La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
El negocio de "Los noventa". Por Rosendo Fraga (h). |
Hay que agarrarse fuerte y taparse la nariz, porque todo parece indicar que en las próximas semanas se vienen las jornadas abiertas sobre “Los Noventa”. Aun aquellos paranoicos que posean un bunker antinuclear no podrán escapar de lo que será una incansable campaña para ligar al vencedor de la primera vuelta con esta década que, al parecer, es electoralmente tan provechosa.
Como está claro que el vencedor (que ahora resulta también llamarse Macri además de Mauricio, en una chicana electoral simpática pero elemental) no respondería ni siquiera a un Kirchner que lo acusara públicamente de haber incendiado el Reichstag en 1933, vale la pena asumir esa defensa y dar un empujoncito por ese lado.
Lo que viene a continuación me recuerda al mito de Sísifo: no importa cuánto nos esforcemos por decir que tanto Kirchner como su señora, el ministro de Educación, el jefe de Gabinete y tantos más, fueron partícipes directos en aquella década, la piedra cae y hay que volverla a subir hasta la cima, una y otra vez.
No alcanzo a determinar quién tiene la culpa en esto: si es el periodismo, que avala con su silencio tácito las acusaciones de noventismo de un Filmus ex ministro de Educación de Grosso; si es la sociedad, que ignora –deliberadamente o no- a un Kirchner gobernador que encabezó boletas con el apoyo explícito de Carlos Menem (icono más que representativo del neoliberalismo fatal) no una sino siete veces en 10 años –léase: en todas las elecciones nacionales de Los Noventas en Santa Cruz o, por ejemplo, al actual jefe de Gabinete, que empujó para entrar –con éxito- en la lista de Domingo Cavallo y ser su flamante legislador porteño en el 2000.
En este último caso, vale la pena formular una pregunta más inteligente que sincera: ¿qué alquimia ideológica permitió que Alberto Fernández pueda coquetear ahora, abiertamente, con un discurso de izquierda que le hace agua por todas partes y que, lo más llamativo de todo, en ningún momento parece incomodarlo?
Contribuiría ampliamente a la psicología y a la autoayuda que explique -si es que puede- cómo lo logró: en el caso de que llegase a patentar su invento, confieso que yo querría tenerlo a mano por las dudas.
Responde a la lógica que Mauricio Macri evite a toda costa responder a la más mínima provocación: si este sistema le ha funcionado con sorpresiva efectividad hasta ahora, ¿qué motivo válido sugeriría modificarlo? Sin embargo, no hay que olvidar una cosa: la verdad no ensucia una campaña.
Y por último, para ser ecuánimes, una ayuda para el oficialismo. La década de los noventas ha tenido -nadie lo duda- sus puntos oscuros, pero el mayor problema para éste es que duró, justamente, 10 años. De la primer década del 2000 ya estamos llegando a ocho. Conclusión: la excusa está a dos años de volverse ridícula.
Fuente: www.cartapolitica.org