
La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.
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Tribus Urbanas.
Por Aníbal D'Angelo Rodríguez.
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Uno de los fenómenos centrales de la crisis actual es el crecimiento canceroso de las ciudades. Que tiene numerosas causas, entre las cuales hay una que suele olvidarse o menospreciarse. Ella es la invasión del mundo de la cultura por el principio del lucro propio de las sociedades liberal-capitalistas. Así como todo se compra y se vende, así como todo se convierte en un negocio, desde la muerte (sobre todo la abortiva) hasta el deporte, la construcción y planificación de las ciudades está -en casi todo el mundo- en manos de los mercaderes.
Es cierto que algunas ciudades han adoptado Códigos e instalado inspectores para paliar la situación. En mi opinión llegan con atraso. Tarde o temprano los alcanzará el caos urbano. La prueba evidente está en Paris y en sus premonitorias batallas callejeras.
Nada digamos sobre la extensión y gravedad del problema en el mundo pobre. Allí no hay normas (y si las hay, se saltean fácilmente) ni inspectores (y si los hay, se coimean cómodamente). El resultado es doble: pululan las megalópolis y la vida en ellas se hace cada vez más difícil. Entre otras, porque entre las calles de las ciudades, desde sus edificios, de adentro de sus villas han surgido miles de “tribus urbanas”, muy distintas entre sí pero idénticas en su rechazo de toda tradición, de toda norma.
Hay tres clases de tribus urbanas, pero esta clasificación tripartita esconde infinidad de matices y diferencias. Así debe leerse.
Están primero los ANODINOS. A los cuales se aplica todo lo dicho sobre los participantes de “Gran Hermano”. Reclutados, en general, en la clase media baja. Como se vio con meridiana claridad al aparecer los padres de los granhermanescos, no pueden entusiasmarse sino con el rock y el éxito, que para ellos consiste en pasar de espectadores a actores de televisión. Son, digamos de paso los más ligados a esa TV que es el centro de su vida y la proveedora de su lenguaje.
El segundo tipo de tribu urbana es la de los IDEÓLOGOS. Reclutados en la clase media media (y a veces alta) son alumnos – corrientes o crónicos – de las innúmeras universidades que han crecido como vegetación tropical. Pero no representan, claro, a la totalidad de los educandos en ellas, sino a una fracción muy minoritaria, cuya importancia parece multiplicarse porque han copado los centros estudiantiles con la complicidad de las autoridades y porque cuando se manifiestan por las calles y plazas porteñas hacen mucho ruido, literal y metafóricamente.
A éstos, los entusiasma la “Revolución”, que es ahora vivida como un acontecimiento mixto de política y del talante orgiástico de los conciertos de rock. Esta clase se hubiera extinguido casi totalmente tras el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pero la mantiene viva la persistencia del Geronte del Caribe y el “nuevo socialismo latinoamericano” de Chávez y Evo.
¡Tan poca cosa! Uno podría lamentarse por la desilusión que inexorablemente se llevarán, pero no hay por qué: son inmunes a la realidad, por muchas derrotas que les traiga. Para ellas siempre tienen una explicación convincente, armada con la herramienta ideológica.
El tercer y último tipo de tribu urbana está constituido por los MARGINALES. Típico fenómeno de las megalópolis actuales y una de las muestras flagrantes del fracaso del capitalismo liberal. Se reclutan entre los “lumpen”, o sea un escalón más abajo del proletariado, entre los desocupados, entre los inmigrantes no asimilados ni asimilables.
Hace poco su jefe en San Pablo (única ciudad en la que, hasta hoy, están organizados) manifestó que el fenómeno de la marginalidad no tenía remedio mientras subsistan las actuales estructuras políticas y económicas. No estoy muy lejos de concordar con él.
Por eso habrá que aprender a convivir con las tribus que, claro, no contienen a todos los habitantes de las ciudades. Hay también gente “normal”, que tiene que esforzarse para evitar los problemas y riesgos que las tribus generan.
A primera vista, los MARGINALES los más peligrosos porque están en la médula misma del problema de la seguridad, que hoy desvela a todas las clases sociales de la ciudad. Pero yo creo que el riesgo más grave son los ANODINOS, los que con su abulia y su “otredad” (sentirse desvinculados de todos los problemas comunes) son una bomba de tiempo instalada en la suerte de las ciudades de nuestro tiempo. La civilización occidental puede llegar a morir de tedio, ese tedio gris y pegajoso que traería el apogeo de los ANODINOS.
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