de 29 años que tenía "Nana", escuchó la noticia y salió corriendo hacia el lugar del crimen. Al llegar, reveló a la Policía la trama oculta de una pelea entre narcos que salió de la villa 1-11-14 del Bajo Flores para extenderse por la Ciudad.
Erika contó que, cinco meses antes, un hermano del "Nana" llamado Segundo Rojas Palacios (52) había entrado al ex Sanatorio Del Valle con un grupo armado y había echado a su regente, un narco conocido como Andrés. "Empezaron a vender drogas en el lugar", agregó en la causa 12.382/06, a cargo del fiscal Eduardo Cubría.
La revancha llegó pronto y también fue protagonizada por narcos, según consta en otra causa, la 10735/06: el 13 de septiembre, Segundo Rojas Palacios fue asesinado de siete balazos en la calle por cuatro sicarios, que lo cruzaron de noche en Estados Unidos y Urquiza, pleno Boedo. "Nana" prometió vengar su sangre, ir hasta Lima si hacía falta. Pero las tres balas fueron más rápidas.
La lucha por ese territorio que no se ve quedó a la vista, a pesar del esfuerzo silencioso de algunos por ocultar que los enfrentamientos se repiten desde 1999, que el trasfondo y los protagonistas son casi siempre los mismos y que los muertos que ellos matan ya suman más de quince. Quizá por eso sus espacios, esos donde el Estado parece no estar, no paran de crecer.
"Hay graves hechos criminales en los que se enfrentan diversas bandas por el dominio del territorio y que han desatado una violencia sin igual, ante la desidia, omisión y fracaso de la inteligencia y prevención que les corresponde a las autoridades respectivas, o tal vez su participación", señala una denuncia presentada esta semana por dos fiscales (ver página 37):
"Las fuerzas de seguridad han dejado el control de varios territorios en manos de estos grupos, que se manejan con total impunidad, como lo hace la mafia", agrega. "Los hechos se desarrollan en los barrios 1-11-14, Barrio Rivadavia I y II y ahora se han extendido a otras zonas, como Palermo, Once, Boedo y Almagro".
Los primeros antecedentes se remontan a 1997, cuando tres peruanos llegaron desde Lima a la villa 1-11-14 con sus familias. Eran Marco Antonio Estrada González ("Marcos"), su amigo Alionzo Rutillo Ramos Mariños ("Ruti") y el hermano de éste, Esidio Teobaldo Ramos Mariños ("Meteoro"). El pasado los unía: los tres habrían sido soldados de la organización guerrillera Sendero Luminoso, allá en Perú.
El 12 de febrero de 1999, el también peruano Julio Chamorro Revollar se dio cuenta de que los recién llegados habían aprendido a manejarse. El hombre, señalado en la causa 16.011/99 como jefe narco de la 1-11-14, descansaba en la "canchita de los paraguayos" tras un partido de fútbol cuando apareció un grupo de sicarios. Sin decir palabra, lo fusilaron a él y a dos compañeros. El poder cambió de manos.
Los tres peruanos fueron señalados como autores del ataque y a "Marcos" le dictaron orden de captura, pero a último momento un testigo clave se presentó en Tribunales y se desdijo. Lo acompañaba la esposa del acusado.
La jueza Silvia Ramond no pudo probarles nada, pero de su investigación surgieron indicios sobre las verdaderas actividades del grupo, que derivaron en una investigación del fuero federal. Así se supo que "Ruti", "Meteoro" y "Marcos" hacían base en un pool de la villa, donde se los veía siempre armados y hablando por celular. "Va un cargamento de 24 kilos", se los grabó en una escucha."¿Podés traer el polvito?", preguntaban en otra. "Por ese camino no hay pasada. Ya salieron de Lima", decían. "La otra vez te dejé catorce mil dólares, ¿tú que piensas que esto es vender pan?".
En la causa se probó que el grupo traía droga desde Perú por medio de "mulas" con cápsulas de cocaína ingeridas. La distribución en Capital Federal era el paso siguiente. Por eso, en 2001 los detuvieron y terminaron condenados por "asociación ilícita". De nada sirvió que alegaran ser humildes puesteros de la feria de La Salada, tal como tiempo después harían "Nana" y Segundo Rojas Palacios. Por el contrario, sólo despertaron sospechas de que ahí es donde lavan su dinero.
Presos los tres peruanos de la 1-11-14, la organización igual siguió facturando. Distintas causas judiciales señalan que Silvana, mujer de "Marcos", quedó al frente del negocio junto a su suegra. Un hermano se encargó de una ramificación y un sobrino pasó a manejar la seguridad, con un grupo de "perros" (soldados) a cargo. Cada uno recibiría un "salario" de 30 a 60 pesos al día.
El sistema se hizo cada vez más sofisticado. Dos agencias de remís de la villa empezaron a encargarse de llevar y traer droga y también de trasladar clientes. Es que al lugar, de noche, no se puede entrar con facilidad: hay un muro que separa ciertos sectores, donde los "soldados" montan guardia 24 horas y se comunican con sistemas de timbres.
Los que quedaron afuera sufrieron las consecuencias desde el principio. El 4 de mayo de 2004, "Peluchín" —uno de los soldados más duros de "Marcos"— fue a casa de Liliana Asencio Pérez y le exigió que sumara su remisería al sistema de distribución. La mujer se negó y, enseguida, un grupo de "perros" disparó 17 balas contra su local.
A mediados de 2004, "Marcos" y "Meteoro" salieron en libertad tras cumplir tres años y dos meses de condena, mientras que "Ruti" debió quedarse adentro un tiempo más porque lo habían atrapado con un documento falso. Ya nada sería igual.
"Marcos" decidió quedarse con todo el negocio, cosa que habría logrado mezclando terror con beneficencia en el barrio. "Meteoro" tuvo que recluirse en la villa 31 bis, en Retiro, lugar donde esperó a que saliera libre "Ruti".
Las consecuencias de la ruptura societaria empezaron a verse enseguida. Sara G. P., dueña de un kiosco y locutorio de la zona, fue una de las primeras en notarlas. La mujer manejaba uno de los puntos más redituables de venta de cocaína del Bajo Flores, suficiente —según la causa 46.164/04— para permitirle tener un auto con chofer y una casa de dos pisos, hasta que la marcaron.
Adrián Martín, amigo de un hijo de Sara, murió baleado. Al tiempo, la mujer se presentó en la fiscalía 31 y denunció que unos días antes, el 4 de agosto de 2004, personal de la comisaría 38ª y de la División Homicidios le habían pedido 50.000 pesos para no culparla por el crimen.
La respuesta fue un allanamiento en su locutorio, donde se secuestraron 142 envoltorios de cocaína y una pistola 9 milímetros. Ni una prueba la vinculó al crimen, aunque tampoco avanzó la causa en su contra por drogas.
El tema no terminó ahí. Ya en tiempo de revanchas, el 6 de agosto de 2005 tres peruanos entraron a su kiosco, la amenazaron a Sara y a su familia y les robaron plata que no se hace con la recaudación del día: 10.000 pesos. Julio César, hijo mayor de la mujer, corrió a los asaltantes y se ganó un balazo que lo hizo caer muerto en medio de la calle. Dos de los ladrones, los hermanos Soto Trinidad, terminaron presos.
Para entonces, "Ruti" ya estaba otra vez en las calles. El 10 de septiembre de 2005, Moisés Abdala lo supo de la peor manera. Iba a comer un asado en la 1-11-14 cuando, en Camilo Torres y Bonorino, recibió un disparo letal al quedar en medio de un tiroteo entre "Peluchín" —alineado con "Marcos"— y sus ex socios.
El estallido se acercaba. A fines de octubre, en una causa por drogas tramitada por el fiscal Alberto Gentili, se registraron escuchas entre dos mujeres. "Ruti va a venir a matar a Marcos", decían. Nadie hizo nada.
Así, el 29 de octubre de 2005, un equipo de "perros" llegó a la 1-11-14 desde la villa 31 bis. Dispuestos en abanico, esperaron a que la procesión del "Señor de los Milagros" —una tradición peruana— entrara con 500 personas por calle Bonorino y abrieron fuego. Mataron a cinco, incluido un bebé de siete meses. Una mujer recibió doce tiros, pero sobrevivió para señalar a "Ruti" como su agresor.
Alertado, "Marcos" no estaba esa tarde en la villa. Preparaba ya su venganza: el 9 de diciembre, apareció estrangulado Alex Rodríguez Meléndez, un remisero de "Ruti" que se había infiltrado en la organización rival y ayudó a huir a su jefe tras el ataque.
El propio "Ruti" sufrió un atentado poco después, pero sobrevivió. Y el 2 de marzo se entregó, para ser juzgado por la masacre de la procesión. Su hermano "Meteoro" tuvo menos suerte: el 6 de abril lo mataron en la 31 bis.
"Marcos" quedó como capo, pero las cosas no se calmaron. "Peluchín" habría decidido abrir su propia "pyme", según datos recogidos por la Fiscalía de Pompeya, para lo que se habría aliado con dos grupos del vecino barrio Rivadavia: "Los Pibes Chorros" y "Los Quebrados". El problema fue que a otra banda, una familia paraguaya conocida como "Los Soliz", se le ocurrió lo mismo.
A principios de octubre, alguien asaltó a una chica de los Soliz. Sus hermanos culparon a un joven apodado "Mukenio", salieron a buscarlo y, el 16 de octubre, creyeron encontrarlo. Le dispararon sin saber que se habían equivocado: mataron a otra persona, Brian Viggiano, e hirieron a su amigo Jonathan Díaz.
La banda de Brian explotó. Aliados con "Peluchín", entraron esa noche al barrio y, según constancias judiciales, se tirotearon 40 minutos con "Los Soliz" y con un grupo de barrabravas que éstos habían contratado como protección. Hubo un solo detenido.
Enterados de su error, "Los Soliz" ubicaron la casa del verdadero "Mukenio", en el Rivadavia II, y al otro día la coparon. Entraron, amenazaron a su mujer y le pusieron un revólver en la cabeza a su bebé de dos años, pero no lo encontraron. La madre del "buscado" los corrió y se topó con algo que la dejó helada, según declaró el 2 de noviembre ante el fiscal Marcelo Roma: los vio hablando con policías de un patrullero de la comisaría 38ª.
Mientras "Mukenio" era buscado, en Boedo y Palermo asesinaban a los Rojas Palacios. En Once, Wilder Micha Bazán era asesinado dentro de un restorán peruano por vendedores de droga. "Peluchín" era detenido en la Boca por "tenencia de armas" y en su casa se hallaban 300 cápsulas de cocaína y a dos hombres con tatuajes de Sendero Luminoso. Eso sí, nadie reconoce oficialmente que haya una guerra.