La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Un crimen de película. Por Marcelo Benini. |
Hace seis años un asesinato ritual conmovió al país: Gabriela Vásquez, de 21 años, asesinó a su padre a puñaladas “para liberarlo del demonio” e intentó hacer lo mismo con su hermana de 29, quien también participaba del exorcismo. El sangriento episodio, ocurrido en una casa de Villa Urquiza, parece escapado de un film de terror.
La escena que los policías presenciaron cerca del mediodía del lunes 27 de marzo de 2000 en la vivienda de Manuela Pedraza 5873, casi esquina Ceretti, fue tan o más escalofriante que cualquiera de las que puede verse en El exorcista (1973), la película de William Friedkin basada en el best-seller de William Peter Blatty.
Luego de concurrir al lugar ante una denuncia de los vecinos por ruidos molestos y alertados por los alaridos provenientes del interior, los agentes de la Comisaría 49ª rompieron el cristal esmerilado de la puerta de entrada y fueron testigos del momento exacto en que el dueño de casa era apuñalado repetidamente en la cara por su hija menor.
Cuando por fin pudieron derribar la puerta e ingresar se encontraron con un cuadro espantoso: el cuerpo sin vida de Juan Carlos Vásquez (50) yacía en el living sobre un charco de sangre tras haber recibido más de cien tajos en todo su cuerpo. A su lado estaban sus hijas Gabriela (29), muy herida, y Silvina (21), quien aún tenía en su mano el cuchillo Tramontina que había utilizado para consumar su propósito y con el que también pretendía matar a su hermana. Las chicas, que al igual que el padre estaban desnudas y bañadas en sangre, se hallaban en estado de trance y con la mirada extraviada.
“Satán está aquí”
El comisario Juan Carlos Hamerschmidt relató en su momento que la menor de las Vásquez estaba fuera de sí, gritando obscenidades e invocando al demonio, mientras la mayor mostraba una actitud más pasiva. “Nos llamó la atención su grado de sometimiento”, expresó.
“¿Qué quieren? Esto no es real, váyanse”, les gritó Silvina a los policías con voz ronca, casi de hombre. “El diablo estaba en papá. Mamita, mamita, ahora papito va a volver bueno”, continuó profiriendo. La joven tenía tanta fuerza que hizo falta toda la brigada para controlarla.
Incluso consta en el sumario que uno de sus integrantes fue despedido varios metros cuando la chica apenas lo tocó. Uno de los hombres le escuchó decir “Satán está aquí” y balbucear palabras incoherentes en un idioma indescifrable. Cerca del cadáver se encontraron evidencias de un macabro ritual de purificación: una Biblia ensangrentada, con el Libro de los Salmos marcado, recipientes con sangre diluida, velas blancas, inciensos y carbones humeantes y cuadernillos de alquimia con instrucciones para la purificación de personas: uno de ellos terminaba con la frase “Al principio da miedo”.
Las puertas y ventanas estaban cerradas y trabadas y las canillas abiertas, todo de acuerdo con los instructivos. Estos elementos provenían del Centro Alquímico Transmutar, ubicado en Córdoba 1590 y propiedad de Sergio Etcheverry, del que las Vásquez eran asiduas concurrentes.
Silvina participaba del curso “Gran Operador de Alquimia Fase 2” y con Gabriela eran alumnas del curso “Cómo conocer a su ángel de la guarda”. Esa estrecha relación motivó que la Justicia clausurara preventivamente el lugar por unos días, aunque el magistrado de la causa nunca citó a declarar a su responsable pese a los numerosas señales que así lo aconsejaban.
“La escena del crimen era indescriptible. Parecía que la casa estaba inundada de sangre, que en realidad se había mezclado con el agua que salía de las canillas abiertas. Es una de las imágenes más impresionantes que vi”, recuerda José María Campagnoli, fiscal del Crimen de la Fiscalía de Saavedra, oficina que investigó los hechos. A Ignacio Irigaray, secretario de Cámara, le produjo una fuerte impresión descubrir, en medio de ese brutal contexto, la foto panorámica del viaje de egresados de una de las chicas en una de las paredes.
Las huellas del horror
Uno de los uniformados dijo que al cuerpo le habían sacado los ojos y que había signos de canibalismo, de hecho vieron a las dos hermanas escupir pedazos de la cara que le habían arrancado al padre a mordiscones. La víctima tenía además cortes esotéricos sobre su torso, consistentes un círculo que encerraba un triángulo.
Ese signo de purificación le fue realizado mientras estaba con vida, es decir que Juan Carlos Vásquez lo consintió. Silvina lo agredió mientras estaba de pie y así lo muestran los rastros de sangre emanada hacia abajo. La autopsia reveló que las cuchilladas más violentas fueron hacia su cabeza y cuello y que la mayoría de ellas eran en forma de cruz.
Las heridas que le provocaron la muerte fueron especialmente las producidas en el cuello y la cara: Silvina decía que por allí se había “metido el muñeco”. La creencia de que Satanás entra por la cara la habría llevado a tajear más tarde el rostro de su hermana. Otro de los policías señaló que había sangre por todos lados, hasta en el techo, y que escuchó hablar a un hombre (se refería a la voz gutural de Silvina), aunque la única persona de sexo masculino yacía inerte en el piso.
Las hermanas fueron detenidas e internadas en el Hospital Pirovano, a donde ingresaron con convulsiones. Gabriela dio un nombre falso y dijo que tenía 45 años, mientras Silvina pronunciaba frases incomprensibles en un acento que algunos interpretaron como portugués.
“La más jovencita parecía un angelito”, comentó un enfermero. “Mi papá tenía el demonio en el cuerpo y se lo pasó a mi hermana”, fue la versión que Silvina dio horas después acerca de los sucesos ocurridos en la casa de Villa Urquiza. A los pocos días las chicas fueron trasladadas al Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano, donde siguieron sumergidas en su mundo de satanismo y purificación.
Silvina continuó impostando la voz de un hombre y expresando repetidamente “Soy el Purificador, soy el Purificador” o “Papito, ahora estás bien”. También la acusaba a Gabriela de mantener el diablo en su cuerpo. “Satán entra en los cuerpos y mora ahí”, aseguraban las hermanas a los psiquiatras del Moyano.
El discurso de Silvina cambió una semana después del hecho: “Soy inocente, estuve poseída por Sergio. Lo único que quiero es que se investiguen las cosas como corresponde para salvar a otras familias”. Su diagnóstico inicial indicó que padecía “trastornos globales en relación con la realidad”, en tanto Gabriela mostraba una personalidad borderline (fronteriza) con una imaginación tendiente a la desmesura.
Graciela Cachafeiro, una de las internas del Moyano, conoció a Gabriela Vásquez, quien le contó que Sergio Etcheverry era un demonio que se había metido en el cuerpo de su hermana y le manejó la mano con el cuchillo. “Ella decía ‘Silvina creía que mi papá estaba dentro de un muñeco de plástico y que había que romperlo para que saliera’. Mi hermana está loca, pero porque tiene el espíritu del demonio dentro”.
Relaciones peligrosas
Hasta aquella fecha trágica la familia Vásquez aparentaba ser como cualquier otra. Juan Carlos trabajaba como empleado en un negocio de venta de bulones, mientras que Silvina estudiaba Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires y Gabriela había abandonado la carrera de Diseño de Imagen y Sonido, también en la UBA.
Sin embargo los Vásquez creían que la casa donde vivían desde hacía tres años estaba embrujada y que la comida se descomponía por acción de los espíritus, por lo que dos semanas antes del parricidio iniciaron las prácticas de purificación. Incluso el padre destrozó el espejo del baño porque creyó ver en él la imagen del diablo.
La familia llegó a Villa Urquiza proveniente de Lomas del Mirador en 1997, dos años después de la muerte de Aurora Gamarra, madre de las jóvenes y esposa de Vásquez. La mujer, a quien los viejos vecinos de esa localidad recuerdan como “obesa y con las piernas plagadas de várices”, padecía de diabetes desde muy joven. Esa enfermedad le cobró una pierna primero y le produjo la muerte en 1995, cuando tenía apenas 38 años.
Margarita Fernández, madre de una de las mejores amigas de Gabriela, recordó cuando Silvina culpaba a su hermana por la muerte de su madre. “La insultaba y le pegaba. Yo creo que tiene que ver con que dormía con el padre”, reveló, aportando un nuevo dato en esta truculenta historia.
Las sospechas de una relación incestuosa son ratificadas por numerosos testimonios de vecinos. Esta hipótesis adquiere fuerza debido a que en el pene de Vásquez fueron hallados restos de semen. Los forenses dijeron que podía ser causado por el proceso de la muerte o por una relación sexual no acreditada.
“Suponiendo que Vásquez haya abusado sexualmente de Gabriela, Silvina no podía aceptar a su padre como el responsable de tal acto: todo era culpa del Diablo, que se había posesionado de él para luego invadir el cuerpo de su hermana -afirma la psicóloga Isabel Monzón-. Con su delirio, la joven podría estar hablando de un diabólico padre que cometía abuso incestuoso contra Gabriela y, tal vez, también contra ella misma”.
Caso cerrado
En octubre de 2000 Gabriela Vásquez fue sobreseída por la Justicia y desde principios del año pasado vive en Berisso a cargo de su tío Pascual. Si bien inicialmente se la consideró alienada mental y junto con su hermana derivada a la Unidad 27 del Servicio Penitenciario, ubicada en el Hospital Moyano, a los pocos meses los médicos recomendaron su externación debido a que no es demente en el sentido jurídico.
No obstante debe seguir tratamiento ambulatorio, psicofarmacológico y psicoterapéutico. Se cree que la estructura familiar determinó en ella una falla en la construcción del proceso lógico de pensamiento y la tendencia a sostener como reales los parámetros mágicos que motivaron su predisposición autosugestiva. La situación de Silvina es diferente: fue declarada ininputable porque no comprendía la criminalidad de sus actos. Las pericias psiquiátricas determinaron que sufre esquizofrenia y que es peligrosa para sí y para terceros, por lo que continúa internada en el Moyano.
El diablo se llama incesto [1]
La noticia ocupó, durante algunos días, la sección policial de los diarios argentinos: dos hermanas, Silvina (21 años) y Gabriela (29), el lunes 27 de marzo de 2000, mataron a su padre, Juan Carlos Vásquez, dándole más de cien puñaladas. El diario Clarín subtitula: "Tragedia en Saavedra: Un asesinato vinculado al Satanismo".
Mientras que, en su edición del 3 de abril, La Nación nos recuerda: “El diablo vive en Saavedra. Lo dijo Leopoldo Marechal en su novela Adán Buenosayres y hay quienes así lo creen ahora. El asesinato de Juan Carlos Vásquez a manos de sus hijas, con más de un centenar de puñaladas, es el motivo que resucita esa creencia.” [3]
Los Vásquez estaba convencidos de que algo maligno habitaba con ellos en el departamento de Manuela Pedraza 5873. Mientras que, para los vecinos, esos ruidos provenían simplemente de gatos, los Vásquez creían que su casa estaba habitada por espíritus, relata la cronista Virginia Messi del Clarín. Los tres vivían en el barrio porteño de Saavedra desde 1997, año en el que murió Aurora Gamarra, madre de las jóvenes y esposa de Vásquez.
Como consecuencia de una denuncia que los vecinos hicieron por ruidos molestos, los policías acudieron al departamento de los Vásquez. Escucharon gritos y voces roncas y, como nadie les abría, tuvieron que romper los vidrios de la puerta. Allí estaban: el hombre y las dos jóvenes, los tres desnudos. Silvina, mientras acuchillaba todavía al padre, gritaba: "Esto no es real. Mamita, mamita, ahora papito va a volver bueno". Los policías, "quedaron shockeados por la escena: había sangre por todos lados, el hombre ahora estaba tirado en el piso, desangrado, con un profundo corte en el cuello”.
Internadas
“En caso de que haya que contenerlas, hace falta tener mucha fuerza”, señalaba una fuente de la unidad policial. Se trataba de medidas de extrema seguridad. De allí que las hermanas Vásquez fueron internadas en dos celdas aisladas de la U27, dependiente del Servicio Penitenciario Federal que se encuentra en el Hospital Psiquiátrico para mujeres Braulio Moyano.
A cuatro días de cometido el parricidio, Jorge Sberna, jefe de prensa de ese Servicio, declaraba ante Página 12: “Son celdas individuales, no están esposadas, pero las medidas que se adoptaron son de extrema seguridad”. Pese a que la U27 está reservada a mujeres, la custodia de las hermanas Vásquez era, por lo menos en esos momentos, masculina.
Muy pronto la Justicia y la prensa argentinas asociaron el crimen con el hecho de que Silvina Vásquez frecuentaba un centro de esoterismo llamado Transmutar. La primera hipótesis de la policía fue que el asesinato haya sido inducido por el dueño de ese centro.
El sábado 1º de abril, luego de entrevistar al juez a cargo de la causa, la cronista de Clarín informaba que, de comprobarse que las hermanas estaban psicóticas y que el crimen no hubiera sido inducido, según el Código Penal el caso quedaría rápidamente cerrado.
Cuando el diablo mete la cola
A cuatro días de ese homicidio "ritual", los periodistas Alejandra Dandan y Horacio Cecchi de Página 12, relataban que las dos hermanas Vásquez seguían encerradas "en su propio mundo de satanismo y purificación". Pese a que el parte oficial señala que ambas se estaban "lúcidas y clínicamente estables", Silvina en repetidas ocasiones imposta la voz como si fuera un hombre, repitiendo:
“Soy el Purificador, soy el Purificador. Papito, ahora estás bien”. En sus conversaciones, sostiene Sberna, Silvina también revela un pensamiento mágico que no coincide con su capacidad intelectual. “Es obvio un severo trastorno de la personalidad”.
Por su parte, Gabriela pasa por frecuentes alucinaciones: dice que ve al diablo y escucha ruidos producidos por Satán. Silvina la acusa de mantener al diablo en el cuerpo: “El muñeco saltó a tu cuerpo”. Ambas deambulaban entre picos de euforia y profundas depresiones.
Durante la noche del jueves 30 de marzo, Silvina despertó repitiendo el nombre Sergio. El nombre alude al de Etcheverry, director de Transmutar, en donde Silvina figura inscripta en el curso "Gran Operador de Alquimia Fase 2". Además, ella y Gabriela aparecen registradas como alumnas de "Cómo Conocer a su Ángel de la Guarda".
El dato es uno de los que permiten a la fiscalía sospechar vinculaciones de Etcheverry con el caso. Pero no es el único dato: el triángulo encerrado dentro de un círculo grabado con el cuchillo sobre el abdomen del padre es igual, según los testimonios, es igual al símbolo de Transmutar. [4]
El fiscal de instrucción, José María Campagnoli, solicitó el procesamiento del caso. De todos modos, formalmente la causa no continuaría avanzando hasta que las dos hermanas Vásquez fueran evaluadas por una junta de especialistas encargada de dictaminar si son o no imputables, de acuerdo con su perfil psicológico.
Los investigadores encuentran a Silvina como la más activa en el escenario donde fue asesinado Juan Carlos Vásquez. “La policía la vio sobre el cuerpo de su padre, y entró cuando estaba atacando a su hermana. Les fue muy difícil contenerla”. (Otra vez se habla de una furia incontrolable).
Por su parte, en la nota que Página 12 publica el 29 de marzo, el periodista testimonia que los investigadores estaban trabajando "sobre la hipótesis de que, más que delirio místico, haya existido algún tipo de inducción. Como quien dice, una manito de Satán"
Sin embargo, Alejandro Frigerio, investigador del Conicet afirma “en general, los grupos satánicos no existen. Son muy raros, muy pocos. Está sobre exagerada la presencia de estos supuestos grupos”. Su colega Pablo Semán expresó que “el llamado problema de las sectas es parte de los que inventaron el nombre sectas.
Porque secta no es un vocablo inocente. Cualquier cosa religiosa fuera de lo tradicional siempre es vista críticamente”. En cuanto a los móviles del crimen, Frigerio sostuvo que la idea de que matar gente para sacarle el demonio son cosas típicas de las películas de Hollywood. No de un grupo religioso.
"Un grupo religioso, por lo general, aunque crea en Satán y que haya que exorcizarlo, tiene rituales que nunca involucran matar a nadie. Cuando alguien mata, ya es más una cuestión de idiosincrasia y de personalidad que de creencias”. Semán concluyó: "Es más importante la estructura psicológica de las chicas o de la familia que la del grupo. El grupo cataliza algo. Pero la presión de un grupo nunca puede ser tanta.
Así como es difícil cambiar algo que uno cree, es difícil instaurar algo que va muy en contra de lo que uno podría ser. Yo tiendo a creer que, en este caso, hay algo muy importante del lado psíquico de las chicas. No negaría de ninguna manera la eficacia del grupo, pero no me parece que la causa del crimen sea ni la trayectoria social de las chicas, ni sus creencias religiosas". Frigerio y Semán parecen saber del psiquismo de las chicas Vásquez más que algunos psicólogos y psicoanalistas que opinaron sobre el caso.
El delirio habla
Freud compara al trabajo del psicoanalista con el del arqueólogo. El arqueólogo encuentra restos; por ejemplo, pequeños pedazos de algo que, por su contextura y forma, pudo haber sido una vasija. Es como armar un rompecabezas, sólo que, en el caso de las piezas arqueológicas, son muchas las faltantes.
La estructura que va tomando esa incompleta vasija, lleva al arqueólogo a suponer, no sin cierto grado de incertidumbre, como podría haber sido completa. De manera similar, el psicoanalista obtiene, del relato del paciente, recuerdos, sueños, delirios. O ante sus ojos se ponen en evidencia síntomas.
Son las pistas que lo llevan a suponer como pudo ser, en el pasado, la vida de ese sufriente ser humano que se presenta en el consultorio. Alguien que lleva a cuestas una historia que nunca pudo ser del todo escrita, narrada, recordada. El psicoanalista, entonces, fabrica sus construcciones, busca los sentidos que subyacen detrás de los síntomas, de los sueños, de los delirios.
Un delirio es como una pesadilla de la cual es difícil despertar y también es siempre un relato de algo que verdaderamente sucedió, lastimando severamente al alma. Es que así como todo delirio es un discurso, también es una denuncia. Solamente hay que estar dispuesto a creer que quien delira dice su verdad como puede, y animarse a descifrar el delirio.
Tal desciframiento se vuelve imposible cuando el profesional que atiende a una persona que delira considera que la psicosis tiene un origen genético. Según el psicoanálisis, la psicosis consiste en una enfermedad mental sin compromiso orgánico. A través del brote psicótico, se rompe el vínculo con la realidad exterior y se crea, con alucinaciones y delirios, otra nueva realidad.
Esta enfermedad del alma es producto, entre otras cosas, de la desmentida, es decir aquella defensa psíquica por medio de la cual se niega la percepción de la realidad y su significado. Realidad y significados que tuvieron que ser, forzosamente, siniestros. El único camino de ese yo desesperado es huir hacia la locura.
Una señal anticipatoria es el "signo del espejo": el yo que se está quebrando necesita ir, una y otra vez, a mirarse en el espejo, en un último intento desesperado de conectarse consigo mismo y con la realidad. En la casa de los Vásquez ya no había donde mirarse, todos los espejos habían sido destruidos. Y esto va más allá de la metáfora.
Escuchemos a Silvina, cuando pocos días después del crimen, pedía que "se investigue el caso como corresponde para salvar a otras familias". Ella nos señala claramente el camino. Miremos hacia esas otras familias en las que suceden cotidianamente abusos y maltratos. Silvina también declaró que había visto cómo un muñeco entraba y salía del cuerpo de su padre y quería penetrar en el de su hermana. Aseguró que era el demonio.
Silvina lo denuncia todo el tiempo y claramente: "Esto no es real. Mamita, mamita, ahora papito va a volver bueno". Ella no podía aceptar a su padre como un abusador incestuoso: todo era culpa del Diablo, que se había posesionado de él. Con su delirio habla de un diabólico padre que cometía abuso incestuoso contra Gabriela y, tal vez, también contra ella misma.
Aunque la psicosis produce un sufrimiento indecible, en los casos que el trauma psíquico es muy grande y/o cuando una persona, por su fragilidad psíquica, no tiene capacidad suficiente para elaborarlo, prefiere romper el vínculo con la realidad a enfrentarla.
Quienes trabajamos con sobrevivientes de abusos sexuales sabemos que se inician en la infancia. Es fácil, entonces, hacer la hipótesis que Vásquez abusaba de sus hijas desde pequeñas y que, como es frecuente, la madre veía con el rabillo de un ojo lo que el otro le negaba. Entonces, Silvina también desmiente el haber tenido una madre cómplice: peleaba con Gabriela, la acusaba de ser la responsable de la muerte de Aurora Gamarra. No cuestiona a su madre sino que culpa a su hermana.
Desmentida y sugestión
Durante la causa, uno de los policías relató que aquel lunes trágico, luego de que sus compañeros y él ingresaron en la casa "endiablada", le había sucedido algo extraño: al intentar ponerle las esposas a Silvina, salió despedido unos tres metros. “No nos dejaba pasar, amenazaba con un cuchillo.
Pero yo no la escuché hablar a ella: escuché a un hombre. Todo el tiempo decía ‘Satanás’ y ‘el diablo’, decía que era el Purificador". Tal como afirma un periodista, el policía no habla en potencial, afirma que el sonido de esa voz ronca emanado por Silvina, no era una voz grave de mujer, era un hombre:
"Yo escuché a un hombre”. Pero el único hombre de la habitación estaba ya muerto, tirado en el suelo. El trastorno para el policía no terminó. Más cosas extrañas se sucedieron. Habla de las investigaciones y del momento en que intentaron entrar a la página web del Centro Alquímico de Buenos Aires Transmutar.
“No podíamos”, dice. Habla de un embrujo: “Eran tres páginas y tardamos tres horas y media en copiarlas. Primero no entrábamos, después no podíamos copiar el disquete. Después intentamos en otra máquina, lo copiábamos y no podíamos abrirlo”. El derrotero se extendió hacia nuevas computadoras y más discos de copiado. Finalmente, consiguieron tomar los datos e insertarlos como prueba.
Evidentemente, la policía estuvo presa de la sugestión. El diablo andaría haciendo de las suyas. Es inconcebible pensar que Vásquez abusó de sus hijas. Es inconcebible también suponer que en los hogares en donde hay un padre - policía, ese padre pudiera ser un abusador.
Margarita Fernández, madre de una de las mejores amigas de Gabriela Vásquez, testimonia: "Gabriela dormía con el padre". "Silvina le gritaba a Gabriela: 'Por tu culpa se murió mamá. Vos la mataste'. La insultaba, le pegaba y la rasguñaba. Después Gabriela aparecía en mi casa, cuando venía a visitar a mi hija". Ella cree que toda la tragedia se vincula con que "Gabriela dormía con el padre".
La versión sobre esta relación incestuosa circula con fuerza, señala el periodista Rolando Barbano en el Clarín del 31 de marzo. Pero, a pesar de las declaraciones de estos testigos y de la sórdida escena que los policías describieron, en todas las notas que los tres principales diarios argentino publicaron sobre el tema, la palabra incesto o el término relación incestuosa, aparece una sola vez en Clarín, dos en Página 12 y dos en La Nación.
Este último diario informa que el juez Campagnoli, a cargo del caso, afirmó que no estaba claro aún si había una relación entre el asesinato y el incesto. "No lo descarto", dijo. En el pene de Vásquez había restos de semen. (¿Qué es lo que no descarta el Juez? ¿Si hubo o no incesto o si el crimen fue su consecuencia?)
La desmentida llega de todos lados. Un hermano de Vásquez que declaró en la causa afirmó que desconocía que hubiera vínculos inmorales en la familia. Tal vez esta declaración no sea una desmentida sino una mentira.
Ley del Padre y prohibición del incesto
El diario La Nación testimonia que “había una Biblia ensangrentada, con los salmos 119 a 122 subrayados, y un cuadernillo de apuntes de Transmutar, donde se explicaba cómo hacer una novena de purificación”. Es de hacer notar que el salmo 119, Elogio de la ley del Señor, se distingue de todos los demás: es muy extenso y monótono, en tanto repite incansablemente las mismas ideas y palabras.
En esa insistencia se recurre una y otra vez a la Ley del Señor, Ley que es tanto fuente de consuelo y salvación para quienes la cumplen como repudio para quienes la infringen. El salmo 120, muy breve en su extensión, se denomina Súplica de aquel que sufre la traición y la mentira y refleja la situación de los humildes y desposeídos “que viven en una sociedad dominada por la agresividad y la mentira”.[5]
Desde el punto de vista psicoanalítico, la sociedad humana se funda sobre una ley: la prohibición del incesto. Ley que, si se ha instaurado, es para censurar la trasgresión. Las jóvenes Vásquez tenían que acudir a la Ley Divina solicitando que el Señor cuidara de ellas: su padre, al transgredir la Ley humana, de padre tenia sólo el nombre.
Y la madre, Aurora, las había abandonado hacía ya mucho tiempo. Primero, con su enfermedad y segundo, con el maltrato que ejercía hacia Gabriela. Un maltrato que tenía como excusas la drogadicción y promiscuidad sexual de su hija mayor. ¿Qué hizo Aurora ante el abuso sexual de Juan Carlos hacia la hija? Aurora desmentía la trasgresión de la ley.
También ella, como madre, tenía sólo el nombre. Además, acusaba a Gabriela de promiscua y la echaba de la casa. Una madre y un padre que no obran como tales, no existen ni aunque estén vivos.[6] O, peor aun, enloquecen a sus hijos. Es factible que, para esta madre, la responsabilidad del incesto recayera sobre Gabriela. Silvina, por su parte, se identificaba con Aurora, considerando a Gabriela la culpable de su muerte. Mientras que, en su delirio, no era su amado padre el autor de esta tragedia sino el mismísimo diablo.
El psicoanalista Rolando Karothy, entrevistado por Página 12, dice haber investigado casos de parricidio a lo largo de la historia. Opina que el caso de las hermanas Vásquez parece obedecer al "desencadenamiento de una psicosis". Ese parricidio sería el producto de "un delirio compartido".[7]
"Durante siete siglos los romanos consideraron al parricidio como un crimen imposible, y como tal no estaba legislado". Padre e hijo formaban una unidad. El hijo no tenía derechos hasta después de la muerte del padre. Séneca le enseñaba a Nerón que los crímenes son tanto más perpetrados cuanto más duramente se los castiga. Y al parricida, después de evaluar si ese crimen era posible, se lo castigaba de la forma más dura que se pueda imaginar. Lo echaban dentro de un saco con serpientes y lo arrojaban al Tíber.
En nuestra legislación, la idea de que el parricidio es increíble permanece, porque ni siquiera se lo puede nombrar como un delito: se lo designa como "homicidio agravado por el vínculo". Lo mismo pasa con el incesto, que se lo llama abuso sexual o violación agravada por el vínculo. De allí que Silvio Galimberti plantee la necesidad de incriminación autónoma del incesto".[8]
Lo que Karothy no dice es que, según parece, no existía castigo para el filicida. Por su parte, cuando Freud analiza el mito de Edipo, omite que la tragedia se desencadena con un intento de filicidio: Yocasta y Layo acuerdan enviar a matar a Edipo cuando un oráculo les anuncia que ese hijo, al llegar a adulto, iba a matar al padre y copular con la madre. Más aún: mucho antes de su historia con Yocasta, Layo habría sido maldecido por haber cometido paidofilia.
La ley, insiste Karothy, "es una de las figuras simbólicas, del padre, como cuando uno dice padre de la patria, o padre del aula para referirse a Sarmiento, son padres simbólicos. Todo homicidio es un atentado a esa referencia simbólica a la ley. Todo homicidio es un parricidio".
La concepción de este analista es un punto de vista, o más bien, una de las tantas ideologías que circulan y, a veces, nos colonizan el alma, sin dejarnos pensar con nuestra propia inteligencia. En mi opinión, que pudiera ser calificada también de ideológica, Silvina y Gabriela Vásquez cometieron parricidio porque no había Ley humana que las protegiera del padre abusador.
El desencadenamiento de la psicosis y el parricidio fueron los únicos recursos que encontraron para poner fin a ese crimen del incesto. Incesto que, como todos, hace sentir a sus víctimas que viven en el infierno. Al incesto suele ponérsele fin con derramamiento de sangre.
Caso cerrado
El 26 de julio de 2000, Clarín publica: "Asesinato en Villa Urquiza. Un juez dictaminó que las hermanas Vásquez son no imputables. Las chicas que mataron a su padre no irán presas". La periodista Viginia Messi informa que el juez Julio Corvalán de la Molina, a cargo del caso, resolvió considerar a Silvina y Gabriela Vásquez no imputables.
"Las sobreseyó y le dio intervención a la justicia civil para que las declare insanas y cuide de sus bienes. La causa, sin embargo, no quedará cerrada: se seguirá investigando si hubo un instigador. La decisión del juez sería avalada por el fiscal y la defensora oficial del caso".
Esto implica que las hermanas Vásquez no serán acusadas por el crimen de su padre. No irán a juicio pero tampoco quedan en libertad, debido al "concluyente y unánime diagnóstico de los médicos psiquiatras": las consideran peligrosas para sí y para terceros.
Silvina, de 21 años y Gabriela, de 29, deberán seguir viviendo por mucho años o tal vez para siempre, en un manicomio. Los psiquiatras y psicólogos que hablaron con las hermanas Vásquez durante semanas, determinaron que Silvina es esquizofrénica. Lo reveló su falta de contacto con la realidad, sus delirios y alucinaciones. Gabriela, por su parte, muestra, según opinión de estos especialistas, rasgos parecidos a los de Silvina, pero de menor intensidad. Por eso creen que tiene más posibilidades de recuperarse. [9]
Cuando sean sobreseídas, el control de las hermanas quedará a cargo de un juez de Ejecución Penal. Aproximadamente cada tres meses éste deberá convocar a los profesionales del cuerpo médico forense para que examine a Gabriela y Silvina. Sólo si el cuadro mejora y no sean consideradas peligrosas, podrían recuperar la libertad.
Por otro lado, un juez civil iniciará un expediente para declararlas insanas. El paso siguiente será nombrar un "curador"[10] particular o de oficio para que las represente y administre sus bienes.
Y el caso se cerró nomás. Parece que ninguno de los psiquiatras entrevistados le dio a la prensa una explicación acerca de lo que es la psicosis y qué significado específico tendía en el "caso" de las hermanas Vásquez esa terrible y dolorosa enfermedad mental. Además, aunque la crónica no desmintió la existencia del incesto, parece haber provocado más horror el crimen y todos los rituales satánicos que lo rodearon que la realidad del incesto.
El periodismo, como la ley, dieron el caso por cerrado. Es probable que nadie haya hablado de la responsabilidad del padre. ¿Es que acaso puede acusarse a un muerto?
La noticia quedó en la crónica policial. No hubo lugar para la reflexión ni para continuar denunciando en los medios, a partir de la tragedia en Saavedra, la frecuencia con que las criaturas sufren abusos sexuales, la mayoría de las veces incestuosos y de las graves consecuencias físicas y psíquicas que el abuso provoca en sus víctimas. Gabriela y Silvina son claros ejemplos.
Pero el caso está cerrado, como si el horror de cada día no continuara en las puertas cerradas de tantos hogares compuestos por familias "normales", puertas que ocultan el abuso y el incesto. Como si no llegaran, a los servicios de pediatría de los hospitales, criaturas lastimadas en sus cuerpos y en sus almas. Pero el caso está cerrado. Las jóvenes Vásquez han perdido el futuro.
Como el hospital Moyano es, salvo honrosas excepciones, un depósito de locas, difícilmente las internadas puedan salir de allí. También es posible que ocurra el milagro de que sean atendidas de manera idónea, y hasta que, tal vez, Silvina y Gabriela no deseen regresar nunca a esa realidad siniestra con la que rompieron y prefieran seguir refugiadas en la psicosis. Sin Ley paterna que las protegiera, sin Ley penal que haga justicia, sin atención psiquiátrica que llame las cosas por su nombre, podrían preferir el refugio de la psicosis.
El caso está cerrado. Algún día otra Silvina y otra Gabriela matarán a otro padre para librarlo del Diablo que lleva adentro. Un Diablo que, digámoslo con todas las palabras, se llama incesto.
Bibliografía
Dunn Mascetti: Diosas. La canción de Eva. Ediciones Robinbook. Barcelona. 1992.
Giberti, Eva; Galimberti, Silvio y otros: Incesto paterno-filial. Una visión multidisplinaria. Editorial Universidad. Buenos Aires. 1998.
El libro del Pueblo de Dios. La Biblia. Ediciones Paulinas. España. 1992.
Notas:
[1] Una primera versión de este trabajo se publicó en la revista Tertulia el 29 de abril de 2000. Internet: Editora Laura Asturias.
[3] Para informarme sobre el caso e investigar cómo los medios lo habían tratado, trabajé con las notas publicadas por los Diarios Clarín, Nación y Página 12.
[4] Pareciera que también se trata del símbolo de Kali. Para Manuela Drunn Mascetti, Kali es la diosa que derrota a los demonios. Es la madre buena y terrible, la creadora y destructora, en su grandiosa forma de vida, amor, muerte y destrucción. La sangre es una parte importante en el culto de Kali. Este mito hindú sobrevive en nuestros días.
[5] Desconozco cual versión de la Biblia fue hallada en la casa de los Vásquez. Me he guiado por: El libro del Pueblo de Dios. La Biblia. Ediciones Paulinas. España. 1992.
[6] Laqueur, Thomas: "Los hechos de la paternidad". Creación y procreación. Debate Feminista. Año 3, volumen 6, septiembre de 1992.
[7] La vieja psiquiatría lo denominaba "folie a deux". Este cuadro psicopatológico tiene vigencia.
[8] Giberti, E; Galimberti S. y otros: Incesto paterno - filial. Una visión multidisciplinaria. Editorial Universidad. Buenos Aires, 1998.
[9] En nuestros días, mayo de 2001, Gabriela ha sido dejada en ¿libertad?. Vive con su tío paterno.
[10] Curador que las vigilará, pero que no las curará. Porque si Silvina y Gabriela curan, denunciarán una verdad socialmente insostenible.
Fuente: Publicado en Revista Brujas, Año 19 - Nro. 27 - ATEM "25 de noviembre". Octubre de 2000.