La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Para Verbitsky, Bonafini, Carlotto y Cía. no existe Río Gallegos.

Por Héctor Barabino.

El loco sube a su 4x4 y se cree Dios. El capitán Beto, “amo entre los amos”. (perdón flaco). La Cherokee es su ser y su verdad. Sin ella es casi nada. Apenas existe. Por eso cada vez que se posa ante sus ojos con su gris metalizado, su impecable polarizado y su poderosa tracción siente que monta a una yegua pura sangre de exposición. "Para eso me rompí bien el traste viejo” se dice a si mismo cada vez que la disfruta.

Era la noche del retorno de los Kirchner a Río Gallegos después de una larga y abandónica ausencia, contrariados con la histórica rebelión de sus comprovincianos que no solo protestaron, se quejaron, y patalearon sin miedo ni pudor, sino que permitieron que los medios nacionales ventilaran al mundo los trapos sucios de la casa de los Kirchner.

Daniel Varizat Sale del Costa Río para ir al Boxing para verlos y escucharlos. Junto a él caminan, su jefe, Armando Traba presidente de Fomicruz. Los periodistas "El chopo" Pérez y "el flaco" Roncich del diario El Patagónico propiedad de Cristóbal López, dueño de Casino Club y de empresas petroleras que ganan licitaciones en Santa Cruz, y de otros tantos negocios vinculados al poder. Y un misterioso quinto pasajero cuya identidad permanece cuidadosamente desconocida.

La manifestación de estatales organizada prudentemente con 4 horas de antelación con relación al acto oficial de los Kirchner se dispone a transitar los últimos tramos de su recorrido. Desde Zapiola, retoma la Avda. San Martín, para desconcentrarse frente al mástil mayor. Querían hacerle ver una vez más al presidente y a su esposa, que nada había cambiado desde que comenzaron las primeras expresiones de queja de un pueblo que se sentía abandonado y maltratado por sus acciones y las de sus delegados.

Varizat ve llegar a los manifestantes. Su camioneta estacionada del otro lado del cantero de la avenida se le aparece en otra dimensión de tiempo y espacio. Inalcanzable. El ex ministro, ex diputado, ex senador, ex subsecretario de la nación, eterno ex, y siempre amigo de Kirchner, metaboliza el pánico y de pronto se siente fuerte, invencible, impune otra vez. Vuelve a su estado natural.

Dirige su mirada desafiante hacia la decena de rostros impávidos que se le acercan sin comprender que hacía allí el hombre que para ellos encarna el mal de todos sus males. El provocador, necio, inconsciente, irresponsable, que llevó al extremo del desquicio un planteo gremial que solo se arreglaba con diálogo y un par de puntos de retoque al sobreabundado presupuesto provincial.

Pero allí estaba. Era el mismo Daniel Varizat. El hombre que se fue del cargo sin aprender a deletrear el vocablo "remunerativo" que insidia en trocar por " renumerativo ". El que ante el más descomunal de los planteos sociales siempre daba la misma respuesta: "opositores", "son todos opositores", exhalaba en un tono cordobés dramatizado que irritaba aún mas los ánimos de los reclamantes.

Sin detener su paso mientras cruza la calle, Varizat activa el comando a distancia que libera los seguros de las puertas de su 4x4 y con un rápido movimiento se zambulle en su interior esquivando cuerpos y escupitajos. Lo mismo hacen sus compañeros que no entienden porqué, ni como, ni cuando, el destino los embarcó en semejante enredo.

Con sus ocupantes seguros en sus butacas La Cherokee comienza a rugir como un animal rabioso. Varizat hubiera preferido que por un segundo su nave fuera un helicóptero que lo catapultara hacia las alturas para ver la escena desde arriba y desde allí, con su habitual sonrisa sarcástica, hacerle Fuck you a la multitud desde lo mas alto de su soberbia y su odio a los estatales.

Pero No. Permanecía a ras del suelo y los que lo incordiaban continuaban allí, golpeando ollas y pateándolo. Recordándole su pasado, su presente y su futuro. Daniel Varizat no habla. Gesticula tenso. Lleva el índice de su mano izquierda hacia su nariz sacudiéndola con movimientos rápidos como quien huele mierda. Las siluetas que se interponen a su paso enardecen. Mueven la boca, los brazos, le clavan los ojos indignados.

Sus acompañantes no entienden demasiado lo que pasa pero intuyen lo que puede pasar. No reaccionan. No hacen nada para sacar del trance al dueño del volante. La mano desciende y acaricia el cambio. Los pies posados sobre el embrague y el acelerador esperan órdenes. Se le representan imágenes.

La del loco del camión que quiso matar a su amigo el presidente. La del trabajador municipal que se destrozó solo el pie con una barreta. Las molotov en el Rocha, y en el auto de la ADOSAC. Los que están en la carpa frente a casa de gobierno que siempre le gritan cosas que él siempre responde. Como si fuera a morir su cabeza le proyecta un Trhiller de sus últimas aventuras.

La camioneta comienza a desplazarse lentamente y con alguna dificultad. Los manifestantes perciben sus intenciones y se van abriendo paso hacia los costados a medida que la máquina avanza. Lo hacen a destiempo, desordenadamente, nerviosamente. Sus pies retroceden pero sin embargo Varizat está cada vez mas cerca. Casi encima de ellos.

Las luces de la Cherokee encandilan, el motor ensordece, y la mole no se detiene. Da saltos hacia adelante y hacia los costados. Parece un caballo desbocado impulsado por un diablo invisible y juguetón. Enormes neumáticos traccionan huesos, carne, sangre. Devoran muñecos que van desapareciendo de la superficie en medio de gritos de espanto y voces que imploran. Deseos de detener el tiempo. Es más razonable que intentar frenar a un criminal lanzado en su acción devastadora.

Fatídica noche de San Fermín bajo un cielo transparente y estrellado.

A pocas cuadras de allí, el Polideportivo del Boxing vomita fuego de colores alegres por la vuelta de los Kirchner a su tierra. Y los borrachos de la matanza se pelean con los de la barra brava de Independiente, y los de Ituzaingó que vinieron en un Hércules con los de Rudy que a la vez lidian con los de Luz y Fuerza de Comodoro, y Cristina llamando a la paz y el amor "porque no se puede construir en base al odio y la violencia. ... y ...." pontifica con su índice implacable apuntando a todos.

En ese mismo instante una tonelada de hierro y caucho pasa por encima de Susana Guillarmaz y le destroza las costillas y le agujerea los pulmones. Y escupe sangre. Y el Polideportivo vomita fuego de colores. Y a Cristina Coronel la Cherokke trituradora del funcional asesino Varizat le destroza la pelvis. Y el polideportivo explota de euforia.

Cuerpos tirados. Gente que se pliega sobre ellos, y una sensación de incredulidad y ficción sobrevuela el asfalto.

La 4x4 sale disparada hacia adelante como un pin ball y Varizat siente que hizo justicia. Que se liberó de las hordas que lo querían linchar como denunció más tarde ante el oficial de policía que le tomó la denuncia. Algo por el estilo testimoniaron sus compañeros de viaje Armando Traba, Pérez, y Roncich. "La camioneta era muy alta y se confundían los cuerpos que estaban de pie con los que se hundían bajo las ruedas " .

“Sintió algo” dijo la defensora Paula Ludueña y por eso frenó, y luego volvió a rodar. El quinto pasajero quizás habló pero no se sabe qué dijo porque tampoco se sabe quien es. Y para colmo las 4x4 no tienen cajas negras como tienen los aviones.

En un primer momento se pensó en Raúl Coppeti, el contador del feudo. También se sospechó de Lázaro Baez, el constructor del Feudo. Otros dijeron sin dudarlo que el quinto pasajero, el de la derecha, en el asiento de atrás era el presidente de CONARPESA la pesquera del feudo.

Ahora andan diciendo que se trata de un consultor de apellido Godoy, que fue vocero de De la Rúa y ahora trabaja para Macri, y que el muy infiel también le reporta a Kirchner. Es probable. El hermetismo alrededor del quinto pasajero justifica todas las sospechas.

Por eso también se elucubra que bien podría tratarse de Hebe de Bonafini, aunque esto fue desmentido porque dicen que en ese momento ella estaba con Cristina en Ciudad Oculta inaugurando un barrio de las Madres.

También se señalan otros nombres cercanos al gobierno como Estela Carlotto, o el periodista Horacio Verbitsky, o Alberto Marucco Secretario de Derechos humanos de la Provincia. Cualquiera de ellos pudo haber estado esa noche allí compartiendo asiento con Varizat. Pero parece que ninguno de ellos estuvo. Aunque queda la duda, por lo menos hasta que no aparezca el quinto pasajero y cuente lo que vio.

La Jueza escribió que no fue intento de homicidio y la abogada defensora de los pobres ausentes e incapaces y de Varizat argumentó que su defendido reaccionó porque lo hostigaron. Que lástima que los compañeros de Varizat no recuerden bien las cosas, vaya a saber que se les representó a ellos.

Por eso es importante el quinto pasajero. Porque tal vez él sí vio todo. Porque iba en el asiento de atrás, a la derecha, pegado al cordón, es decir tenia una buena panorámica. Pero vaya uno a saber de quien se trata el quinto pasajero. A lo mejor él también sufre de estrés pos traumático como la mayoría de los testigos de la masacre de esa noche.

Aunque Varizat y sus tres amigos hasta el momento no dan signos de ningún trauma. Ni siguiera complejos de culpa. Cuentan que duermen bien por las noches y juran que Daniel tuvo los reflejos y la prudencia suficiente como para salir de una situación embarazosa y que gracias a él están vivos para contarla.

No corrió la misma suerte Cristina Coronel porque su proceso de rehabilitación le va a demandar alrededor de un año. Lo mismo que Susana Guillermáz. Pero Cristina está peor porque como si fuera poco el atropello, encima es una de las afiliadas peronistas a las que le falsificaron la firma en un aval para el sublema del candidato a Intendente por el Frente para la Victoria Raúl Cantin.

Por eso es imperioso que Las Madres, las Abuelas, las fundadoras y las otras, Verbitsky, Luis Dhualde, Miguel Bonasso, se interesen. Aunque no hayan estado esa noche en Río Gallegos.

Porque en Santa Cruz -la provincia del Presidente- un 17 de Agosto se violaron los derechos humanos, y casi matan a personas, y fueron funcionarios y políticos los que lo hicieron. Y así hubieran sido gente común, ciudadanos de a pie y no encaramados en fastuosas 4x4, a los que violan los derechos humanos hay que denunciarlos. Y enjuiciarlos y castigarlos.

Seguramente hay muchos testigos dispuestos a contarles lo que hizo Varizat y quienes lo acompañaban. Quien esto escribe también estuvo. No vi todo porque en ese momento me encontraba sobre la vereda lindante con el estacionamiento municipal junto a Mónica, una amiga, y su hijita de 10 años que lloraba desconsoladamente y tiritaba de miedo. Pero igual puedo aportarles datos que pueden ser valiosos.

Por eso escribo estas líneas. Es importante que se sepa cuanto deba saberse para que se haga justicia de verdad. Y que se entere mucha gente, sobre todo quienes militan en organizaciones defensoras de los Derechos Humanos.

Fuente: OPI Santa Cruz

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