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Pasión Mortal. |
Del amor al crimen: En un ataque de celos un joven mató a su novia de 113 puñaladas.
En un aparente ataque de celos, un joven, Fabián Tablado (20), asesinó a su novia, Carolina Aló (17), de 113 puñaladas. Después llamó por teléfono a un amigo, le contó lo que había hecho y le dijo dónde estaba. La Policía lo detuvo poco después.
Fabián y Carolina eran novios desde principios de 1993. Vivían con sus familias en el centro de Tigre y por la noche cursaban juntos el 4° año del secundario en el colegio Marcos Sastre.
El lunes habían salido de la escuela a las 21.30, una hora y media antes que terminasen las clases. Carolina, que el martes que viene iba a cumplir 18 años, dijo que tenía que visitar a un primo que estaba enfermo.
En realidad, se fue con Fabián a la casa del joven, en Albarellos al 300. Los padres del joven y sus cuatro hermanos habían ido a comer a la casa del abuelo.
Dijo Cristián Baldo (21), primo de Carolina: "Fabián estaba convencido de que ella lo engañaba con un amigo. Varias veces le pegó por celos, por ejemplo la semana pasada, y la había amenazado con matarla". Para el padre de la víctima, el joven la mató porque ella pensaba dejarlo.
Tres cuchillos
Cuando los Tablado regresaron a su casa, a eso de las 23, y vieron todo manchado de sangre, pensaron que habían entrado ladrones y que Fabián estaba herido. El desorden era tal que no se animaron a entrar. Llamaron a la Policía. Minutos después, agentes de la comisaría 1° encontraron el cadáver de Carolina en el garaje.
El comisario Raúl Torre, a cargo del equipo del Servicio Especial de Investigaciones Técnicas (SEIT) Zona Norte, que llegó al lugar, aseguró que Carolina Aló estaba llena de puñaladas de la cintura para arriba, en cabeza, pecho y brazos.
Informó también lo siguiente: "Al lado del cuerpo encontramos tres cuchillos ensangrentados y un formón, que es una especie de punzón que utilizan los carpinteros. Algunos estaban doblados porque chocaron con hueso, como las puñaladas en la cabeza de la chica. El joven también tiene cortes en las manos, provocados por la fuerza que debió hacer a veces para clavar los cuchillos. Lo hizo con tanta fuerza que su mano se deslizó hasta la hoja del cuchillo y lo cortó a él".
Aunque no se sabe cuánto tiempo tardó Tablado en aplicar las 113 puñaladas, la tragedia debió ocurrir entre las 21.30 y las 23. La reconstrucción preliminar de lo que pudo haber pasado, según los forenses e investigadores, indica que Fabián persiguió a Carolina por toda la planta baja de la casa y que el acto final ocurrió en el garaje.
"La chica trató de defenderse. Tenía las manos cortadas, como si hubiera tratado de cubrirse de las puñaladas", agregó Torre. Al parecer, Fabián entró y salió del garaje varias veces. Iba a la cocina a cambiar los cuchillos a medida que se iban rompiendo.
Luego de realizar una autopsia de cinco horas, los forenses Gloria Peleorini y Héctor Di Salvo concluyeron que solo una de las puñaladas fue la que causó la muerte.
En el cuarto de Fabián la Policía secuestró un cuaderno lleno de dibujos. "Uno de ellos muestra a un hombre con un hacha en la mano. Del hacha gotea sangre y como única inscripción hay tres "JA JA JA", confiaron los investigadores.
Escape a medias
Después de matar a su novia, "Fabián llamó por teléfono a un amigo, al que le dicen `el Gordo', y le confesó que había matado a Carolina. Él creía que Carolina lo engañaba y por eso había amenazado con matarla", contó a Clarín, Cristián, primo de Carolina.
"El Gordo" (cuya identidad no trascendió) desconfió de la confesión de su amigo. Pero empezó a buscar a Carolina; primero llamó a la casa de los Aló y preguntó por ella. Cuando le dijeron que no estaba, decidió ir a la casa de los Tablado. Fue entonces cuando se encontró con la Policía y dijo dónde estaba Fabián.
Los investigadores aseguran que al llegar adonde estaba Fabián Tablado, debajo del llamado Puente Tedín, en Tigre, lo sorprendieron cuando estaba por tomar un remís.
Una singular relación entre el amor y el odio
Fabián y Carolina se pusieron de novios el día de Año Nuevo de 1993. Ella tenía 14 años y él, 17. La relación siempre tuvo su cuota de pasión. "Te quiero, te quiero. Si me decís que todavía dudás de lo que siento por vos, TE MATO", le escribió Carolina en una de sus cartas.
"Los dos salían del colegio a las once de la noche. No bien llegaba a casa, mi hijo la llamaba por teléfono; se quedaban horas hablando", contó a Clarín María Ester Gallardo (41, madre de Fabián).
Ayer María Ester sacó de la habitación de su hijo el cajón donde el muchacho guardaba las cartas de Carolina. El cajón "repleto de cartitas típicas de adolescentes (con dibujos de corazones y flores)" fue colocado en el living: "Para que vean que no mentimos: ellos se amaban", dijo.
Como prueba de ese amor intenso también quedaron las pintadas que Fabián había hecho en un paredón ubicado frente al chalé de los Aló: "Fabi y Caro", dicen los "graffiti" que Carolina veía a diario.
Pero no todo eran rosas, y la relación tenía su lado oscuro: los amigos de la pareja aseguran que Fabián la golpeaba y que en junio de 1995 hasta le había roto el tabique nasal de una trompada. El padre de Carolina aseguró que en las cartas que recibía su hija el joven dibujaba cruces svásticas.
"Ella siempre le ocultó lo de los golpes a sus padres. La vez del tabique les dijo que se había caído. Recién la semana pasada, cuando Fabián le pegó una piña en el estómago en la esquina de la casa de Caro, el padre intervino y lo apuró", recordó Cristián Baldo, primo de la chica.
Según Baldo, ese día Edgardo Aló, padre de Carolina, le dijo a Fabián que dejara en paz a su hija. "Ella quería dejarlo porque la amenazaba todo el tiempo. Yo lo apuré para que no la molestara más", confirmó Edgardo Aló a Clarín.
Los Aló se oponían a la relación pero no podían evitar que Carolina y Fabián se vieran todos los días en el colegio, donde ambos cursaban el cuarto año.
"Bebe, te amo. Nunca más me quiero pelear con vos", le había escrito Carolina a Fabián a fines de 1993, el día en que cumplieron 10 meses de novios. Esta y otras 100 cartas estaban guardadas por Fabián en el cajón de su mesa de luz.
Informe y datos adjuntados por Virginia Messi y Christian Urriza
Sin alevosía ni ensañamiento. Por Eduardo Videla.
La Justicia determinó que el crimen de Carolina Aló, quien recibió 113 puñaladas, no se cometió con alevosía ni ensañamiento, sino que fue un homicidio simple, pero le impuso al asesino confeso, Fabián Tablado (22), una condena a 24 años de prisión, uno menos del máximo previsto por la ley.
El fallo fue dividido porque el juez Fernando Maroto, uno de los miembros del tribunal, consideró que el homicida engañó a su víctima y la sometió a un sufrimiento innecesario antes de matarla y calificó el hecho como homicidio agravado, por lo que a Tablado le hubiera correspondido prisión perpetua.
Pero el presidente de la sala, Fernando Mancini, y la jueza Celia Vázquez opinaron que no había pruebas para esos agravantes. Pese a la dureza de la pena impartida, los padres de Carolina rechazaron el fallo, principalmente, los fundamentos de la mayoría. “Estos dos jueces nos asestaron la puñalada 114”, protestó Edgardo Aló, el padre de la adolescente asesinada.
El fiscal Julio Novo y el abogado de la querella, Roberto Damburiana, habían pedido prisión perpetua para el asesino. El resultado no difiere demasiado de ese reclamo ya que el máximo previsto para la perpetua es de 25 años. Si demuestra buen comportamiento en la cárcel, Tablado puede salir en libertad condicional cuando cumpla los dos tercios de su condena. Como ya lleva dos años preso, podría dejar la prisión en el 2012, cuando tenga 36 años.
La defensa de Tablado había jugado varias cartas. La principal, que pugnaba por la inimputabilidad del acusado, había naufragado el lunes, cuando los jueces adelantaron que no había eximente de responsabilidad por insanía mental. La segunda era la de homicidio bajo emoción violenta (tiene un máximo de tres años), que fue rechazada de plano por los tres miembros del tribunal. La última era el homicidio simple (penado con 8 a 25 años de prisión), por la que optó la mayoría de los jueces. Por supuesto, en esa hipótesis, los defensores no esperaban una condena tan elevada. Ahora estudian la apelación de la sentencia.
La lectura del fallo estaba prevista para las 16. Pero los más de 60 concurrentes –familiares de Aló, de Tablado, periodistas y algunos curiosos– debieron soportar un demoledor retraso de dos horas y media. La espera pareció un reflejo de los desacuerdos del tribunal, plasmados luego en la lectura de la sentencia.
A las 18.30, los miembros de la Sala III de la Cámara Penal de San Isidro tomaron su lugar y el secretario Gustavo Ramilo leyó los fundamentos durante 50 minutos. Tablado, con saco gris, camisa blanca y corbata azul, lo miró fijo durante todo ese tiempo y escuchó atento y sereno, huérfano de cualquier emoción. Adriana Rego, la mamá de Carolina, se quebró en llanto a poco de comenzar la lectura.
El primer voto fue el de Fernando Mancini, que descalificó los agravantes con una serie de argumentos.
No hubo alevosía porque la víctima no concurrió engañada a la escena del crimen (la casa de los padres de Tablado, en el Tigre). “Era un lugar al que habitualmente iba la pareja y no fue necesario ningún engaño para que ella vaya a ese sitio”.
Como Tablado le anunció a un amigo que iba a matar a Carolina, no creó las condiciones para un obrar seguro: su amigo u otra persona pudieron ir al lugar para evitar el hecho. Tampoco hubo ocultamiento.
Pese al “impresionante número de heridas”, el juez consideró que no hubo ensañamiento, ya que esas heridas no apuntaron a generar sufrimientos innecesarios a la víctima (como exige la ley para aplicar esa calificación). No obstante, reconoció que “nadie puede negar que la fallecida sufrió enormemente”. La herida mortal fue en el cuello y la muerte se produjo en 2 o 3 segundos. Las restantes lesiones, producto de “una reacción colérica”, fueron producidas antes de la muerte, durante 5 a 10 minutos. El juez Maroto, en cambio, sostuvo que los agravantes existieron:
Hubo alevosía porque el autor “ha meditado y preelaborado el homicidio, eligió de antemano el lugar para su obra criminal”.
“La relación sexual previa que mantuvo con la víctima constituye una prueba del engaño y la indefensión en que puso a la víctima, que disfrutó la relación sin saber que el homicida aguardaba cínicamente para cometer el crimen”.
Hubo ensañamiento porque él mismo le contó después a su amigo: “Le corté todo el cuerpo”, como parte de un castigo por su presunta infidelidad.
“El sufrimiento de la víctima, aunque duró de 5 a 10 minutos, ha sido cruel y horroroso. El tiempo de su agonía debió haberle resultado una eternidad”.
Las cosas hasta ahí estaban empatadas, pero la jueza Vázquez desequilibró en favor del homicidio simple. En la sentencia, los jueces dispusieron que se someta a Tablado a un tratamiento psicoterapéutico. También formularon un insólito pedido para que se investigue un presunto aborto al que se había sometido Carolina.
Cuando todo terminó, la mamá de Carolina se abrazó con su abogado. Media hora después, Tablado salía en una camioneta de la policía, escoltada por otros dos móviles, rumbo a la prisión. Entre el chirriar de los neumáticos, alguien gritó “¡Asesino!”
Una reconciliación fallida
La noche del 27 de mayo de 1996, Fabián Tablado fue una máquina de apuñalar. La historia del crimen en la Argentina no registraba antecedentes de un hecho semejante: un asesinato pasional entre adolescentes, con el impresionante ingrediente de las 113 puñaladas, asestadas con tres cuchillos diferentes y un formón.
Carolina y Fabián habían sido novios más de tres años: la relación empezó un Año Nuevo, cuando ella tenía 14 y él 17. Vivían con sus familias en el centro de Tigre y cursaban el cuarto año del colegio Marcos Sastre. Esa noche, Carolina aceptó ir a la casa de Fabián. Estarían solos, porque los Tablado habían salido. Venían de una de sus habituales peleas y se suponía que ése iba a ser el momento de una nueva reconciliación.
Pero en su lugar hubo un aparente ataque de celos. Y Fabián la emprendió contra Carolina. Un solo cuchillazo fue el fatal, pero el joven completó su tarea con otras 112 puñaladas. A medida que los cuchillos –comunes, de uso casero– se iban doblando o rompiendo, Fabián iba a la cocina a buscar uno nuevo. La cuarta arma fue un formón de carpintero. Luego del crimen, el muchacho llamó a un amigo para contarle lo que había hecho. Fue detenido a las pocas horas. Luego del hecho, los amigos de la pareja contarían que la violencia había sido común entre ellos. Fabián, incluso, había formado parte de un grupo skinhead.
PROTESTAS DEL PADRE DE CAROLINA. “La puñalada 114”
“Los jueces Mancini y Vázquez nos asestaron la puñalada 114”, se quejó Edgardo Aló, el padre de la víctima, al enfrentarse a los periodistas, apenas terminó de escuchar la sentencia. “No me importan los años que le dieron (a Tablado). Para nosotros, como padres, 24 o 25 años es lo mismo. Pero con sus argumentos, los jueces se cagaron en la verdad”, se lamentó.
En el final del juicio oral y público, los padres de Carolina repitieron la misma actitud que mantuvieron durante todo el proceso, desde que su hija, de 17 años, fue apuñalada el 27 de mayo de 1996. La mujer, Adriana Rego, prefirió refugiarse en las lágrimas y el silencio. Su ahora ex esposo, en cambio, no le esquivó al protagonismo y siempre mantuvo un perfil alto.
Durante la lectura de la sentencia, Edgardo Aló se sentó en el escritorio reservado para la querella, entre su abogado, Roberto Damburiana, y su ex esposa. A los pocos minutos, la mujer vislumbró que no habría condena a perpetua y se quebró en llanto. El, entonces, le cruzó un brazo por la espalda. Cuando todo terminó, la madre no se abrazó con su ex esposo sino con su abogado. El resto de la familia Aló siguió el veredicto desde las diez butacas de la primera fila. En la hilera siguiente –otros diez asientos– estaban los familiares de Fabián Tablado.
“No podemos entender los argumentos de estos dos jueces”, dijo Aló ante los micrófonos. “Si creen que en este caso no hubo ni ensañamiento ni alevosía, van a tener que ser testigos visuales de un crimen para hacer una sentencia como corresponde.” “Han dejado un precedente terrorífico para la sociedad –se lamentó el padre de la chica–. Hoy tenían la oportunidad de dar un dictamen ejemplificador para toda la sociedad, sobre todo, para la sociedad asesina.”
El hombre dedicó un párrafo para agradecer a la prensa por el “respeto con que trataron la memoria de Carolina”. Y esa frase le sirvió de pie para un nuevo embate contra los magistrados: “Estos dos jueces no respetaron su memoria, que sigue por el suelo y no puede descansar en paz”. “No nos miraron a la cara en ningún momento –agregó– y tampoco van a poder mirarles esta noche la cara a sus hijos”. “La Justicia sigue respaldando a los criminales”, concluyó.
Fuente: Página12
Cartas de amor, locura y muerte. Por Nicolás Mavrakis.
Aunque de sus 32 años Fabián Tablado pasó los últimos 11 encerrado en varias cárceles –desde Sierra Chica y Florencio Varela hasta la flexibilidad del pabellón evangelista en Magdalena, del que saldría en el 2024–, jamás resignó el hábito de enamorarse. Al menos, en sus propios términos.
Que no excluyen ni el odio ni la violencia. Para ciertas mujeres, ese cóctel entre los enormes "te amo", al pie de cada una de sus cartas carcelarias, plagadas de autorretratos del tipo "me apodan el nazi porque tengo porte de oficial de la Gestapo alemana" o advertencias químico-pasionales como "si me sos infiel sería como mezclar cloruro de sodio, potasio y azufre, podría reventar todo en lo impredecible", alcanzan la cuota de seducción suficiente.
Cuestiones sensibles.
Funcionó en la correspondencia que le enviaba a Gabriela Palavecino, una testigo de Jehová con la que se carteó entre 1999 y el 2001, y con Roxana, una maestra de 23 con la que se casó el último 24 de septiembre, en la cárcel, tras 4 años de arrebato epistolar.
"Estos casamientos son corrientes", comenta un allegado a los Tablado. "Apenas entró a la cárcel dijo que la cuestión mujeres la tenía resuelta. Le escribían muchas chicas", recuerda, aludiendo a lo que los especialistas llaman "enclitofilia": amor por los criminales.
La relación con Gabriela terminó como todos (hasta hoy) los romances del hombre que en 1996 apuñaló 113 veces a su novia Carolina Aló (17). De una manera abrupta. Ella fue a visitarlo a la cárcel, a gusto de Tablado, con un pantalón muy concesivo ante las miradas ajenas. "Entonces la atacó con una bombilla como arma", cuenta Edgardo Aló, el padre de Carolina. Aquellas cartas escritas por Tablado están en su poder: la atacada se las entregó tras cortar la relación y denunciar que "el oficial de la Gestapo alemana" –más bien morocho y retacón antes que ario– "amenazaba de muerte a toda su familia" y "planeaba realizar varios homicidios".
Como muchas otras, las cuestiones de amor –"tocás a mi hembra y soy un carnicero", escribió–, higiene moral –"tengo muchísimo honor y palabra para destruir a mis enemigos"–, sexualidad –"qué ganas de dártela toda por todos lados"– y respeto a los valores religiosos –"el poder de Satanás es manejado por judíos, masones y clanes"– no son un detalle menor para la idiosincrasia de Tablado. La ha destilado en muchas páginas y la estadística recomendaría que su nueva mujer jamás la pasara por alto. En palabras de Edgardo Aló, "esta chica Roxana está en la lista de espera".
Al filo de los celos. A punto de recibirse de abogado en prisión ("Ahora soy un profesional, no va a haber errores", escribió a pocas líneas de un "por mí le metan bala a quien sea"), Tablado se jacta de pensar como Nietzsche y Marx, apoyar con un espíritu ecléctico a Hitler, Mussolini, Eichmann y el Che Guevara en simultáneo, pero no de superar su inconveniente con los celos.
Es un patrón que se repitió con Carolina Aló, Gabriela Palavecino y también con su flamante esposa Roxana. Sus cartas se indignan cuando elucubra la posibilidad de que lo abandonen; se crispan cuando se imagina traicionado. Es uno de los motivos por los que no ahorra tinta y prescribe a sus destinatarias a quiénes evitar: "no quiero que tus amigas tengan una forma de vida diferente a nuestro concepto de moral".
Sobre Roxana, que fue, dijo, "atracción a primera vista", Tablado comentó poco antes de casarse que en el matrimonio hay tres factores vitales: la atracción, el amor y la confianza. "Aún así –insistía– es posible que haya celos".
La otra obsesión de Tablado es la familia: hasta el día del ataque, a Gabriela Palavecino le prometía, como hoy a su esposa, un horizonte de amor e hijos.
Desmoronamiento.
Entre letras de trazo fluctuante y cursivas que se entremezclan con mayúsculas, la fijación de Tablado con el deber familiar nace en 1996, cuando dio a entender que uno de los motivos por los que habría asesinado a Carolina Aló era que ella había abortado un hijo, frustrando su paternidad. Recurrente, a Gabriela le recriminó haberse embarazado de él para después abortar. Aquellos abortos jamás se comprobaron, pero la obsesión persiste hasta hoy: sobre Roxana confesó que "el año pasado perdió un embarazo".
A poco de conocer a Gabriela Palavecino, Tablado la llamaba "mamá" y firmaba sus cartas como "papá" de sus hijos. "Una mujer me trajo acá. Ahora alzo mis ojos y una mujer me saca, ¿asumís cuál es tu rol en mi vida?" Para el psicoanalista Federico Aberastury, los dibujos familiares en las cartas de Tablado pueden representar elementos que asienten la existencia de un Yo en peligro de desmoronamiento. El uso de grafía árabe, en cambio, podría formar parte de un lenguaje ritual: una escritura psicótica.
"Matar es complaciente". Ni aquellas firmas –"¡¡Te amo!! Tu Bebé"– ni los nombres tentativos para sus futuros hijos –como repite de idéntica manera hoy–, detuvieron lo que siguió. "Abrite de la causa Aló, te vamos a matar", le dijo una voz anónima por teléfono a Gabriela. Ella intuyó que provenía del mismo hombre que hoy espera una reducción de condena y "le agradece a Dios" haber conocido a otra mujer "creada para mí". El mismo que le había escrito que "sería hora que Dios empiece a matar sin piedad a todos los tipos y minas infieles".
Para Edgardo Aló, el régimen de salidas transitorias y la buena conducta de la que Tablado goza desde abril (y que lo llevó al pabellón de evangelistas, según Aló, acompañado de dos "custodios" que protegieron su espalda) sólo se explica por el dinero de su familia, dueña de varias mueblerías en Tigre.
"Es difícil matar, pero cuando tenés una muerte aprendés que es muy fácil y complaciente", escribe Tablado en una de sus cartas. No bastó para que una nueva mujer evadiera el matrimonio. ¿Será hasta que la muerte los separe?
Fuente: Revista Noticias.
Fabián Tablado se casó en la cárcel.
La historia de Fabián Tablado, condenado a reclusión perpetua por matar a su novia Carolina Aló con 113 puñaladas hace ya once años, causó conmoción en su momento: a las características sangrientas, al ensañamiento con la víctima, se agregó entonces otro dato: los celos y la violencia de género no fueron ajenos al episodio. Hoy, el hombre que tiene 31 años y goza de un régimen de prisión morigerada, es nuevamente noticia: ayer se casó en la cárcel de Magdalena con una docente de 23 años a la que conoció por correspondencia, mientras cumplía su condena.
Según relataron los allegados a Tablado, a su ahora esposa, Roxana, la conoció cuando estaba recluido en la cárcel de Sierra Chica y la relación se profundizó a través de cartas durante cuatro años. A la ceremonia, realizada ayer a las 10 en el Salón de Usos Múltiples de la Unidad Penal 36, de Magdalena, concurrieron 50 invitados.
El abogado Ariel García Furfaro, patrocinante de Tablado, aseguró que su defendido está próximo a obtener un régimen de libertad condicional, en virtud de su “buena conducta”, ya que está a punto de cumplir las dos terceras partes de su condena. “Su mayor deseo es irse de viaje de bodas a Mendoza con su esposa y terminar sus estudios de Derecho”, contó el abogado.
García Furfaro comentó que había solicitado un régimen abierto para su defendido y que “la Sala 1 de Garantías de San Isidro se lo otorgó y ordenó su traslado a la Unidad Penal 12 de Gorina (La Plata), que tiene precisamente un régimen semiabierto, pero, desoyendo esta orden, el Servicio Penitenciario lo trasladó a Magdalena”.
El titular del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), Fernando Díaz, explicó que para que una persona contraiga matrimonio en prisión no son necesarios trámites especiales. “Requisitos especiales no; un asistente social realiza los trámites ante el Registro Civil y ante el juzgado que tiene a cargo al interno, y una vez hecho todo se realiza el acto en la unidad, con invitados y familiares de los contrayentes”, como ocurrió ayer en Magdalena.
Ayer, Edgardo Aló, el padre de Carolina, cuestionó los beneficios que tiene Tablado en la cárcel y sugirió que el condenado “ya había tenido una novia mientras estuvo preso, con la cual mantuvo episodios de violencia”.
El crimen por el que fue condenado Tablado ocurrió el 27 de mayo de 1996. El muchacho, entonces de 20 años, mató a su novia Carolina Aló, que tenía 17, asestándole una andanada de puñaladas. Los jóvenes se habían conocido tres años antes y compartían estudios en el colegio Marcos Sastre de Tigre, en el norte del Gran Buenos Aires. Tras el crimen, se supo que habían existido episodios de violencia en la pareja y que supuestamente los celos habrían acosado a Tablado.
Fuente: Página12