La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Oriel Briant, la profesora de inglés. |
Aquella fría mañana del 10 de julio de 1984 las calles de City Bell estaban semidesiertas y todo transcurría con tranquilidad, hasta que los gritos desgarradores de un pequeño de 3 años, que desde el jardín de su casa pedía ayuda y preguntaba por su madre, cortaron abruptamente la calma habitual de los amaneceres en esa zona platense.
Un hombre se acercó a ayudarlo hasta la coqueta casona, sin saber que iba a formar parte de la historia policial que más conmovió a los platenses. Cuatro días después, el cuerpo de la profesora Oriel Briant sería encontrado, con 22 puñaladas y dos balazos, en cercanías de la ruta 2.
Amores y odios. Pasiones ocultas. Sospechas de ritos satánicos. Acusaciones de espionajes. Familias destrozadas. Los ingredientes de la historia, aún no resuelta, que terminó con la muerte de Oriel Briant hicieron que el caso se haya transformado en el que más conmovió a los platenses. Y lo sigue haciendo, a 17 años del secuestro.
El ex marido de Oriel, Federico Pippo, su hermano Esteban y su madre Rosa Romano de Pippo estuvieron 367 días encarcelados con prisión preventiva dictada por el fallecido juez penal platense Julio Desiderio Burlando, quien los consideró autores del crimen, pero luego quedaron libres por acuerdo de fiscales.
Pippo sigue viviendo en nuestra ciudad. En su casa de City Bell, acompañado por su hijo menor, y ya no ejerce como profesor de Literatura y Lengua Española. Hace pocos días el profesor volvió a ser noticia, al demandar a la Provincia y plantear la supuesta inconstitucionalidad de una Ley del Gobierno Provincial, por la que fue echado de la Policía. Quiere volver a trabajar y dar clases en la Vucetich.
Alertados por ese vecino que encontró al niño llorando, efectivos de la comisaría décima llegaron inmediatamente a la casa ubicada en el número 363 de la calle 7 y comprobaron que efectivamente la criatura había quedado sola, pero restaron importancia al hecho. Primer error de una serie de irregularidades.
La instrucción policial recién se tomó en serio cuando EL DIA publicó un preocupante título en la primera página de la edición del 12 de julio: "Investigan en City Bell la desaparición de una joven mujer".
Los errores cometidos en un principio fueron letales para el esclarecimiento del crimen de Aurelia Catalina Briant, de 37 años, conocida como Oriel, cuyo cadáver, apuñalado y baleado, fue encontrado a los cuatro días a la vera de la ruta 2. La mujer tenía cuatro hijos: Martina, Julián, Tomás y Christopher.
En el lugar del hallazgo, los policías intervinientes volvieron a demostrar su impericia al no preservar el perímetro y al redactar mal el acta de inspección ocular y secuestro.
La falta de culpables originó una ola de versiones en las que se mencionó como posibilidad el crimen por encargo o venganza por diversos móviles y no se descartaba que algún amante despechado había cometido el hecho.
Se hablaba de la posible participación de Oriel en una operación de inteligencia inglesa durante la guerra de Malvinas y del descubrimiento de algún dato sobre la represión ilegal en la que pudo haber participado su marido. El hecho de que el cuerpo encontrado en una arboleda en las cercanías de la ciudad de Etcheverry presentaba 22 puñaladas, cortes y dos heridas de bala hizo pensar también que podría tratarse de un rito satánico.
La hipótesis del amante fue la primera en ser tenida en cuenta, por lo que fue detenido el vidriero platense Alberto Menzi, quien a los pocos días fue liberado por el juez Burlando, al confirmarse su inocencia. Descartando el móvil pasional, los investigadores dieron con Charly Davis, un alumno con quien Pippo mantenía una particular relación que habría desencadenado peleas con su esposa.
Este estudiante de literatura y empleado de una embajada de la capital federal mencionó la posibilidad de que su profesor estaría involucrado en el crimen por lo que ambos fueron detenidos y a los pocos días liberados.
Un primo de Pippo, Néstor Romano, dijo en su primera declaración que sus familiares y su tía habían llegado a su stud de la ciudad de Lobos con una mujer rubia pero al ser detenido se desdijo. Con esa declaración, el juez Burlando dictó las prisiones preventivas de la familia Pippo al considerar que todos habían participado en el secuestro, las torturas y finalmente el homicidio de Oriel.
Ante la falta de elementos de prueba de peso, atribuida al mal desempeño de los primeros investigadores, el por entonces fiscal platense Bruno Casteller no pudo acusar, por lo que solicitó el sobreseimiento de la familia Pippo, lo que les fue concedido. De haber sido hallados culpables, los Pippo podrían haber sido condenados a muerte, ya que en ese momento aún regía en el país la pena capital, contemplada en el artículo 142 del Código Penal.
Ya no hay tumba que lleve su nombre, ni lugar adonde alguien pueda dejarle las rosas que tanto le gustaban. Sus restos se mezclan desde hace años en un osario común, junto a los de miles de desconocidos a lo ... a los que nadie reclamó. Ya no hay juez, fiscal ni policía que investigue quién, cómo ni por qué la asesinó.
Ya ninguno de sus parientes quiere hablar de ella. Sus cuatro hijos, su hermana y el abogado de su familia dicen que sellaron un pacto de silencio y piden que no se publiquen notas sobre el tema. Su ex marido no contesta llamadas. Y su última pareja murió en el 91. Sólo una cosa no hay. Es el olvido, escribió alguna vez Jorge Luis Borges.
En los primeros años del 2000 fueron quemados los cuatro tomos del expediente. El cuerpo de Oriel fue exhumado de la tumba 37 del cementerio de La Plata en julio del 91. Nadie reclamó la urna funeraria.
Fuente: Crímenes Impunes