La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Están todos, "anche" las viejas. Por José Luis Milia. |
El sainete que estamos viviendo por obra y gracia de la dirigencia política ha salido de la liviandad de su género para convertirse en una tragedia de pésima calidad. La obra viene montada de hace años pero quienes la escribieron fueron plagiados – para peor - ciento de veces, los actores son cada vez peores y los personajes a representar, cada vez más infames.
En realidad los papeles no son muchos ni variados, los ha venido repitiendo el tango desde hace años en su mitología. No hay nada nuevo. Pero los personajes ya no tienen el nimbo que Manzi, Contursi o Discépolo le supieron dar. Están todos, el malevo, los fiolos, los piolas del barrio, las viejas y, por que no, hasta la costurerita. Todos ellos acompañados de la patota como coro. Pero éste, sin la grandeza de una tragedia griega, ya no queda extasiado frente a los acordes de un bandoneón sino que le rinde tributo a la guaranguería del bombo.
Están todos los personajes, pero ya no son lo que eran. El malevo, no es hoy aquel hombre de pocas palabras, fiel hasta la muerte a sus amigos, de códigos estrictos y listo para marcarle un barbijo al – o a la - que le faltara. Hoy, devenido en matón de micrófono, es un vociferante malcriado que intenta hacer de la vulgaridad un arte, al mismo tiempo que exhibe con orgullo su destreza para escaparse de cualquier situación comprometida. Cultor del "animémonos y vayan" ha salido, por indicaciones del guión, a rememorar y actualizar viejas peleas que nunca lo tuvieron como actor.
Las "viejas", no son las sufridas madres que se agrietaban las manos lavando ropa para que el "nene" tuviera todo, desde educación hasta el primer traje, O las que amorosamente le planchaban el "lengue" antes de un baile. Hoy viajan en "executive", hacen negocios, sobre todos con desaparecidos y reapariciones, festejan cada vez que un avión se estrella contra un rascacielo y aseguran que los chicos de ETA son una rama jaranera de los boy scouts.
Los "fiolos", están donde siempre estuvieron, más allá del Riachuelo y la General Paz, adueñados de los feudos prostibularios del conurbano bonaerense a fuerza de arreglos e infidelidades, más dedicados al apriete telefónico que a tumbar urnas y fiscales y siempre dispuestos a llevar adonde sea, como prostitutas mal pagas, a una multitudinaria majada que vota a cambio de casillas de chapas o lavarropas.
Los "piolas del barrio", que son los que más abundan, están en todos lados. Son diputados, senadores y concejales, gobernadores, intendentes y ministros, maestros de la pirueta y saltimbanquis consumados, se han vendido tantas veces que parecen los viejos cheques con múltiples endosos. Se encuentran en escritorios del quince por ciento, en ministerios de seguridad dando cátedra sobre "sensaciones de inseguridad" mientras día a día se asesinan obreros para sacarle dos pesos o se viola, "p'amenizar la velada", a una mucama que sale de madrugada en el conurbano para llegar a tiempo a su trabajo.
Son sindicalistas que compran campos y departamentos en dólares mientras sus obras sociales dan lástima y en el prontuario oficial de enfermedades reaparecen la tuberculosis, la sífilis y la lepra y hay provincias donde es endémica la desnutrición. Están en escuelas que nunca se van a hacer o en caminos sin destinos pero asfaltados dos y tres veces. Son los de los proyectos "geniales": los mil días del Riachuelo, la isla de aeroparque, el avión estratosférico y el tren bala y, por supuesto los del:"no supimos, no pudimos o no quisimos".
Pero están también disfrazados de opositores vírgenes que por arreglos espurios votan a un terrorista como defensor del pueblo, o ataviados con una toga virtual que, ellos creen, les cubre la indecencia de fallar según lo exige el poder.
Están, por supuesto, arriba de un avión de combate, si es que estos aún vuelan, en fragatas que zarpan para ningún lado o parados al lado de un tanque para sacarse la foto del recuerdo. Del recuerdo de cuando empezaron una carrera soñada y cuando Honor y Patria aún eran palabras que se erguían como torres inconmovibles.
Hoy, estos "piolas de barrio" uniformados de lacayos a los que les falta la peluca enharinada y que agachan la cabeza cada vez que una cómitre de látigo solícito les pega cuatro gritos están siempre más atentos a cualquier negocio que les propongan que al respeto y consideración de sus subordinados, y han comprado, con alevosa cobardía, el derecho a gritarle a un soldado voluntario, a que sus mujeres sigan siendo invitadas a cócteles y recepciones o a que, si se portan bien, les den una embajada.
Triste imagen de "rodar como potranca que la pechan en el codo" es la que exhibe la República en cada función de esta opereta guaranga, donde tienen nombre y apellido quienes la escribieron y los que día a día se suman al elenco, pero que no tendría razón de ser sino fuera que alrededor de ese siniestro escenario, sentados en butacas de mala muerte hay un público – nosotros – que se banca todo, que mansamente aplaude cuando se lo mandan, ríe cuando le dicen que ría y, sin necesidad de órdenes, casi siempre llora.
P.S.: Ya se que falta la costurerita, pero escribir esto me ha asqueado. El que quiera, que escriba sobre ella. No le cobraré derechos de autor.
Fuente: La Historia Paralela.