La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Algo anda mal en Disney World. Por Oscar Taffetani. |
“Algo está podrido en el Estado”. O si no: “Algo huele mal en Dinamarca”. La frase del príncipe Hamlet tuvo distintas traducciones a lo largo de la historia, y ninguna pudo alterar su esencia. En ciertas situaciones -enseña Shakespeare- en las que ciertas palabras o declaraciones invitan a pensar que vivimos en el paraíso, un solo dato en contra, un dato que no encaja con el resto, nos basta para percibir el “mal olor”, nos basta para concluir que bajo de todo ese montaje lo que hay es una insostenible podredumbre.
Cuidar al inversor
Según han informado las agencias, la flamante empresa Walt Disney Mundo SA Inc. (sic) compró por un millón de dólares, a fines de octubre, un terreno cercano a San Pedro, provincia de Buenos Aires, donde se propone construir -dicen las fuentes- el “Disney” argentino.
“El terreno -señala un cable- de más de 130 hectáreas y con una isla en su interior, está ubicado en el kilómetro 9 del camino a la Vuelta de Obligado, y en él ya puede verse un cartel que reza: ‘Max Higgins presenta Walt Disney Mundo SA Inc. en la ciudad de San Pedro, Argentina. Próximamente’ ”.
“En declaraciones radiales realizadas en las últimas horas -sigue el mismo cable- el intendente Barbieri confirmó que estuvo reunido con los inversores y añadió que éstos ‘no pidieron nada’ a las autoridades para comenzar a trabajar en la radicación de lo que se llamaría Disney Mundo...”
Curioso: en lugar de preguntar, la multinacional Disney Mundo, cuáles serían los requisitos para instalar un parque Disney cerca de la Vuelta de Obligado (emblema de la lucha por la soberanía nacional, para algunos nostálgicos), es el mismo intendente de San Pedro, representante de las fuerzas vivas, quien se pone contento porque “no pidieron nada”. Así están las cosas, en Argendisney.
Miedos VIP
“La posibilidad de que el dólar se dispare, a que los secuestren, a no vivir para siempre, la inseguridad, y perder su estándar de vida, quita el sueño a los más pudientes”, concluye un sondeo de opinión publicado por el diario Perfil poco antes de las elecciones.
“Según esta investigación de mercado premium, enfocado a los consumidores de mayor poder adquisitivo de la pirámide (NSE AB), que son alrededor de cien mil hogares según los últimos datos del INDEC, los más jóvenes son quienes manifiestan claros deseos de abandonar el país...”
“Otros miedos que aparecen en los argentinos más adinerados es la preocupación por la inseguridad y el miedo a ser víctimas de secuestros, la constante revisión de hechos del pasado ‘forzada’ por cierta clase política (‘setentismo’) y, por último, no poder ‘comprar la inmortalidad’ ”, leemos en otro pasaje del informe.
“En la investigación surge claramente el terror de los más pudientes -completa- a que la economía se derrumbe el día después de las elecciones. En especial, los hombres jóvenes, ligados a actividades comerciales o empresariales: ‘Yo creo que ahora no estamos en crisis pero me parece que en cualquier momento se va a disparar el dólar’, dicen”.
Suspendemos allí la trascripción del informe. Sentimos vergüenza ajena.
Burbujas argentinas
Mientras se instala un Disney en la Vuelta de Obligado; mientras avanzan a todo vapor, en la ciudad de Buenos Aires, proyectos inmobiliarios como Puerto Madero 2 y como la llamada Reurbanización de Retiro (eufemismo para decir que se comprarán y revenderán, a precios internacionales, los terrenos de la Villa 31), las noticias que salen en otras páginas de los diarios (en las páginas policiales, las páginas rojas, las páginas de la tristeza) hablan de chicos masacrados y arrojados a los basurales; hablan de chicos exterminados por el paco o forzados a prostituirse, o bien empujados a la ilegalidad para cumplir con el antiguo hábito (y derecho) humano llamado comer.
Por suerte -piensan los VIP- después de las elecciones no se disparó el dólar; hay tranquilidad en los mercados. Todo bien, entonces, en esos mundos paralelos, en esos mundos que no se tocan. Todo bien mientras la burbuja de los satisfechos (así los llamó, con precisión, el economista liberal John Kenneth Galbraith) no roza algún costado de la áspera realidad social.
Aunque la Gravedad, esa vieja ley física formulada por Newton tras la caída de una manzana en su propia cabeza, no perdona. Y la Gravedad nos dice que, tarde o temprano, la burbuja de los satisfechos rozará el áspero suelo de la precariedad y la pobreza. Y nos dice que ese encuentro, violento, a muchos les traerá tristeza.
No habrá tristeza (es decir: no habrá más tristeza) para los hijos del desamparo. A ellos, como dijo el poeta, “un relámpago trunco les cruza la mirada”.
Sí la habrá para los satisfechos, para los que creen que es posible construirse un pequeño paraíso, custodiado por expertos, a donde no lleguen los pobres o las malas noticias. A ésos, a los satisfechos, un día sus hijos les dirán, como aquel príncipe de Dinamarca enloquecido de cordura: “Algo está podrido en el Estado”. O también, para adaptarlo a los tiempos que corren: “Algo anda mal en Disney World”.