La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Los Freegans.

Por Laura Etcharren.

Desde el constante lamento por los parámetros de vida impuestos en esta sociedad moderna y contemporánea regida por el sistema capitalista, emergen diversos grupos que buscan sobresalir mediante formas de actuar, pensar y sentir distintas a las del común denominador.

Grupos antagónicos a nivel social que nada tienen que ver con las pandillas o las maras. Son, en realidad, Tribus Urbanas o bien, simulacros de comunidades que pretenden cambiar el mundo globalizado con el cliché de paz y amor. Desencantados del mundo y abúlicos hacia todo aquello que no forme parte de sus contextos, los grupos organizados en tribus y/o comunidades llaman la atención no solo por su estética sino también, por sus declaraciones.

Aquellas que descansan en una retórica ciertamente melancólica y distante de los discursos gubernamentales y por supuesto, de los individuos embarcados en la vorágine de un capital cultural y simbólico que se adapta a las construcciones de sentido que les permiten no quedar relegados. Es decir, fuera del sistema.

Los freegans no son individuos provenientes de sectores pobres, tampoco son individuos medianamente desprovistos. Son, sin duda alguna, individuos auto convocados a la marginalidad. Porque detrás de un discurso con características revolucionarias que encierra una premeditada pero ficticia lógica del despojo personal, existe una tendencia sostenida a la diferenciación como consecuencia del hastío que produce la quema de etapas.

Personas, en su mayoría adolescentes, que portan un bagaje sobrecargado de vivencias que no atienden a los tiempos naturales. Razón por la cual, la búsqueda de nuevas experiencias se convierte en una necesidad imposible de evadir al interior de un universo de significados signado por edificaciones contestarias frente al orden social establecido.

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