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Enrique Piana: acusado y acusador.

Por LaVaca.org.

El poder judicial condenó a Enrique Piana a cinco años y medio de prisión, que ya cumplió holgadamente. El empresario utilizó su derecho a hablar de modo posiblemente inédito: se confesó culpable, detalló en qué consistió la "mafia del oro", explicó el "robo salvaje al Estado" cometido en alianza con empresarios multinacionales, locales y funcionarios menemistas, y describió de qué modo debe ser entendido hoy el concepto de mafia, según se lo explicó en una cárcel norteamericana un mafioso de New Jersey.

De traje negro en la luminosa sala de audiencias públicas que da al puerto, Enrique Piana se declaró culpable, reconoció que fue contrabandista y que estafó al Estado, ante los jueces Jorge Pisarenco, Susana Pellet Lastra y Enrique Schlegel, del Tribunal Oral en lo Penal Económico número 1.

No hay memoria en el poder judicial sobre la existencia de uno de los llamados "ladrones de guante blanco" que hayan pedido perdón públicamente a la sociedad y que hayan dicho “no creo que sea bueno cagarse en todo". El tribunal le dio la razón a Piana, y lo declaró culpable de contrabando agravado por la calesita de exportaciones de oro y otros metales que llevó a cabo durante la primera mitad de los '90.

Piana no irá a prisión porque ya tiene cumplida esa pena entre el tiempo de detención que pasó en los Estados Unidos (cinco años) más tres en la Argentina, cuando fue extraditado en 2002. Quedó inhabilitado por 4 años para ejercer el comercio, 9 años para ser funcionario público, y de modo perpetuo para desempeñarse como miembro de las fuerzas de seguridad (cuestión esta última que probablemente haya resultado un alivio para el propio Piana).

Aquel contrabando del oro se realizó con tanta anuencia por parte de las autoridades oficiales, que Piana terminó haciendo la presentación de un proyecto fantasma -Refinerías Riojanas- en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno. Ante medio gabinete, y los representantes de la multinacional del oro Handy & Harman (que fueron enjuiciados en los Estados Unidos). El maestro de ceremonias de aquel acto fue Carlos Saúl Menem.

La confesión

Piana dijo ante los jueces que la idea de pertenecer a una mafia siempre le resultó un estigma. “Soy responsable, fui contrabandista y tuvo razón el fiscal cuando dijo que yo no necesitaba hacer lo que hice para darle de comer a mi familia". Recordó que su padre era todo lo contrario: un hombre austero, medido, "que cambiaba de auto cada diez años". Cualquier regalo que alguien de Casa Piana quisiera efectuar, debía ser facturado para pagar “los mismos impuestos que yo después evadí".

Piana (su apodo, Kike) reconoció que siempre fue un dilema para él determinar "en qué momento salté la línea de la legalidad, para pasar al contrabando". Los jueces y toda la sala quedaron pendientes. "Para mí el tema empezó antes, cuando empecé a comprar facturas para no pagar los impuestos".

Casa Piana compraba en el mercado, por así decir, lo que su ex propietario definió como "facturas truchas" para simular gastos inexistentes y no pagar impuestos. "He leído en los diarios que actualmente hay unas 400 empresas de primera línea sospechadas de hacer lo mismo, lo que me permitió comprobar, tras ser extraditado, que el sistema continúa".

Relató que se hizo cargo de la empresa tras la muerte de su padre y la encontró endeudada. “No quiero quitarme ninguna responsabilidad, pero me desesperé. En el caso de pequeñas empresas familiares, parecería que lo que está en juego es la familia. Pensé que la única solución era la ilegal. Por eso me transformé en contrabandista".

"Lo ilegal era lo bueno"

El relato de este ex alumno de la Escuela Argentina Modelo y egresado contador de la Universidad de Buenos Aires, intentó brindar un contexto de lo que ocurría. Piana contó que llegó a la Argentina Handy & Harman, la multinacional con sede en los Estados Unidos, y convocó al gremio de laboratorios dedicados al oro, para armar el circuito de exportaciones favorecido por las normas del ministro Domingo Cavallo.

Para entender: la Argentina casi no producía oro, pero en meses se convirtió en exportadora. Tal milagro minero se debió a que estas empresas importaban oro sin pagar impuestos, y lo exportaban cobrando reintegros aduaneros del 10 % o más. Cada vuelta de esa calesita implicaba enriquecerse sin hacer nada. Piana: "Uno veía que lo ilegal era lo bueno. Todos lo creíamos. Las empresas se enriquecían, y era un terreno fértil para la ambición de cada uno de enriquecerse".

El poder público, por llamarlo de algún modo, aparecía autorizando las exportaciones y de hecho pagando los reintegros. "Desconozco qué clase de responsabilidad podían tener Cavallo o Sánchez (Juan Carlos, viceministro de Economía), pero lo hicieron". Reconoció que eso, sumado a los funcionarios de la Aduana a los que coimeaba "permitió el robo salvaje del que fui parte".

Mirando a la sala el acusado dijo: "Aquí tendría que haber por lo menos 50 personas más". Y agregó: "fue tan salvaje el robo, que los propios gerentes norteamericanos traicionaron a Handy & Harman y terminaron cobrando ellos mismos los reintegros, en bancos del Uruguay".

Los argentinos, mientras tanto, se peleaban por el cupo de exportación de oro. "La idea de los cupos era de los funcionarios argentinos" (de eso ha acusado a Jorge Campbell, ex funcionario de la Cancillería) "para que lo que estábamos haciendo pasara más desapercibido". Todo esto le resultó propicio para "satisfacer mis ambiciones personales, que no eran pocas", mientras prevalecía la sensación de que "todo estaba bien"- dijo- "porque todos lo hacían". En su caso en particular, la sensación era la siguiente: "No me paraba nadie".

Moral, ética y cárcel

El punto de inflexión de su historia, adujo, ocurrió cuando fue detenido en los Estados Unidos. (Aclaración: había viajado para cobrar un seguro porque la bicicleta de los metales preciosos había empezado a tambalear, y en New York lo estaban esperando. Lo fotografiaron junto a su novia de entonces, pidieron la orden judicial y dos días después fue detenido en una posada del East Hampton).

Piana fue preso. Cárcel estatal norteamericana significa: cárcel para los pobres, los negros, un ambiente que Piana, viniendo de la posada del East Hampton, soportó mal. "Estaba preso, sin ver a mis hijos ni a mi familia, en ese momento además quebró Casa Piana, vi que toda mi vida se había ido al carajo" -dijo mirando a los jueces- "y entendí que la defensa de Casa Piana había sido el gran error de mi vida por el modo en que quise hacerlo".

La cárcel para negros, latinos, narcos y camellos (los que trasladan droga en su cuerpo), logró lo que se proponía el fiscal Noel Hillman: persuadir a Piana de la conveniencia de hablar y colaborar con la justicia, a la que le interesaba sobremanera entender los manejos de los propios empresarios norteamericanos de Handy & Harman, y de bancos como el MTB de New York, que favorecieron toda clase de trapisondas y contrabandos.

Piana reconoció ayer ante los jueces argentinos: "Finalmente hablé, colaboré. No fue por una cuestión ética o moral sino para salir de ahí". Lo hizo "apretado por la situación". Pero al hacerlo parece haber sentido una forma de alivio. "Una vez por semana venían funcionarios de la Aduana, agentes federales, el propio fiscal Hillman o sus asistentes y yo detallé todo lo que sabía, di todos los nombres y expliqué todo lo que había hecho".

La fiscalía le mostró una lista de 52 acusados, dijo, de los cuales sólo 12 eran norteamericanos. Había obviamente argentinos, pero también peruanos, chilenos, colombianos. El fraude era continental, como el propio Hillman terminó denunciando, a partir de la creatividad de los norteamericanos que aprovecharon la complicidad estatal, disfrazada bajo el concepto de libertad de mercado.

Piana recordó algo que Hillman recalcó durante su investigación: su colaboración había permitido desentrañar los delitos cometidos por gerentes de Handy & Harman, con ayuda de elementos corruptos del gobierno argentino de la época. Piana se considera a sí mismo el "pato de la boda". Reconoció luego la importancia que tuvo para él declarar todo lo que había hecho en un libro, Confesiones de oro (escrito por Sergio Ciancaglini en 2002), que citó en diversos momentos de su alegato.

Tras la cárcel estuvo cuatro años con prisión domiciliaria y grillete electrónico en diversas ciudades principalmente balnearias de los Estados Unidos, hasta que en 2002 fue extraditado. "Llegué y cambié de abogados porque los que tenía se dedicaban más al tráfico de influencias que a defenderme. Yo estaba harto de tanta basura, de todo lo que había hecho... perdí a mi novia, a mi familia, a mi empresa. Y por eso vine a decir la verdad. Como lo había hecho ante la justicia norteamericana, y en el libro".

En la cárcel argentina recibió la visita de una mujer integrante del Poder Judicial, quien le bajó las expectativas diciéndole: "Te van a cocinar al horno. La justicia no está preparada para que alguien se haga responsable y confiese. Nunca vi que pasara eso". Piana dijo que asumió el riesgo y recordó a los jueces que el fiscal Hillman terminó tratándolo como "colaborador modelo" y "caballero", aunque le hizo cumplir su condena.

¿Qué es la mafia?

Piana aseguró que nunca tuvo que ver con los ataques que recibieron el entonces fiscal Pablo Lanusse y su familia y relató cómo el mismo Lanusse ha reconocido que nunca consideró esos ataques como provenientes de los exportadores del oro. Piana no lo mencionó, pero la figura del fallecido Alfredo Yabrán es aquella a la que Lanusse sigue considerando como promotora de los atentados y amenazas que sufrieron él, su hermana, y hasta el jardín de infantes al que entonces iba su hijo.

Un tramo particularmente ilustrativo de la intervención de Piana fue el referido al concepto de mafia:

"Yo siempre pensé: la mafia del oro no existe. Porque entendí como mafia la cosa de la violencia, y nunca tuve nada que ver con eso. Pero en los Estados Unidos terminé pensando distinto. La mafia del oro sí existió. Y lo entendí por lo que me contó justamente un mafioso de New Jersey que conocí en una de las cárceles por las que pasé.

Le pregunté ¿qué es la mafia? Y me dijo: funcionarios asociados a empresarios privados para hacer negocios donde reparten las ganancias entre todos. ¿Y la violencia, los tiros? le pregunté. No, eso es una cosa de marginales: la mafia es cuando empresarios y funcionarios trabajan juntos para hacer sus negocios".

Conclusión de Piana: la mafia del oro era eso. "Acá había funcionarios, un montón de empresarios privados entre los que estaba yo, que hicimos un robo salvaje al Estado". Finalmente, pidió perdón a sus hijos, en particular y a la familia Piana, en general "que en algún momento negó que yo fuera pariente". También, a un sujeto inesperado: la sociedad argentina.

"Pido perdón a la sociedad, porque creo que Argentina no se merece lo que hice. No creo que sea bueno robar. No creo que sea bueno no ser solidario. No creo que sea bueno cagarse en todo". Piana expresó que se ve obligado a decir esas cosas "vergonzosas" porque quiere empezar de nuevo, y que sus hijos digan alguna vez: "Mi papá metió la pata hasta el cuadril, pero se hizo cargo". Otra frase igualmente colorida de su alegato: "Me rifé la vida por un Mercedes Benz" (tenía uno, convertible, de dos puertas, estacionado en su gigantesca casa del Boating Club).

Declaró que quiere de aquí en más trabajar honorablemente, y que cree merecer una segunda oportunidad. El Tribunal deliberó dos horas, y sentenció a Piana. Su ex socio Miguel Seligmann (que rechazó la posibilidad de hablar) fue condenado a tres años, aunque tampoco pasará por la cárcel.

Las peripecias jurídicas de este caso, de algún modo, apenas están empezando, ya que la causa fue dividida en dos y ahora se acerca el juicio penal (a cargo del doctor Jorge Ballesteros). Piana ha denunciado que pagó coimas a Alberto Kohan (ex multifuncionario menemista) a funcionarios aduaneros, dijo quiénes fueron sus otros socios en las exportaciones fraudulentas, pero no se conoce si eso ha sido investigado.

El único careo al que fue sometido, con el ex secretario de Negociaciones Económicas Internacionales de Cancillería, Jorge Campbell, terminó con el procesamiento de éste último. Nadie sabe en qué medida el poder judicial tiene alguna clase de capacidad para meterse con la mafia, entendida como se lo ilustró a Piana un mafioso de New Jersey.

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