La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

El error de Roca.

Carlos Belgrano.

Cuando joven, fui un entusiasta defensor de Julio Argentino Roca, porque en esencia fue un gran Presidente y tal concepto no creo que deba sufrir mutación alguna. Pero tal vez, en virtud al inclemente transcurso de la vida, muchas veces, encontramos que nuestra juventud, ardiente como lo ha sido para nuestra generación, tuvo errores de apreciación, que con la vejez tienden a desaparecer, al igual que nuestras ilusiones y fuerzas para cambiar el estado de las cosas.

Quienes abrevamos en un antiperonismo visceral, como es mi caso, somos de la opinión, que en gran medida su génesis y posterior reproducción, como desde tiempos inmemoriales sucede con la especie de los roedores, se ha debido en parte, al biotipo de sus adherentes. El grueso de ese absurdo movimiento de masas, estuvo compuesto al principio por los "cabecitas negras", como asertivamente los bautizó Evita.

Ése, más que cualquier otro componente fisonómico, fue el vector, para que un formidable embrutecimiento colectivo, coadyuvara a su engrandecimiento, que ha sido indetenible durante estos últimos miserables setenta años de nuestra corta historia.

El Partido Conservador que había promovido Roca, sobre quien volveré en unos instantes, había colapsado para principios de los cuarenta, porque Lenín primero y Mussolini después que él, fueron los artífices de lo que Stálin denominó "la autoridad del número". El caso alemán fue diferente, porque el populismo que también generó Adolfo Hitler, obedeció a la aglutinación de una Nación humillada, famélica y pisoteada luego de la Gran Guerra.

La Argentina que conoció el GOU, aquél fatídico 4 de junio de 1943, no tenía dificultades económicas de ningún tipo. Muy por el contrario, gozábamos de un inagotable crédito externo y la balanza comercial era enormemente superavitaria.

Revisionistas mediocres han afirmado que estos "milicos" encabezados por Ramírez y luego por Farrell & Perón eran fascistoides. Y que ese sentimiento de empatía con el Eje, forzó al Ejército a terminar con Castillo.

Puras pamplinas, producto de la trasnochada imaginación de estos "Nacionalistas", que tanto e irreparable daño le han irrogado al verdadero Nacionalismo. Ramón S. Castillo, que murió en la más cruel de las indigencias, fue uno de los más ilustres Presidentes Argentinos.

La protohistoria redactada por estos "grasas", entre los que sobreviven ese tal Pacho O'Donnell y Felipe Pigna, entro otros tantos "mercaderes de la pluma", como solía apostrofarlos el genial Félix Luna, se han encargado de denostar a este trascendente período, con mofa y sarcasmos deliberados.

Castillo y su Canciller Ruíz Guiñazú eran los simpatizantes más emblemáticos que el nazismo tenía al sur de la frontera mexicana. La neutralidad Argentina, la aceptó a regañadientes, sobre todo por el peso novante de la Gran Bretaña en la mayoría del Conservadorismo, que lo acompañaba en su gestión.

De todos los golpes militares que gestaron las Fuerzas Armadas, éste fue desde un punto de vista ético, el más incomprensible, el más absurdo. Sin embargo se produjo, a mi criterio, por la enorme cantidad de gente ignorante, que en gran medida lo era, por razones étnicas. Demasiados hijos de napolitanos, calabreses, sicilianos, gallegos y asturianos; con más el grueso de una población de raíz indigenista, de los que infortunadamente, de una manera u otra casi todos tenemos un poco. 

Y es ahora cuando considero imperativo exhumar a Roca. Para el otoño de 1846, una curiosa plaga se infiltró en las semillas de papas, que se sembraron a lo ancho y a lo largo de la campiña Irlandesa. En menos de dos años, más de dos millones de Irlandeses habían perecido de hambre. Julio Roca, que como dicen los españoles acerca de los ungidos por el destino, tuvo "estrella".

Comenzó su gestión de gobierno en 1880, rodeado de una nueva generación de jóvenes de innato talento, liderados por Miguel Cané. Había pacificado la Patagonia, desarticulando los temibles "Malones", que se anteponían a ensanchar nuestras fronteras. Y les puso los puntos a los chilenos, cuando le ordenó a los ingleses que levantaran una vía férrea en dirección a la Cordillera, para el transporte de tropas artillería y suministros, como una clara advertencia al gobierno trasandino.

Fueron sus blasones, que nadie, salvo estos chusmas de los zurdos, puede cuestionar sin malicia. Pero cometió dos severos yerros, uno a continuación del otro.

Si bien comisionó al cordobés Del Viso a Europa, para traer inmigrantes, desdeñó la idea de convocar en primer término, precisamente a los Irlandeses, que era uno de los pueblos más avezados en la agricultura intensiva. También a los alemanes del Volga, que pugnaban en los distintos consulados americanos por huir de la tiranía zarista de entonces. Entre ambas comunidades, pudieron sumar más de cinco millones de nuevos Argentinos, con mano de obra excelentemente calificada.

Pero la misión fue un fiasco, porque quienes desfilaron por el Hotel de Inmigrantes de Retiro, fueron en su mayoría itálicos e hispanos, que no venían con deseos de labrar la tierra, sino con ansias de establecerse como pequeñas burguesías metropolitanas.

El segundo yerro roquista, estribó en repartir las ricas tierras neuquinas, rionegrinas, pampeanas y bonaerenses, a una cáfila de parásitos como los Martínez de Hoz, los Menéndez, los Betty, los Guerrero y una veintena más de tradicionales familias "patricias". En lugar de haber imitado a los norteamericanos, quienes entregaron sus enormes territorios a los "pionners", que luego se transformaron en "farmers", generando así a la auténtica burguesía corporativa rural, que fue la palanca de su desarrollo.

Si Roca hubiese franqueado el acceso de esa Argentina virgen, a minifundios, el Peronismo, seguramente nunca nos hubiese golpeado tan fuerte como lo hizo. Ese a mi juicio fue EL ERROR DE ROCA.

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