La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

La verdadera Matrix II.

Por Gustavo Fernández.

Realmente es imperativo retornar a un enfoque (el “esotérico y/o extraterrestre”) que en lo personal me apasiona. Y digo retornar porque los lectores más antiguos rememorarán que algunos de los primeros trabajos sobre el particular publicados en esta revista atañían a esas hipotéticas filiaciones Illuminati. Luego, a medida que pasaba el tiempo, los enfoques giraron más hacia la economía de mercado, la lectura sociopolítica y otros matices de igual interés e importancia. 

Es obvio que coincidimos en esta publicación distintas vertientes. Por ejemplo, supongo que muchos de nosotros estamos cuando menos acostumbrados a estos enfoques heterodoxos. Pero asimismo sé que muchos lectores se acercarán “desde afuera”, simplemente atraídos por esta temática específica a la cual y desde su respetable punto de vista lo esotérico o extraterrestre les es totalmente ajeno, cuando no banal. Sin embargo, creo que todos contamos con la sensatez suficiente para escuchar qué tiene el otro que decir y sacar nuestras propias conclusiones. 

La observación de alguien en el sentido de “no creer en lo esotérico y extraterrestre” es respetable, pero señala en su misma naturaleza un hecho de capital importancia. Lo esotérico existe, en tanto y en cuanto sindica a cualquier agrupación que se vale de escalafones probacionistas y de naturaleza iniciática.

Si aunado a ello se encuentra una arraigada creencia en lo preternatural, queda conformado el cuadro de Illuminati = sociedad esotérica (que no es lo mismo que sociedad secreta, que puede o no ser esotérica). La propia naturaleza “consanguínea” de los grupos de poder —muchos emparentados por lazos de familia o de matrimonios entre sí, piezas intercambiables de un gigantesco juego de ajedrez donde las alianzas se suceden entre tirios y troyanos a espaldas de la masa— suma lo suyo en esta especulación sobre la persistencia histórica de un entramado esotérico.

Y —aquí llego al punto— cuando se observa que esos grupos de poder no hesitan en acudir a técnicas de naturaleza “espiritual” tenemos el derecho de preguntarnos: si los Illuminati son lo suficientemente inteligentes, a través del tiempo —amén de otras “cualidades” que obviamos referir por caerse por su propio peso— para “creer en esoterismos”, ¿no deberíamos preguntarnos si, después de todo, no habrá en esas creencias resultados prácticos? 

Y no hablo aquí de “resultados prácticos” en el sentido de que manipulen las creencias de los demás en concurso con sus propios fines, o que “hagan como que creen” —como estoy seguro hacen muchos “dignatarios” no tan “dignos” de muchas de las Iglesias constituidas— sólo por la conveniencia que emana de ello.

Hablo de Illuminati, de poderosos en lo económico, político y militar que creen, practican, acuden a disciplinas y herramientas metafísicas (“más allá de lo físico”) para la obtención de sus fines. Me parece poco lógico suponer que un individuo, más aún, un colectivo de individuos sea lo suficientemente astuto, capaz y hábil para manejar los hilos del mundo y a la par irreflexivo, ingenuo, crédulo, supersticioso e ignorante para “creer en cosas que no existen más que en su imaginación”.

O se tiene capacidad de observación y análisis, o no se la tiene. Más aún: si estos grupos persisten a través de los tiempos en adscribir a lo esotérico, es porque el viejo método del ensayo y el error les ha enseñado que sí; que funcionan. 

El problema es que —otra vez— chocamos contra “las no creencias”. O, mejor dicho, la creencia en la no creencia. Si alguien con formación en el materialismo dialéctico está firmemente convencido de que todas estas son paparruchadas —y está convencido desde hace tiempo— descartará a priori el advenimiento de la hipótesis del uso de herramientas “espirituales” por parte de los grupos en el poder porque, como él ya sabe, NO puede tal cosa existir. 

Repasemos la Historia. Estadistas y dictadores; reyezuelos y monarcas de imperios, estrategas militares, doctos ministros han acudido al servicio de astrólogos, parapsicólogos, tarotistas, han formado parte de cenáculos espiritualistas, han contado con su “monje negro” —en la acepción más rasputiniana de la palabra— muchos de ellos, seguro, habrán sido apenas brutos encaramados a la fuerza en el poder.

Pero, vamos, nos guste o no, comulguemos o no con sus ideologías, sabemos bien que muchos otros no. Y hasta los tecnócratas de la economía han usado y siguen haciéndolo recursos muy “new age” para el gusto de algunos con miras a optimizar sus beneficios. Que un grupo dilecto de esos poderosos, entonces, emparentados, aliados a través del tiempo, usufructúen esas herramientas y se colegien de alguna manera que nos es ignota —y a la que sólo por costumbre le damos el apelativo de Illuminati— es algo que se cae por su propio peso. 

Pero aquí, lamentablemente, algunos comenzamos a hablar distintos idiomas. Porque para unos lo “esotérico” (es decir, lo espiritual como instrumento de conocimiento) es sólo una paparruchada o, en el peor-mejor de los casos, un recurso de manipulación de los miedos de las masas. De manera que saldríamos de los límites temáticos de esta nota pues tendríamos que retrotraernos a la fuente de la cuestión, es decir, debatir qué hay de cierto y qué no en lo “espiritual”, en lo “metafísico”, en lo “parapsicológico”, con lo cual, como saben, la abundancia de “off topics” haría que hasta uno mismo terminara por aburrirse de la lectura. 

Vayamos al grano: La perspectiva de la víctima. 

Quienes han pasado por ello por regla general defienden apasionadamente a sus manipuladores, asegurando que solamente les han “enseñado la luz”... o han sido transformados de alguna manera milagrosa. El “nacimiento de la conversión” es una frase “amable” para designar el lavado de cerebro... y cualquier estudio acerca del lavado de cerebro debe de comenzar con el estudio del resurgimiento Cristiano en la América del siglo XVIII. 

La macabra historia de la manipulación. 

Aparentemente, Jonathan Edwards descubrió accidentalmente las técnicas durante la cruzada religiosa de 1735 en Northampton, Massachussets. Induciendo sentimientos de culpa y aprensión aguda, e incrementando la tensión, los “pecadores” que asistían a sus reuniones de resurgimiento acababan rompiéndose y sometiéndose completamente.

Técnicamente, lo que Edwards hacía era crear condiciones que limpiaban el cerebro para que la mente aceptara una nueva programación. Una vez un predicador, o un líder de una religión, un manipulador o una figura con autoridad crea la fase en que el cerebro puede vaciarse y quedar limpio, sus víctimas quedan completamente abiertas. Nuevas instrucciones, en forma de sugestiones, pueden sustituir a sus ideas previas. Como Edwards no enviaba mensajes positivos hasta el final del resurgimiento, muchos aceptaron las sugestiones negativas y actuaron, o desearon actuar, según ellas. 

Charles J. Finney fue otro renacentista cristiano que utilizó las mismas técnicas cuatro años más tarde en conversiones religiosas en masa en Nueva York. Las técnicas son todavía usadas por renacentistas cristianos, cultos, empresas piramidales, y los ejércitos, por citar sólo unos pocos.

Déjenme señalar aquí que no creo que la mayor parte de los renacentistas religiosos se den cuenta de que están usando técnicas de lavado de cerebro. Edwards simplemente insistió en un sistema que realmente funcionaba, y otros no hicieron más que copiarle y lo siguen haciendo más de doscientos años después.

Y cuanto más sofisticado es nuestro conocimiento y nuestra tecnología, más efectiva es la conversión. Estoy profundamente convencido de que esta es una de las principales razones del incremento del fundamentalismo cristiano, especialmente en su variedad televisiva, mientras la mayor parte de las religiones convencionales declinan. 

Las tres fases del cerebro. 

Aunque los cristianos fueran los primeros en formular con éxito el lavado de cerebro, hemos de mirar a Pavlov, el científico ruso, para obtener una explicación técnica. En los primeros años del siglo pasado, su trabajo con animales abrió la puerta a ulteriores investigaciones con seres humanos. Tras la revolución rusa, Lenin vio rápidamente el potencial de la aplicación de las investigaciones de Pavlov a sus propios fines. Pavlov identificó tres estadios diferentes y progresivos de la inhibición transmarginal. 

El primero es la fase equivalente, en la que el cerebro da la misma respuesta a estímulos débiles o fuertes. La segunda es la fase paradójica, en la cual el cerebro responde más activamente a los estímulos débiles que a los fuertes. Y la tercera es la fase ultra-paradójica, en la que las respuestas condicionadas y los patrones de comportamiento pasan de positivos a negativos o de negativos a positivos. 

Con la progresión a través de cada fase, el grado de conversión se hace más efectivo y completo. Las formas de conseguir la conversión son muchas y variadas, pero el primer paso habitual en el lavado de cerebro religioso o político es trabajar con las emociones del individuo o del grupo hasta que alcanzan un nivel anómalo de ansiedad, miedo, excitación o tensión nerviosa.

El resultado progresivo de esta condición mental es la disminución de la capacidad de juicio y el incremento de la sugestionabilidad. Cuanto más se mantenga o intensifique esta condición, más se agrava. Una vez se alcanza la catarsis, o primera fase cerebral, la conquista completa de la mente es más fácil.

La programación mental preexistente puede ser reemplazada por nuevos patrones de pensamiento y conducta. Otras armas usadas frecuentemente para modificar el normal funcionamiento del cerebro son el adelgazamiento, las dietas radicales o altas en azúcar, las incomodidades físicas, la regulación de la respiración, el recitado de mantrams en la meditación, la exposición de misterios asombrosos, efectos especiales de luz y sonido, la respuesta programada al incienso, o intoxicación por drogas.

Se consiguen los mismos resultados en los tratamientos psiquiátricos contemporáneos con electroshock o con la disminución intencionada de los niveles de azúcar en sangre inyectando insulina. Antes de hablar del modo exacto en que algunas de la técnicas se aplican, quiero señalar que la hipnosis y las técnicas de conversión son dos cosas diferentes, y que las técnicas de conversión son mucho más poderosas. Sin embargo, ambas se usan a la vez frecuentemente... con poderosos resultados.

Cómo trabajan los predicadores evangelistas.

Si quiere ver a un predicador renacentista en plena faena, en su ciudad hay probablemente varios. Vaya a la iglesia temprano y siéntese en la parte de atrás. Probablemente, se tocará una música repetitiva mientras la gente va llegando. Un ritmo repetitivo, idealmente de 45 a 72 “golpes” por minuto (un ritmo cercano al del corazón humano), es muy hipnótico y puede generar estados alterados de la conciencia en un alto porcentaje de personas. Y, una vez se está en estado alfa, se es al menos 25 veces más sugestionable que en estado beta de plena conciencia.

La música es probablemente la misma en todos los servicios, o tiene el mismo ritmo, y muchas personas pueden caer en estados alterados de la conciencia en cuanto entran en la iglesia. Subconscientemente, recuerdan su estado mental en servicios anteriores y responden de acuerdo con la programación post-hipnótica. Mire a la gente mientras espera que comience el servicio. Muchos muestran signos externos de trance: relajación corporal y ojos ligeramente dilatados. A menudo, se balancean adelante y atrás sentados en sus sillas. Después, el sacerdote entra. Y suele hablar con una “voz rodada”.

Técnica de la “voz rodada”.

La “voz rodada” es un estilo repetitivo y rítmico usado por los hipnotizadores cuando quieren inducir un trance. Lo usan también muchos abogados, algunos de los cuales son consumados hipnotizadores, cuando desean introducir firmemente una idea en la mente del juez, la prensa, el público o el cliente. La voz rodada puede sonar como si el orador estuviera hablando con el ritmo de un metrónomo, o como si estuviera enfatizando cada palabra con un estilo monótono y repetitivo. Las palabras son pronunciadas habitualmente a un ritmo de 45 a 60 por minuto, maximizando el efecto hipnótico.

Luego, el pastor comienza el proceso de “construcción”. Induce un estado alterado de la conciencia y/o comienza a excitar a los oyentes. Después, un grupo de jóvenes suelen salir a cantar. En mitad de la canción, una de las fieles puede ser “poseída por el espíritu” y caer al suelo o actuar como si el Espíritu Santo estuviera en su interior. Esto incrementa muy efectivamente la intensidad en la habitación.

En este punto, las tácticas de hipnosis y de conversión están siendo mezcladas. Y el resultado es que la atención de la audiencia se focaliza en la comunicación a medida que el ambiente se hace más excitado o tenso. Más o menos en ese momento, cuando se ha conseguido un estado mental alfa colectivo, es cuando pasan el cesto de las donaciones. En el plano de fondo, la voz rodada del predicador puede exhortar “Dad a Dios... Dad a Dios... Dad a Dios...”. Y los asistentes dan.

Puede que Dios no tome el dinero, pero su representante sí que lo hace. Después aparece el orador “amenazador”. Induce el miedo e incrementa la tensión hablando acerca del “diablo”, “ir al infierno” o de la proximidad del fin del mundo. En el último show de este tipo al que asistí (hace bastantes años; sospecho que las herramientas se deben haber optimizado aún más desde entonces), el predicador habló acerca de la sangre que pronto manaría de cada boca en la tierra. Estaba también obsesionado con la “sangrienta lanza de Dios”, que todos habían visto colgada sobre el púlpito la anterior semana. No tengo ninguna duda de que todos la vieron.

El poder de la sugestión dada a cientos de personas en la hipnosis asegura que al menos del 10 al 25 por ciento de ellos verán cualquier cosa que se les sugiera que han de ver. En la mayor parte de las reuniones renacentistas, “testificar” o “ser testigos” sigue usualmente al sermón basado en el miedo. Gente del auditorio se levanta y relata sus historias. “¡Estaba impedido y ahora puedo andar!” o “¡Tenía artritis y ahora se ha curado!”. Son manipulaciones psicológicas que funcionan.

Tras escuchar numerosos casos de historias de curaciones milagrosas, el tipo medio de la audiencia con un problema menor está convencido de que puede ser curado. La sala está cargada con miedo, culpabilidad, intensa excitación y expectación. En ese momento los que quieren ser curados se alinean alrededor de la habitación, o se les dice que salgan al frente. El predicador puede tocarles la cabeza firmemente y gritar “¡Sana!” Esto libera la energía psíquica y, para muchos, resulta la catarsis.

La catarsis es la purga de las emociones reprimidas. Unos individuos pueden llorar, caer al suelo o incluso tener espasmos. Y si la catarsis se efectúa, tienen una posibilidad de curarse. En la catarsis (una de las tres fases cerebrales mencionadas anteriormente), el cerebro queda temporalmente vacío y se aceptan las nuevas sugestiones.

Para algunos, la curación puede ser permanente. Para muchos, puede durar de cuatro días a una semana, que es, incidentalmente, lo que duran las sugestiones hipnóticas dadas a un sujeto en estado de sonambulismo. Incluso si la curación no es duradera, la vuelta de estas personas a la iglesia cada semana asegura que el poder de sugestión va a anular continuamente el problema... o a veces, tristemente, puede enmascarar un problema físico que perjudicará al individuo a largo plazo.

No estoy diciendo que no ocurran verdaderas curaciones. Ocurren. Puede que la persona estuviera lista para dejar de lado la negatividad que causó el problema en principio; puede que fuera obra de Dios; pero creo que pueden explicarse con el conocimiento actual del funcionamiento de la mente/el cerebro. Las técnicas y la representación pueden variar de iglesia a iglesia. Muchas usan “el don de lenguas” para generar la catarsis en algunas personas mientras el espectáculo crea intensa excitación en los observadores.

El uso de técnicas hipnóticas por los religiosos es sofisticada, y los profesionales aseguran que son cada vez más efectivas. Un sonido potente y el uso adecuado de la iluminación son de primera importancia para inducir un estado alterado de la conciencia.

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