La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Tierra de cagones. Por Eduardo Rodríguez Paz. |
Corrupción a mansalva.
Como suele haber mucha gente que se escandaliza ante el uso escrito de determinados términos de hábito cotidiano en lo coloquial, procederé a despejar tensiones. Cagón, según la Real Academia Española de la Lengua es, dicho de una ... persona, “alguien muy medroso y cobarde”. Para abundar, que en este caso no daña, el Diccionario de Sinónimos de la Academia se explaya al respecto y sentencia: “Cagón, es aquel cobarde, irresoluto, temeroso, pusilánime, atemorizado, achantado, acoquinado, apocado, tímido, miedoso, encogido, gallina, cagueta, amilanado, medroso”.
Allanado que fue el cimbronazo inicial, hay posibilidad de explayarse con más soltura: Si, estimada lectora, estimado lector, la República Argentina, mi país, el lugar que habito, Patria donde nací y seguramente moriré, es una tierra de cagones. Dicho con todo respeto y absoluta vehemencia: ¡C-a-g-o-n-e-s! Este país nuestro está habitado, en un número mucho más grande que el deseable por gente pusilánime, sin valor ni espíritu.
Individuos que pasan por la vida sin tener la más mínima necesidad de sentar una actitud de coraje, de arrojo o, simplemente, de compromiso con este pedazo de planeta tan pródigo en maravillas naturales que deslumbran al mundo y de posibilidades de calidad de vida elevadas para todo aquel que decida tomarla como se debe, es decir, con templanza, decisión y la cuota de arrojo que brinda satisfacción luego de un logro, de una meta propuesta.
Cada vez tenemos más compañía, en todos lados, de individuos grises, desdibujados, desteñidos, fofos, sin compromiso ni pasión alguna que los encienda. Hace una semana, nada más, se festejó el 25 de Mayo, fiesta Patria si las hay. Mi hija tiene una compañera de colegio, por intercambio estudiantil, finlandesa. De esos finlandeses que suponemos fríos e insensibles.
Luego de terminados los festejos locales de la fiesta maya, le espetó a mi hija: “Ustedes no quieren a su país”. Así, sin anestesia. La sensibilidad de esta adolescente le había permitido vislumbrar qué lejos está la mayoría de los argentinos se sentir amor por su terruño. No había encontrado ninguna manifestación de pasión en estos supuestos fervorosos latinos, desde su supuesta frialdad escandinava. Esa pequeña advertencia no fue casual. Es una manifestación más de los medrosos, apocados y temerosos argentinos.
La falta de verdadero compromiso es lo que hace a la gente del común aceptar mansamente premisas mentirosas con mansedumbre de borregos. Como aquellas de que Juan Manuel de Rosas y Julio Argentino Roca fueron dos asesinos de indios, condenables al fuego eterno. Pero nunca se tomaron el trabajo de averiguar que si no hubiera sido por ellos hoy la Argentina no tendría Patagonia porque los ingleses, al fracasar la invasión a Buenos Aires, trataron de entrar por Chile empujando a los araucanos (mal llamados mapuches) robando ganado, asaltando con sus malones las pocas poblaciones de la época y convirtiéndose en dueños de las llanuras desiertas.
Porque no había población autóctona, era casi un absoluto desierto. Pero para decir la verdad hace falta coraje, no ser cagón. O aceptar sin debate o estudio que los años setenta fueron el apogeo de una represión militar inaudita e injustificada, cuando el propio Juan Domingo Perón, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y Presidente de la Nación, ordenó a las mismas “que hagan lo necesario para que el reducido número de psicópatas que va quedando sea exterminado uno a uno para el bien de la República” (refiriéndose a los guerrilleros de izquierda que enlutaban la Nación), mediante un radiograma a todas las Fuerzas Armadas el 21 de enero de 1974.
Y sin que la memoria justifique lo injustificable de la actuación posterior de los militares, es de cagones esconder la verdad y juzgar sin equilibrio. O endiosar, como viene sucediendo a través de los discursos de Kristina y de toda la arenga oficial que nos abochorna, a “Él”, ese futuro santo de los altares del oficialismo, sin recordar que fue un corrupto que murió con las botas puestas en sus maquiavélicas elucubraciones para conseguir sus fines que la gran mayoría del pueblo rechazaba.
Pero no hay que ser cagón para poder afirmarlo y oponerse a la charanga mentirosa y triunfalista del gobierno nacional. O también hay que olvidar, por ser un cagón que no se anima a llamar a las cosas por su nombre, de las tropelías de Enrique Albistur y Ricardo Jaime, personeros de Néstor Kirchner y ejecutores de cuanta artimaña inescrupulosa y corrupta es posible imaginar en aras de los designios de “Él”.
Y qué decir de las burlas del Poder Ejecutivo a órdenes judiciales que desacreditan a los magistrados y violentan nuestro sistema republicano. La reiteración de situaciones de esa naturaleza plantea hasta dónde es posible que las autoridades ejecutivas sigan minando, con el desparpajo de quienes se sienten impunes y al margen de la ley, las bases esenciales del Estado de Derecho.
Nada de esto es nuevo, por cierto. Néstor Kirchner llegó a la Presidencia con el precedente de haber desobedecido en dos oportunidades, como gobernador de Santa Cruz, la decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de reponer en el cargo al procurador general del Supremo Tribunal de esa provincia. Ha habido otros pronunciamientos que tampoco se han cumplido y se llega así a un punto de desconsideración y pérdida de autoridad judicial que desborda la honorabilidad y sensibilidad republicana de los jueces.
La sociedad en su conjunto debe reaccionar frente a tamañas afrentas al orden constitucional. No con violencia ni con la promoción del recurso último de los juicios políticos -porque no ha llegado el momento para ello-, sino con el ejercicio del voto efectivo para premiar o, en su defecto, castigar con ecuanimidad a los gobernantes. Para que eso suceda, no hay que ser cagón.
Ni qué decir con respecto a la falta de coraje que demuestra la población al no llamar a las cosas por su nombre ante la inédita situación de Sergio Shocklender, parricida y matricida, ex apoderado de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, que recorre los canales de televisión con una auténtica cara de piedra tratando de hacer creer una inocencia increíble, y que ha originado hechos de corrupción y violencia de los que resultan culpables obligados el gobierno nacional y la “vista gorda” de la señora Bonafini y toda la Fundación.
No habrá destino cierto y certeza de futuro de bienestar y justicia si los argentinos no dejan de ser cobardes para afrontar la realidad que actualmente ensucia los días de la República y siembra el descrédito en todos los ámbitos de la Nación, llaman de una vez a las cosas por su nombre y tienen el coraje de votar con raciocinio y templanza las nuevas autoridades nacionales.
Cagones de Pinamar
Y qué decir de lo poco que se dice en voz alta, la que vale, de la corrupción, el desgobierno y la impunidad de Pinamar. Cómo explicar que la máxima autoridad del pueblo se ríe de las acusaciones más que evidentes de manejos prebendarios y amiguistas con su núcleo de poder, dirigiendo hacia los suyos un plan de viviendas para gente de bajos recursos, construcción donde actualmente viven su hija, sobrinas, secretario de gobierno y compinches varios.
Por si no lo sabe, el inmueble de un Plan de Viviendas para carenciados queda en Valle Fértil y De La Palometa. Allí viven integrantes de la familia Altieri, Beto Morales y demás amigos del poder del Lord Mayor. ¿Porqué no se habla más de la fuente de la vergüenza de Bunge y Libertador, monumento bochornoso al escándalo administrativo y a la impudicia gobernante? ¿Será porque en Pinamar hay muchos cagones? ¿Y porqué no se escucha hablar en voz alta del primer acto de gobierno de Altieri al regresar de sus vacaciones pretendiendo restituir en su función a Carlos Eduardo Oricchio, amigo y socio del Intendente, desoyendo la actuación del Concejo Deliberante y del Intendente Interino al respecto? ¿Será porque en Pinamar hay muchos cagones?
Tampoco se oyen clamores contra los injustificables presupuestos del Municipio para hacer un skate park más caro que en Disneylandia, una pileta semiolímpica en el Polideportivo de varias veces su valor verdadero o tantas otras obras que se pretenden llevar a cabo con fondos de los que se debe rendir cuentas y que siempre terminan perdidos en expedientes que el Jefe del Municipio no deja ver a los que corresponde como si se tratara de papeles que conllevan un secreto de Estado. Lo que parece es que el secreto puede ser de corrupción si hay tanto empeño en esconderlos.
Así están pasando los días de Pinamar, como los de la República, entre sospechas, dudas, mentiras, clandestinidad y desconcierto. Hace mucho tiempo leí por ahí que lo deseable para el futuro es que “no existan más los héroes para adecentar el local”. Eso significa que no sean necesarias las actitudes de los valientes para terminar con el mal. Sin embargo, pareciera que todavía en el país y en Pinamar sigue haciendo falta que algunos tengan el coraje necesario para terminar con lo que no debe ser. Sobre todo, para que no haya que hablar nunca más de cagones.
Fuente: Diario de Cariló