La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
¿Mengele aún vive?
Por Gustavo Fernández. |
A quien pudiera resultarle "off topic" reflexiones e investigaciones —como la que ya hemos publicado en AFR Nº 100— sobre el nazismo y sus implicaciones en Sudamérica, sin duda ignora peligrosamente que no se trata de un mero "accidente" sociopolítico alemán que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Tratar de explicar una cosmovisión de la que Hitler fue sólo un instrumento únicamente en función del momento económico que atravesaba el pueblo germano a consecuencia de la Primera Guerra Mundial es poner el carro delante del caballo.
Y estudiarlo en la suposición de que es cosa sólo del pasado sería un error de principiantes. Pero, sobre todo, ignorar las profundas raíces esotéricas de aquél —y, como tal, las componentes que apuntan a señalar confrontaciones espirituales en consonancia con las mundanas— es no haber entendido nada.
Básicamente, el Nazismo expresa una psicología alternativa. Cuando muchos historiadores y sociólogos —formados en una escuela materialista de pensamiento— se preguntan cómo un pueblo con historia de racional y objetivo como el alemán pudo haber caído en las "supersticiones y fanatismos" de la filosofía nacionalsocialista, cometen dos errores de bultos: el primero, creer que se trata sólo de "supersticiones", sin haber profundizado el estudio de éstas.
Si así lo hicieren, descubrirían que son supersticiones sólo en el sentido etimológico de la palabra. "Supérstite": lo que sobrevive. Y en segundo lugar, no advertir que si ese pueblo —pero no sólo ese pueblo— adhirió a él ha sido porque —en un contexto no moral ni inmoral, sino amoral— el sistema tenía una lógica propia. La lógica de una psicología no humana. Si el origen de esta psicología no es humano, entonces debemos preguntarnos cuál es. Y esto compete exclusivamente al Esoterismo.
Por supuesto, ustedes pueden persistir en la creencia de que esta filosofía ha sido sólo una perversión (en el sentido psicológico de la expresión: "desviado de lo correcto"), mentes enfermas y fanáticamente empecinadas en la destrucción de ciertas etnias y sistemas socioeconómicos ajenos. Este es el problema: los enfermos no rescatan a un país de una depresión económica insoslayable. Los perversos suelen ser minoría, no mayoría aplastante. Los alucinados no aplastan militarmente a naciones enteras hasta que se requieran coaliciones internacionales para detenerles.
Thule e Hyperbórea, la conquista del espacio mediante una energía sutil llamada "vril" impulsando a naves sospechosamente parecidas a "platillos volantes", un universo cóncavo, la búsqueda del Santo Grial, la Lanza de Longinus o el Ojo de Khrisna, la supervisión astrológica constante podrían —sólo podrían— ser consideradas conductas erráticas de grupos minoritarios, quizás peligrosos pero no dominantes porque al poder se accede más bien con pactos y conformismos conservadores, adhiriendo al status quo impuesto por el verdadero poder mundano, material, que es el económico, y que opera desde las sombras.
Obsérvese, a la luz de nuestros estudios sobre la trayectoria de los Illuminati —especialmente en los últimos doscientos años, según pone de manifiesto la larga serie de trabajos publicados en "Al Filo de la Realidad" al respecto (1)— que el ascenso filosófico primero, económico después y político finalmente del nazismo es uno de los pocos casos —si no el único— en que se construyó una ingeniería político-económica-espiritual por fuera del cronograma Illuminati. Esto no lo reivindica para nada, ciertamente. Pero demuestra que, sin ser mejor, ni peor, fue algo distinto a lo programado para esta Humanidad. Quién —o qué— decidió orquestar la irrupción de ese "algo distinto" será tema de otros trabajos.
Sirva esto como introducción a algunas investigaciones que hemos de acercarles en esta ocasión. Admitámoslo: el título ha tenido algo de trampa. O tal vez; todo depende de a quién consideremos Mengele ¿El Mengele original? Sin duda, bien muerto y enterrado. Pero, ¿si se hubiera clonado a sí mismo?
Suena cienciaficcionesco poner en manos de los nazis nuestras aún imperfectas técnicas de clonación. Pero sólo es eso: cómo suena. Porque en innumerables campos científicos (desde la aviación y la cohetería al desarrollo biológico) los alemanes, especialmente entre los años 1922 y 1945, estuvieron muy por delante del resto de la humanidad en cuanto a desarrollo científico y técnico. De hecho, convengamos que no habría habido programas espaciales norteamericanos y soviéticos sin la simiente de cerebros alemanes. Y sólo el espionaje y campañas de hostigamiento y destrucción bien planificadas impidieron que el Tercer Reich se hiciera con la energía nuclear antes que el grupo de Los Álamos.
Mengele, esto es sabido, estaba obsesionado con la clonación. Si ustedes han leído la novela "Los niños del Brasil", de Ira Levin —o visto la película protagonizada magníficamente por Gregory Peck— conocerán la historia: Mengele huye de la caída de Alemania por la "ruta de las ratas" y se radica en el interior del Brasil, donde realiza experimentos genéticos tratando de crear la "raza perfecta". En el proceso logra "clonar" al mismo Hitler, en la personita de un niño sobre quien se tiene la expectativa de construir el Cuarto Reich.
Y todos creímos que se trataba de una novela edificada sobre rumores. Pues bien, no. Los niños del Brasil existen. Sólo que ya no son tan niños.
Entre 1961 y 1965, Joseph Mengele no sólo vivió en Paraguay —donde obtuvo carta de ciudadanía con su nombre original, prueba clara de la connivencia del régimen de Stroessner (de ascendencia alemana él también), como demuestra en exclusiva el facsímil facilitado por una fuente de ese país, colaboradora de "Al Filo de la Realidad" y que debe permanecer por ahora anónima— sino también viajaba con frecuencia a Brasil —donde, en definitiva, falleciera en 1979— para realizar sus desarrollos experimentales.
Éstos estaban orientados en la misma línea que propone la novela, y aún están allí. La ciudadanía del ex jefe médico nazi fue, de hecho, una protección del gobierno paraguayo tras un fallido intento de secuestro del mismo en el hotel "Tirol", de la pequeña localidad de Hohenau, al sur de ese país. Aquí tenemos todo un tema interesante: pese a ser su ubicación ampliamente conocida por sus perseguidores, Mengele se mueve con total seguridad.
No elige el anonimato —como otros nazis "caídos en desgracia" que sí tuvieron que hasta mudar de identidades, lo que elimina la simple "simpatía ideológica" de algunos gobernantes como explicación para su protección y remite más aún a la necesidad de proteger otros intereses más oscuros— y tampoco grandes ciudades donde pasar inadvertido (Honenau tiene, hoy, unos 7.000 habitantes apenas). Elige una región fuertemente codiciada por germanos desde fines del siglo XIX, no lejos de donde Jacques de Mahieu descubriera en su momento pistas ciertas de presencia germana en tiempos precolombinos (ver nuestro artículo "Un dato no menor" en AFR N° 145). Una región que nada tiene que ver con la Sajonia de donde procedían, y sí con otras huellas remotas de la historia...
El pueblo fuera de lugar.
Cándido Godoy es una pequeña localidad de no más de 8.000 habitantes, en el estado brasileño de Río Grande do Sul, a apenas 30 kilómetros de la provincia argentina de Misiones y muy cerca, por extensión, del Paraguay. Allí se sabe de la presencia cotidiana de Mengele entre 1961 y 1965, donde habría "asistido" a numerosas mujeres de raíz germana en sus partos de entonces, dada la carencia, en aquellos años, de centros asistenciales eficientes. Y es sabida la obsesión de Mengele con los mellizos.
Pues bien: Cándido Godoy tiene el más alto porcentaje del mundo de nacimiento de mellizos desde 1963, fecha de su "fundación" formal (mientras que en cualquier lugar del planeta nacen mellizos sólo en 1 cada 20 partos, en Cándido Godoy ha sido 1 cada 5) hasta 1968: 50 pares de mellizos, todos, exclusivamente, de padres arios.
Es interesante y complementario comprender la estructura social de este pueblo. El 80 % de sus pobladores son alemanes, hijos o nietos de alemanes. Hay un 15 % de polacos (o descendientes) y sólo un 5 % de brasileños autóctonos, conocidos allí como "peloduros". El idioma dominante no es el portugués, ni siquiera el "portuñol", tan común en localidades fronterizas a países hispanoparlantes, sino un dialecto de la región de Hunsbrück (Alemania). De actividad eminentemente agrícola, con un alto nivel de vida, Cándido Godoy es literalmente gobernada por una gran cooperativa que, entre otros servicios, provee económica y eficientemente de electricidad pero claro, únicamente a quienes son de origen ario.
Estaremos de acuerdo en que esta curiosidad estadística no demuestra por sí sola la intervención de Mengele y sus experimentos: pero convengamos que sería ingenuo suponer que este colectivo de casualidades (la colonia aria, la novela de Levin, la certeza de que Mengele siguió adelante con sus experimentos en su etapa sudamericana) no tiene un hilo conductor. Y así como sus experimentos genéticos le pudieron haber llevado a perfeccionar un criterio de selectividad racial, son igualmente funcionales a la clonación. Si no de Hitler —¿cosa que podemos descartar?— cuando menos de sí mismo, una obsesión no ajena a la casi patológica relación de los nazis con la muerte.
Compulsión con la muerte.
Si decimos que el nazismo es la expresión de una psicología distinta inficionada desde fuera, es sugestivo y aleccionador tratar de insertar en esta cosmovisión ciertos descubrimientos menores. Uno de ellos, seguramente, el que proponemos aquí: la necesidad del pensamiento nazi de optar por la muerte como solución radical a los problemas —destruir para construir— en lugar de re-construir sobre lo preexistente.
Un ejemplo de lo dicho es lo que participamos aquí. En 1987 muere en Buenos Aires Walter Kutschmann, ex Jefe de la Gestapo y uno de los artífices técnicos de la "solución final". Revelador, pero nada nuevo: muchos nazis de alto rango huyeron y fallecieron en nuestro país, con la colaboración no sólo del gobierno que los dejó ingresar, sino de todos los posteriores que les permitieron seguir desenvolviéndose con total impunidad. Bien, analicemos ahora este hallazgo.
Con motivo de celebrarse el "Día del Animal", el 29 de abril de 1991 la Asociación Amigos de los Animales de la provincia de Buenos Aires difunde el siguiente comunicado periodístico: "... nos complace dirigirnos a la población con motivo del día del Animal y por este medio destacar las ventajas obtenidas por los Amigos de los Animales en los Centros Antirrábicos de la provincia de Buenos Aires.
Cámaras de gas enfriado y medicamentos para sacrificio eutanásico de animales, tanques completos para gas enfriado, puertas herméticas y materiales para la construcción de dichas cámaras de gas en los Centros Antirrábicos (...). Un animal debe morir dignamente y por eso la Asociación Amigos de los Animales no apoya ningún grupo de protectores que por medio de cooperadoras instalan dentro de los Centros Antirrábicos refugios para albergar animales abandonados (...).
Gracias a nuestras donaciones para la implementación de métodos eutanásicos, ya se aprecia una reducción del 70 % (en la población callejera de animales)". La eutanasia de los animales como "solución final" al problema de los perros callejeros antes que campañas de prevención, esterilización o refugios suena extraña en boca de quienes dicen amar a los animales. Pero quizás lo comprenderemos mejor cuando sepamos que esta asociación fue fundada por... Geralda Baemüller (viuda) de Kutschmann. ¿Por qué esta obsesión por la muerte?.
Escribí párrafos atrás que no podremos avanzar en la comprensión de esta ideología si obviamos la parte esotérica. De manera que esta compulsión puede ser interpretada de dos formas:
Es deformación patológica de la ideología (¡pero de judíos a animales!).
Es para cumplir objetivos energéticos.
Lo segundo parece infuso, pero cuando una filosofía —y los hechos históricos de esa filosofía— están plagados de "señales", a los investigadores con experiencia sólo nos queda admitir resignadamente que lo que no será admitido —ni siquiera comprendido— por una opinión pública ya pre condicionada por "clichés" meméticos, es las más de las veces el emergente de la verdadera historia. Y muchas de esas señales son las "causalidades" que plagan la línea del tiempo nazi post derrota.
Por ejemplo: el citado W. Kutschmann supo ser una vez detenido —en el contexto de la investigación de asociaciones defensoras de los derechos humanos— en Sucre 2907, de Buenos Aires, un edificio en el frente del cual figura como constructor un tal Lázaro Goldstein. Este señor Goldstein realmente existió. Pero casualmente "Lázaro Goldstein" fue el seudónimo que eligió Martin Bormann cuando subrepticiamente llegó a Bs. As. el 17 de mayo de 1948. Y Bormann nunca supo de la existencia de aquél Goldstein, el constructor judío...
Deberemos en el futuro proponer otras indagaciones, por irracionales que parezcan. Cuando uno repasa la historia conocida (o que creemos conocer) de la Humanidad, y ve la presencia reiterada de dioses que claman por sangre en tantas culturas, ¿no se tiene acaso la sensación de que el movimiento nazi tardío y su ingeniería racial es apenas la continuación histórica de los sacrificios rituales masivos, de las guerras contra pueblos sólo generadas para obtener víctimas propiciatorias?.
Fuente: Al Filo de la Realidad.