La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Líder sobrenatural.

Por Alfredo Leuco.

Cristina quiere ocupar, simbólicamente, el lugar de Hugo Chávez. El país le queda chico y pretende ejercer un liderazgo regional, a la vanguardia de la revolución. El obstáculo más grande no se lo han puesto las corporaciones a las que simula combatir, sino los sectores populares de la Argentina que no están dispuestos a “dar la vida por Cristina”, como sí lo harían en Venezuela por Chávez o en la Argentina del ’45, por Perón.

Es tan frenética su desconfianza que se recostó casi solitariamente en La Cámpora, y eso ayudó a desnudar su modesta capacidad de movilización, que incluye a miles de estudiantes de la pequeña burguesía urbana. El aparato del pejotismo ortodoxo de los intendentes solía llevar a los más humildes a los actos. Eso ya no existe.

La multiplicación del empleo y el consumo lograron reclutar el voto de las barriadas más pobres del Conurbano para Cristina en 2011. Y si la economía no se desmadra, es muy probable que siga manteniendo esa ventaja comparativa. Pero su soberbia de lenguaje hiperideologizado en desmedro del sentido común le puso distancia a esa relación.

Chávez y Perón sí lograron enamorar a la base de la pirámide social. Carisma, sensibilidad y palabras sencillas que no posee la comunicación de una militante setentista que mutó en exitosa abogada o en millonaria progre. Ayer en PERFIL, Artemio López citó a Perón en La Hora de los Pueblos para argumentar que los medios sólo impactan en el 10% de la población “idealista” y que la realidad económica personal y familiar empuja las decisiones del 90% “materialista”.

Coincido. El ciudadano de a pie se mueve al compás de su experiencia y no al de la música de los medios. Pero agrego que tampoco se moviliza por las consignas que le inyectan los militantes universitarios o el Fútbol para Todos. Es una ilusión paternalista e irrespetuosa con el subsuelo sublevado de la Patria creer que se lo puede “melonear” con discursos épicos carentes de realidad. Las grandes mayorías votaron por Cristina y tal vez lo sigan haciendo, pero no la sumaron a la estampita de Perón o Evita. Los millones que desbordan colectivos y trenes todos los días no saben quiénes son Diego Gvirtz o Ernesto Laclau. Se ponen de pie con lo que sufren o disfrutan en carne propia y con el instinto que les dio la experiencia.

Por eso, la fractura social expuesta que fomentó Néstor y profundizó Cristina existe con fuerza, pero sólo en la epidermis dirigencial y no en lo profundo de la comunidad. Esos sectores registraron que Duhalde, Lavagna y Néstor los habían sacado del pozo. Por eso le renovaron el crédito a Cristina, que encarnó la continuidad. Pero hoy padecen ese “amesetamiento” que a Cristina le costó tanto pronunciar.

La impericia de los parches espasmódicos frenó todos los índices buenos o los hizo caer. Se ve con claridad en la destrucción de puestos de trabajo en la industria en general y en la construcción en particular. El caudillismo del nacionalismo autoritario hace que Cristina redoble su apuesta mientras más aislada está. Lo que Dante Caputo llama “caprichismo unipersonal”. Por eso “vinieron por todo”, tal como anunció hace un año. Sus iniciativas tienen ese sello totalitario implícito en aquel anuncio que no deja nada para nadie.

Hoy está mucho más claro qué significa ir por todo. La etapa de dividir al máximo a la sociedad y a sus organizaciones ya quedó atrás. La segunda fase de injuriar y degradar a los que no comulgaban con sus ideas fue superada. El tercer ciclo de cooptar dirigentes y entidades con dinero del Estado está en funcionamiento. Ahora ingresamos en el último y definitivo período: el de controlar absolutamente todo. Igual que el periodismo, ahora es tiempo de la Justicia militante.

La colonización de los espacios institucionales y de poder con el objetivo de cambiar el régimen. Una intelectual brillante lo advirtió primero. “Van a intentar construir un nuevo régimen”, dijo Beatriz Sarlo. Y dio en el blanco. La reforma de la Constitución está en marcha hasta tanto Cristina no diga con todas las letras que no va a buscar ningún tipo de atajo para presentarse en las elecciones en 2015 como candidata. Va en el mismo rumbo que sus hermanos bolivarianos: abandonar el sistema republicano liberal y democrático.

Por eso, no se conforman con gobernar con mano de hierro y prepotencia. Esa es una consecuencia y no la causa. Censurar la opinión diversa, someter a los tribunales, quebrar la cohesión social, sojuzgar a la oposición y a sus gobernadores o intendentes, tupacamarizar al movimiento obrero y arrodillar a los empresarios tiene una explicación superior. Instalar un nuevo régimen en el que Cristina pueda ser presidenta en forma eterna o inventar alguna fórmula del tipo “Zannini al gobierno, Cristina al poder”. Por eso, el secretario de Legal y Técnica, el gran timonel, les dijo a varios intendentes que no se preocuparan: “Esto sigue, no nos vamos”.

Tanto Chávez como Correa y Evo Morales fueron pioneros. Todos cambiaron sus Constituciones y les dieron un nuevo soporte a sus sueños dinásticos. Esa épica se llamó “socialismo del siglo XXI” en el caso de Venezuela, “revolución ciudadana” en Ecuador y “socialismo comunitario” en Bolivia. Ahora le toca el turno a la Argentina. No alcanza con “el modelo productivo de desarrollo con inclusión social de matriz diversificada”. Es más que eso, dice Cristina: “Es la década ganada”. Están en operaciones, para tomar el cielo por asalto, y por lo tanto no tienen tiempo ni ganas de reparar en detalles menores, formales, o privilegios burgueses.

No tienen problemas en llevarse puesto todo lo que consideran accesorio. La revolución (y Cristina) está por encima. Hacer votar a diputados que eran ministros, exigir que los jueces digan cuál es su ideología, cristinizar el Consejo de la Magistratura, convertir Comodoro Py en una unidad básica, pactar con el nazismo iraní, obligar a los ciudadanos a mirar los diarios y canales que ellos quieren. Todo vale para concientizar sobre los nuevos tiempos o para dinamitar la Corte Suprema que ellos mismos parieron.

El entorno se cierra cada vez más. La Cámpora representa eso. La nueva dirigencia. La militancia que no está contaminada con el viejo régimen. La Cámpora cumple, Cristina dignifica. Vienen por todo, vale todo y está todo dicho. “La fuerza de Chávez es superior a los tratamientos médicos”, dijo Nicolás Maduro. “Les dimos un año más de vida a los argentinos”, dijo Cristina, que divide para reinar y que, si pudiera, tal como ella misma lo confesó, se candidatearía a Papisa. Se ven a sí mismos como líderes sobrenaturales ubicados a la izquierda de Dios padre.

Fuente: Perfil.

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