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Los Illuminati en la Argentina (2ª parte).
Por Gustavo Fernández. |
Se hace difícil dar nombres y apellidos de Illuminati, operantes en Argentina o no. Pero no es tan difícil hacerlo con los de sus CEO (Chief Executive Officers, simples Gerentes operativos). Uno, Munzer Al Kassar. Su accionar en Argentina es más que conocido, y fue brazo operativo de una estrategia Illuminati que consiste en forzar a la gente a gritar “¡al ladrón!” mientras persiguen a un caco menor, a la vez que de guante blanco se viola una bóveda.
En los últimos años, los Illuminati operan también tras la cobertura del fundamentalismo islámico, para generar el clima tanto material como espiritual propenso a sus actividades. Que de esto ya hemos hablado en otros artículos. El beneficio material es el dinero y el poder geopolítico. El espiritual, el miedo, la angustia, la desesperación de millones, alimento de las verdaderas Fuerzas en las Sombras. Munzer al Kassar, desde Argentina, gestionaba la compra de armas brasileras y su reventa a Irán, mientras su hermano Gazzan, con aceitadísimas relaciones con Saddam Hussein, hacía lo propio con Irak.
Los negocios e intercesiones de Al Kassar continuaron en alza. Sus intentos en tierras argentinas no decayeron. Cuando en 1987 la investigación de la revista española “Tiempo” y las denuncias del ex legislador comunista Ramón Tamanes obligaron al gobierno español a expulsarlo sólo por tres años, Al Kassar disponía de un pasaporte argentino y dos lujosos departamentos en los barrios porteños de Belgrano y Palermo.
Algunos años antes, en plena Guerra de Malvinas, la CIA detectó y desactivó media docena de operaciones negras de compra y venta de armas que tenían como destino final Argentina. La Armada clamaba por conseguir misiles Exocet pero las presiones de Estados Unidos fueron tan furibundas que el mismo Muammar Kadaffi debió negarse a proveerlos.
Al Kassar se movió en Francia con sigilo y hasta existen informes sobre el contacto que un emisario suyo trabó con un marino argentino en París, pero el tiempo jugó en su contra y la guerra terminó antes que pudiera concretarse la operación.
En Argentina, supo ser operadora de Al Kassar Amira Yoma, vinculada familiarmente al por dos veces ex presidente Carlos Saúl Menem. La presencia de Al Kassar en Buenos Aires a mediados de marzo de 1992 aventó la sospecha que podría tener alguna vinculación con el atentado a la Embajada de Israel.
Y Amira estaba fuertemente vinculada al Centro Islámico de Buenos Aires, cuyo presidente Mohammed Massud, estaba vinculado comercialmente con el empresario Jorge Antonio. Antonio, precisamente, cuyo hermano, Rubén, asesinara en 1989 a Ángel Cristo Acoglanis, osteópata griego y supuesto amigo personal, se dice, por haber revelado los “secretos de la ciudad intraterrena de Erks”. El caso lo cuenta el ex comisario y escritor de temas policiales Jorge Bonvaiser en "Minuto Uno"
Ángel Cristo Acoglanis tenía montado su consultorio de Buenos Aires, en la calle Callao 1541, pleno barrio de la Recoleta. Había cumplido 63 años cuando Rubén Antonio -cuatro años menor- se presentó el 19 de abril de 1986 a las 10.30 de la mañana. La secretaria del galeno, de nombre Tina, declararía en la Justicia que dejó pasar al hermano de Jorge Antonio a sabiendas del vínculo personal que mantenía con Acoglanis.
Repentinamente alcanzó a escuchar los gritos de súplica del médico: “No lo hagas, negro, no lo hagas”. Tina pudo ver como el socio de Acoglanis esgrimía un pistolón en sus manos, y tembloroso disparaba repetidamente contra el médico hasta darle muerte, en medio de un impresionante charco de sangre.
Casi de inmediato y con el rostro fuera de sí -eso dijo Tina-, Rubén Antonio se trasladó a la comisaría 17ª. Allí entregó el arma homicida y dijo ante el oficial de guardia… “acabo de matar a un brujo y me siento muy aliviado”. La causa por el homicidio se sustanció en el juzgado penal de la doctora María Servini de Cubría.
Con una increíble celeridad que despertó sospechas por doquier, el juzgado interviniente reunió una junta psiquiátrica que dictaminó un estado de insanía en Rubén Antonio. En lugar de ir a la cárcel, el asesino de Acoglanis fue internado en un instituto psiquiátrico y puesto bajo tratamiento por especialistas. Pocos años después, el juzgado consideró que Rubén Antonio había recuperado sus facultades mentales y le concedió una especie de libertad ambulatoria.
El hijo de Acoglanis era un periodista rosarino que intrigado por el enigmático asesinato de su padre, pidió a algunos colegas porteños que trataran de averiguar los motivos del desdichado desenlace de su amistad con Rubén Antonio. Una tarde, los hermanos Antonio se reunieron en un edificio del barrio de Belgrano. Nada se sabe sobre los pormenores de aquel encuentro, pero Jorge Antonio le dijo posteriormente a sus familiares que había quedado impresionado -y angustiado- por los dichos de su hermano.
Instantes después de la reunión, Rubén Antonio se suicidó arrojándose desde la terraza del edificio. El periodista que se encontró varias veces con Jorge Antonio para tratar de concluir los motivos del enigmático asesinato, halló siempre la cerrada negativa del empresario para referirse a dicho asunto. Siempre con amabilidad respondía: “Por favor, no me haga hablar de eso…”. Y este “suicidio” ocurre durante la estancia de Al Kassar en Argentina.
Hace meses, el mismo periodista vio a Jorge Antonio caminando del brazo de su mujer a la salida del complejo Village Recoleta. El deterioro físico era evidente en el caminar pausado y sereno del anciano empresario. Cuando quiso hablarle aunque fuera unas palabras, Jorge Antonio lo apartó con un gesto de disgusto. No habló, su expresión en la cara lo dijo todo.
Mientras tanto, en las calles de Capilla del Monte corre otra versión: que Jorge Antonio era el encargado de cobrar “protección” a los nazis refugiados en Argentina, que Acoglanis lo habría descubierto –en razón de su amistad personal con Rubén- y que su asesinato fue encargado por Jorge, “manipulando” a su hermano para inducirlo a ello.
Asimismo, debemos estar atentos a una nueva estrategia Illuminati. Así como inficionaron partidos políticos, gobiernos o empresas multinacionales, tienen hoy a su disposición un arma interesante: las religiones. Debemos prestar atención no sólo al crecimiento cuantitativo, sino también a la inserción en el poder político y el crecimiento económico de grupos como los pentecostales en general y, en particular, la impulsiva Iglesia Universal del Reino de Dios, de origen brasilero y omnipresente en toda Latinoamérica.
Pero algunos brazos son no sólo católicos, sino fuertemente reaccionarios y ultramontanos. Llegados al país inmediatamente antes de la reelección de Carlos Menem, los “Legionarios de Cristo” (surgidos en México en 1941) cuentan entre sus filas a la ex mujer de Carlos Reutemann (“Mimicha”), el banquero Manuel Sacerdote, la familia Roemmers (dueña de los supermercados “Disco”) y los terratenientes Guerrero.
Carlos Menem tuvo un extraño acercamiento absoluto al ultracatolicismo. La periodista Olga Wornat relata que los cardenales Calabresi y Quarracino tenían enorme ascendente sobre él, y quienes habrían introducido al círculo inmediato de Menem a Mario Rotundo, por recomendación del “capo” Licio Gelli, siendo todos miembros de la logia masónica Propaganda Due.
El ex secretario personal de Menem, Miguel Ángel Vicco, asistió incluso a varias reuniones secretas en un piso de la calle Gelly y Obes, donde unos curas, Rotundo y Menem realizaban prácticas de meditación y programación mental. Rotundo fue luego vocero de Zulema Yoma, ex esposa de Menem y hermana de Amira, y quien gestionó la “protecciòn” familiar de ésta cuando se supo de su escandalete con Al Kassar.
Y gracias a Rotundo, al Kassar conoció a Leonardo Sandri, sustituto en la Secretaría de Estado del Vaticano, es decir, el número tres en la jerarquía detrás del Papa. Nombrado arzobispo en 1997, Sandri es considerado como miembro del club masónico vaticano liderado desde siempre por el arzobispo Marcinkus, el de la quiebra del Ambrosiano (casualmente, fue en una casa, propiedad de Sandri, en la localidad balnearia de Miramar, donde la policía encontró en 2001 a Francisco Trusso, director para la región del Ambrosiano y único que purgó unos años de cárcel).
Fue amigo del ex nuncio para Argentina, Pío Laghi y de monseñor Giovanni Batista Ré. Cuando se produjo en el Vaticano el triple asesinato (el jefe de la Guardia Suiza y su esposa venezolana, supuestamente a manos de un suboficial de la misma que después se suicidó), Sandri actuaba como nuncio apostólico en Venezuela y justamente hacia allí voló, en un ataúd sellado, el cadáver de Gladys Romero de Eastermann, que no fue enterrada junto a su marido Alois, que fue enviado por orden del Vaticano a un pueblo en Suiza, de donde era originario. Y en Venezuela el cadáver de la mujer fue recibido por el cardenal Rosalío Castillo Lara y monseñor Gianni Danti, activos participantes de la Masonería. Todos miembros de la P2.
Recordemos que la P2 se llama así para distinguirla de la P1, creada en Turtín en 1975, y de carácter público. Justamente, la P2 era secreta, creada por el gran maestre Mazzoni para insertar a sus miembros en puntos álgidos de poder y riqueza. La P2 es el ejemplo más acabado de infiltración de los Illuminati en la Masonería, porque va de suyo que la Masonería no es la orden Illuminati sino, como gobiernos, religiones y empresas, algunos grupos son “usados” por los mismos.
Ver 1ª Parte: https://bolinfodecarlos.com.ar/100110_illuminati.htm