La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Medialunas de Atalaya. Por Oberdán Rocamora. |
QUIRÓFANO III: Debe investigarse a López, la víctima, pero también a los que investigan.
ATALAYA, MAGDALENA - LOS HORNOS, LA PLATA (de nuestro enviado especial, Oberdán Rocamora).- Es necesario, para entender algo más, investigar a la víctima. Lo recomienda cualquier manual básico. Desde Agatha Christie, hasta Isidro Parodi, maestro sintetizador de Borges y de Bioy Casares.
Pregonar lo contrario es un atropello discepoliano. A la razón. Sólo puede sostenerlo la inocencia del progresismo, con su sustancial hipocresía metodológica. Porque, sin decirlo, a la víctima, siempre, se la investiga igual. Por lo tanto, si se opta por desconocer los pasos de J. J. López, debe asumirse el riesgo de no entender nada. O ser instrumento, en el quirófano, de cualquier operación.
Las medialunas
Para los porteños, Atalaya es una palabra que suele asociarse a las medialunas. Las del clásico parador, una pausa del camino hacia Mar del Plata. Situado en las vísperas de Chascomús. Sin embargo Atalaya es una Delegación Municipal, del partido –costero- de Magdalena.
Es altamente probable que Jorge Julio López, desde su casa de Los Hornos, con jogging y borceguíes, y con algunos dólares, se haya dirigido hacia Atalaya. Por ahí, indica El Contacto, el Sabio Sombrío, López tenía amigos. Sobre todo uno, D. Su apellido se mantiene, por ahora, en reserva.
A D, el de Atalaya, la policía debió llegar, precisamente, a partir de la brusquedad de cierto procedimiento violento. Con un apriete, de los que desecharía el doctor Zaffaroni. Que se le proporcionara a otro previo eslabón. A C. De otro barrio es C, muy próximo a Los Hornos, La Plata.
Lo importante es destacar que, según nuestras fuentes, C es alguien que registró algún paso como suboficial de la policía. Que C pasó por la caminera de Chascomús. Y que fue exonerado por alguna irregularidad, demasiado habitual. Una cometa. Entonces relación con Los Patas Negras, eso sí, el tal C aún tiene. Aunque podría decirse también “tuvo”.
Por otra parte, nuestras fuentes aseguran que C mantuvo, con J.J.López, por si no bastara, una relación, digamos, política. Fue iniciada durante aquellos tiempos memorables, de la Unidad Básica, “de combate”, Juan Pablo Mestre. Es decir, el apretado C, junto al desaparecido J.J.López, al menos, de manera indirecta, mantuvieron alguna saludable vinculación compartida. Entre la inquietud renovadora, que presenta la acción política. Con la noción aseguradora de cierto orden, que implica la vocación policial.
Las novias blancas
Téngase en cuenta que, en la Argentina del Quirófano, suele asistirse a una sucesión interminable de operaciones. Indefinidas consecuencias de malditas conspiraciones internas. Divisiones reconciliables que perfectamente pueden volver a confrontar. Matizadas, para colmo, por negocios vinculados a ciertas mercaderías de riesgo. Para tratarlas con firme suavidad. Como Antonio Prieto a las novias, tan "blancas y radiantes". Marroquinerías firmes de entrecasa, que pasan por ámbitos colosalmente redituables. Ideales para no tratar, al menos por el momento.
Desde C, por La Plata, los pasos suben hacia D, en el Atalaya. Donde se asegura, incluso, que el Delegado Municipal mantiene una relación, al menos, crispada, con el Intendente. Un honorable radical, Sibetti, al que se sindica como bastante allegado al gobernador Solá.
A propósito, Felipe Solá, el reeleccionista deprimido, debe sentir que se le viene, implacable, la noche. Junto con la fugaz esfumación de J.J. López. Hace falta, acaso, mayor decisión. Una iniciativa que supere el arrebato de financiar inútiles millones de mensajitos de texto. Hacia los celulares de informados, mayoritariamente indiferentes.
Otras fuentes, algo perniciosas, insisten en vincular, a determinado integrante de la Delegación Municipal, también con J.J. López. Por ejemplo indican que persiste un cierto grado de amistad entrañable, justamente, con el titular. Consecuencia de los años de militancia nostálgica en la Unidad Básica, “de combate”, Juan Pablo Mestre.
Conste que el señor Delegado Municipal del Atalaya irradia un respeto que suele confundirse con la temeridad. Un cuadro considerado, en la región, como "un pesado que se la banca". Incluso, rinden culto a su imagen los otros pesados de verdad. Pero no precisamente por consumir sustancias grasas, de comidas rápidas.
Caballos y perros
Para buscar a López, se decidió rastrillar, con enfática ineficacia, la comarca. Con caballos piadosos, en general contabilizados como perlas de cultivo. En quienes debería confiarse más, según nuestras fuentes, es, en cambio, en el olfato elaborado de los perros. Los perros habrían husmeado, con detenida insistencia, en determinada edificación. Por donde, con seguridad, López estuvo. O por lo menos pasó.
Alguna huella del olfato canino se pierde, indican, en las proximidades de la costa. Resulta explicable que se hayan decidido rastrillar, con la misma impiedad, por la zona ribereña. Por ejemplo desde Hudson hasta más allá de Magdalena. Abundan lugares naturalmente ocultos, con cruel aspecto de abandono, los que se forman a partir del río desperdiciado y podrían albergar, incluso, inadvertidamente, hasta a Bin Laden.
Problema para Isidro Parodi
Se considera reaccionario, en el país de los giles, “investigar a la víctima”. Un problema que podría resolver, a carcajadas, Isidro Parodi, la creación compartida de Borges y Bioy. Empero, habrá que aceptar que contrasta, admirablemente, la diferencia de edad, entre las víctimas de aquellos mitificados años setenta.
Por ejemplo el distanciamiento abrumadoramente generacional, entre J.J. López y el resto de aquellos militantes destrozados. O con la edad de los culposos Krupoviesas, los marcadores, delatores compulsivos ya tratados en Quirófano dos. O con la edad de otros, injustamente sospechados, que sobrevivieron.
Aquí despuntan ciertas imputaciones, que el cronista, por orden del Jefe, don Asís, prefiere no transcribir. Conste que López, tenía, en el 76, 47 años. Y que los otros militantes, de la Unidad Básica Mestre “de combate”, tanto los sobrevivientes, como los desaparecidos, rondaban entonces por los 20.
Investigar a los que investigan
Para terminar las medialunas del Atalaya, en el asunto López no sólo debe investigarse, frontalmente, el contexto de la víctima. La extraña atmósfera que conmueve a Luisito Majul, y transmite cierta serenidad a los familiares. Los que aún se aferran, con una incierta esperanza, a la idea que López se encuentra bien. En manos de algún amigo equivocado.
Alguien que de ningún modo siente una estima ideológica por el Comisario Etchecolatz. No deberían estimularse, a esta altura, con explicables ilusiones significativas. En lo concerniente, al menos, a “la aparición con vida”.
Aquel que decida llegar a la verdad debería investigar, aparte, para completarla, a los encargados de investigar a la víctima. Hay policías que avanzan, pero hasta la frontera de una barrera tácita. Y hay otros policías que, según nuestras fuentes, entorpecen. Tal vez por disidencias metodológicas. El ámbito acotado de esta crónica dista ser el escenario ejemplar. Para aventurarse en sutilezas conceptuales de las diferencias “internas”.
Fuente: Jorge Asís Digital