La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

¿Por qué los tiovivos (calesitas) no desaparecen?

Por José David.

En este mundo en que guiados por  distintas motivaciones los seres humanos  han  llegado  a  borrar  edificios, calles, estadios y ciudades enteras, cada vez que paso frente a un tiovivo me pregunto ¿qué misterioso poder tienen para no desaparecer, de la faz de la tierra?

Un poco de historia

El primer tiovivo aparece en un bajo relieve del Imperio de Bizancio por el año 500 DC. Las primeras versiones eran muy  inseguras pues no tenían plataformas y  los asientos colgaban de postes o cadenas  y los caballos en  que  se  ubicaban,  por efecto  de  la  fuerza centrífuga, se orientaban hacia fuera y simulaban volar. Se les llamaba: calesitas de caballos voladores.

Por 1648 se tiene referencia de que un viajero inglés lo encuentra en Turquía, donde el maringiale o sarianguik viene a ser la materialización que, del tiovivo, tuvo el rey turco de Estambul. Una de esas  versiones es la que llegará a Europa en 1673 donde tuvo un rápido desarrollo en países como Alemania, Francia, Inglaterra e Italia.

En épocas  pasadas  los  pequeños  carruseles eran  instalados  en  los  jardines privados de la  realeza  pero, con  el  correr  del  tiempo, gracias  a  la aprobación  popular, se volvieron componentes obligados de la decoración urbana y en esa calidad, nos es posible encontrarlos en espacios públicos tales como plazas, ferias,  recreos y  parques. Fue por 1850 cuando el alemán Gustavo Dentzel, los introduce en el mercado norteamericano con un éxito tan inmediato que da lugar a la creación de varias fábricas locales.

Básicamente consiste en  una plataforma (que puede llegar a tener un primer piso) circular y giratoria sobre las que se colocan en tamaño reducido: autitos de carrera o no,  botes, avioncitos, helicópteros, carrozas, lanchas, platos voladores, camiones, tractores, motos y animales tales como: caballitos, cerdos, ciervos, cisnes, conejos, burros, elefantes, jirafas, leones, llamas, perros y tigres. Es sobre estos objetos – en una primera instancia de madera tallada y pintada por artesanos de renombre, – que se ubican los asientos de los pasajeros.

Por 1820 se les agregará el complemento de la música de organitos la que también habrá de aportar su mensaje tranquilizador. En 1891 surge la primera calesita fabricada en Argentina país que luego será el suministrador para toda la región circundante. Originalmente giraban impulsadas por la tracción de un caballo y hacia 1930 lo eran por motores primero a nafta y luego eléctricos. Actualmente todos los elementos ubicados sobre la plataforma llamados figuras y en consecuencia sus asientos, son fabricados con fibra de vidrio lo que permite obtener piezas de gran colorido, mejor aseo y mantenimiento más fácil pero lamentablemente, sin contar con la interesante mano artesanal de antes. 

Algunas de las diferentes denominaciones

Si siguiésemos la descripción que el Diccionario de la Real Academia Española (2001) hace del tiovivo, se trataría de “un recreo de feria que consiste en varios asientos colocados en un círculo giratorio”. Procuraré más adelante hacer un análisis que permita descubrir algunos de los componentes mágicos  que entiendo esta definición deja de lado.

Cuando nos referimos al tiovivo en España, estamos identificando sin ninguna duda, a uno de  los  medios  de diversión predilectos de todos los niños del mundo y que ha recibido distintos nombres en cada uno de los países en que fue adoptado: ringelspiel en Austria, karussell en Alemania, calesita en Argentina y Uruguay, merry go round (vueltas felices o alegres) o carousel en  Inglaterra, giostra o carosello en Italia, sjarjará en Israel, kolotoc en Checoslovaquia, karrusel en Dinamarca, dreaimolen en Holanda y carrosel en Brasil y Portugal, carrousel o manège en Francia donde ambas denominaciones no se aplican indistintamente sino que son usadas dependiendo de si  los elementos que lo componen son completamente fijos o tienen  movimientos hacia arriba y hacia abajo

Los orígenes del nombre tiovivo usado en España desde el siglo XIX es ambiguo y tal vez provenga de la expresión que hacía referencia a la “viveza” del “tío” que lo inventó. El término carrusel aparentemente tiene un origen bélico: del italiano “garosello” que en español equivaldría  a “carosella” (pequeña guerra). 

Análisis de algunos de los elementos

El  niño siempre tiene avidez por conocer el mundo, de extender su mirada. Su curiosidad puede llegar a ser ilimitada y la ciudad moderna parece condicionarlo cada vez más con sus horizontes concretos y artificiales. El  tiovivo podría considerarse como un refugio a esa situación y es con ese espíritu, que la escritora Cristina Suárez (2004) escribió el cuento “La calesita”, publicado en Rumbos, Argentina.

El movimiento circular no solo permite la lección de volver al mismo punto de partida para retomarlo con iguales fuerzas, sino, lo que psicológicamente podría interpretarse como una instancia en la que es posible volver a unir  lo separado. Este formato, ofrece a todos experimentar la sensación de siempre llegar a la meta eliminando así el ánimo competitivo, característico de la carrera. Aquellos que en lo deportivo se autodefinen como eternos perdedores, podrán subirse tranquilos.

Tanto por la forma circular, como por lo corto del tiempo empleado en dar cada vuelta, podemos afirmar que casi no se fisura el contacto ocular entre el niño y su ser querido. Los movimientos hacia arriba y hacia abajo tal vez rememoren  los efectuados cuando fueron acunados por sus familiares, así como esa mínima pérdida de contacto ocular (que sucede mientras se completa la vuelta), traiga a la memoria,  los primeros intentos en que entre madre e hijo, jugaron a las escondidas.

Me he referido a las vueltas que da el tiovivo y quisiera  destacar  que ellas acostumbran a ser lentas, pausadas y siempre a un ritmo constante. Por lo general suelen iniciarse con el sonido de un timbre, el mismo  que  vuelve  a  escucharse  al  final.  Estos  simples indicadores aparentemente sin sentido, tienen por objetivos los de marcar el comienzo y  la finalización  de un ciclo. Otro elemento tranquilizador.

La  música algo monótona y repetitiva, servirá para reforzar la tranquilidad de cada una de las vueltas y para cumplir con ese objetivo, no es necesario que cambie. Roberto Neri (1963).

Muy pocas personas se sienten pasadas de edad o con fuerzas suficientes como para renunciar a un viaje en tiovivo, problema que no llega a ser tal pues es costumbre permitir el acceso a los mayores que deseen acompañar a los  niños. Esta posibilidad, es poco común entre las actividades lúdicas.  La opción de mantener  este contacto próximo, ya no como espectador sino como acompañante, le permitirá participar más de cerca de la sensación de empoderamiento que el niño experimentará transformado mientras cumple los roles de: chofer, piloto, capitán, entrenador, o valiente domador.

Si el adulto en cambio optase  por no subirse,  lo corto de cada vuelta hará que el niño no experimente el temor a la pérdida visual, típica de los juegos de ocultamiento. El contacto se reestablecerá y mantendrá vigente, gracias a pasadas que se repetirán cíclicamente, al mismo tiempo, por el mismo lugar.

Resulta  llamativo que éste pasatiempo no se haya plegado a la moda por la velocidad, ni a la de las músicas estridentes, ambas características comunes de este siglo XXI.

Juan J. Rosa Sánchez y otro (2005) explican que el equilibrio del que se participa en las vueltas proviene de que cada  movimiento de  ida genera otro de vuelta que cierra el circuito con simetría. La misma simetría que existe entre lo que una vez va hacia arriba, luego irá hacia abajo. Los carruseles suelen estar bien iluminados, generalmente  por muchas  lámparas  pequeñas dispuestas en forma de  guirnaldas a las que hay que agregar las colocadas en los camiones, barcos, etc. para darles un aspecto más real. Tanto los colores como las guirnaldas suelen ser amigos del niño.

En las paredes que antiguamente tenían vistas de ciudades y marinas decoradas a mano, en la actualidad  fueron  sustituidas por personajes de W. Disney. 

Luego de haber constatado que todo lo que se le ofrecía como consumidor coincidía con lo que estaba a la vista, se esperaba que el niño cumpliese con el requisito de elegir un asiento Una simple mirada le bastará para optar entre todo lo que se le exhibió sin la complicación de otras sorpresas. La   misma  mirada  con  que previamente había consignado  estar rodeado por  personajes multicolores, risueños y/o, amigables.

Es probable que el niño en su gran inocencia haya intuido que ninguno de esos autitos jamás circulará por calles y avenidas, que ninguno de  los  barcos tampoco  lo  hará por ríos y mares, que los aviones no surcarán los cielos o que ninguno de esos animales jamás llegará a asustar o a ser agresivo. Que las tazas gigantescas giratorias  no podrán nunca ser usadas. Que los caballos rojos, verdes, amarillos y azules no existen con esos colores ni tampoco pueden mantenerse eternamente en posición de  bailarines. Sabe que el mundo dispuesto sobre ese gran plato giratorio, no tiene nada en común con la vida real, de ahí sus características lúdicas

Tal vez sea por eso que después de la elección, cada uno de los niños aportará individual e independientemente su imaginación,  (aún estando callado), para el disfrute de ese gran objeto a ser compartido. Será fácil comprender por tanto  que la existencia de los espejos sobre las paredes de los tiovivos, no son casuales. Tienen como cometidos los de  reflejar los buenos estados de ánimo de sus ocasionales pasajeros.

Casi todo está dispuesto pues, para que los mensajes que se generen sean placenteros y llenos de seguridad.

El tiovivo encierra otros juegos a parte del de las escondidas y los balanceos. Pueden generarse  movimientos parecidos a los de la hamaca, del avioncito, el sube y baja, etcétera y mismo en sus giros, hay autores que reconocen a los del trompo.

Luego de considerar estos puntos, propongo abrir el debate que nos lleve a analizar si:

a)  ¿El carrusel es o no un juguete?

b) ¿Es que el niño/pasajero llegará o no a estar en situación de juego? y finalmente

c) ¿Será posible inferir que la disminución paulatina pero constante del número de tiovivos, podrá considerarse como el presagio de una total desaparición futura  o, como tantos otros componentes del patrimonio cultural,  desembocará siendo otra pieza más de algún  museo especializado?

Para finalizar y a modo de resumen diré que el tiovivo permite que el adulto oparticipe con el niño si así lo desea, hace posible mantener el contacto ocular, ofrece al niño la sensación de poderío, de disfrutar de un lugar sin sorpresas desagradables y alejado de situaciones competitivas, de coparticipar individualmente con compañeros de las más diversas clases sociales sin crear redes ni compromisos. Ofrece  la posibilidad de participar de un gran juguete colectivo lleno de brillos y fantasía. Todo esto circunscrito dentro de una especie de carpa de circo de reducidas dimensiones pero abierta para que, montado sobre los más diversos vehículos haga volar su imaginación sin que ninguno de  los animales se escape

Fuente: Revista La Ludonauta.

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