La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Avances por derecha.

Por Oberdán Rocamora.

En consonancia, improbablemente fortuita, con un agrupado sector del espectro conocido, aún, como “la derecha”, Juan Bautista Yofre, alias El Tata, decide también pasar a la ofensiva. A través del mérito, en su caso, de la escritura. El contexto es propicio. La atmósfera política atraviesa una dilatada instancia de crispación deliberativa. La ausencia, con estigma diáfano de desaparición, de Jorge Julio López, marca la dimensión de una frontera inquietante.

Remite a la problemática de la Argentina petrificada, entre la polvareda divisoria de los setenta. Al fin y al cabo, tanto el preludio, como los corolarios, del golpe militar del 76, representan, para la historia contemporánea, una temática inacabable.

Casi equivalente, en Francia, de la ocupación alemana en los cuarenta. Por lo tanto, si mensualmente aparece, en París, algún libro nuevo sobre La Ocupación, no puede extrañarse que los setenta mantengan, en Buenos Aires, tanta desmesurada actualidad. Bastante incentivada, en realidad, a partir de la prepotencia que utilizó la administración vigente, para reinstalar el aroma grotesco de la tragedia.

Llega entonces la densidad acumulativa de “Nadie fue”, de Juan Bautista Yofre.

Trátase del texto que ofrece, con inusual generosidad documental, una detallada enumeración, explicativa y sumatoria, de la descomposición institucional que se padecía en el primer lustro de los setenta. Con detalles a veces desconocidos, de las versiones patológicas de los atentados guerrilleros, con sus identificados protagonistas. Y de las réplicas antagónicas, del Somatén de las Tres A.

Es decir, la secuela de los desencuentros cívico/militares, que supieron proporcionar una viabilidad inadmisible a la declinación argentina. Hasta la antesala trágica del 24 de marzo de 1976.

La visión de la izquierda suele ser culturalmente efectiva. Prefiere interpretar la organización tendenciosa de los latrocinios, en general, a partir de la sanguinaria represión, desatada desde aquel fatídico 24 de marzo. Para Yofre, al contrario, la construcción, socialmente colectiva, del 24 de marzo, se impone como clausura del tiempo recreado.

Queda como materia discutible, riesgosamente opinable, si al fin y al cabo  “Nadie fue” alude intencionalmente a otra interpretación lícita de la misma historia. Que la consecuencia de la lectura implique, aparte del error de la justificación, una implícita absolución del esquizofrénico proceso, abrumadoramente criminal, de referencia. Iniciado el 24 de marzo, pero con una dinámica previsible de continuidad. Consecuencia de una cadena de horrores que signan la petrificación marginal del presente.


Avances de la derecha

A pesar, acaso, del propósito del autor, la irrupción de “Nadie Fue” coincide con una interpelación social que se decide a generar, en sus avances deshilvanados, la derecha menos culposa. O sea, la derecha que no aspira a ataviarse, por presentabilidad, como centro. Contemplativa con las reivindicaciones del filomilitarismo, esta derecha, sin mayor lucidez, se dispone a exteriorizar, esta semana, el atrevimiento frontal de su disconformidad.

Se asiste a una plausible consecuencia del cansancio. Por ser tomado, el militarismo alicaído, como reservorio inagotable de las cadenas de agravios que se aproximan, por acumulación reiterativa, a la monotonía.

Pese a ser reinstalados de contrabando, la retroactividad acusatoria sirvió de pretexto, un tanto frívolo, para que Kirchner construyera, desde la nada, atisbos de admirable poderío. A los efectos de elaborar un escenario utilitario, para atenuar eventuales conflictos significativos. Menos enaltecedores que las epopeyas perdidas.

Trátase de una derecha electoralmente considerable, que contempla el ámbito específico de las fuerzas de seguridad. Con el segmento previsible de los familiares. Una derecha natural que avanza. Aunque acotada, hasta aquí, por los arrebatos toscos del retorno de viejas problemáticas. La justicia kirchnerista, con su cargamento teológico, supo exitosamente reinstalar las divisiones, innecesariamente retardatarias, de la sociedad. La irresponsabilidad emerge, aquí, con un suicidario contenido estratégico.


El compromiso del escritor

Tampoco resulta casual que, antes que los ejemplares de “Nadie Fue” sean apilados en las mesas de las librerías, Yofre, con una perversidad cuidadosamente improvisada, decida componer la efectividad de una carta abierta que carece de desperdicios. El destinatario desacreditado de la epístola es el general Bendini. Trátase del titular del Ejército que pasará a la posteridad merced al recurso solemne de un banquito.

La carta completa el lanzamiento promocional del opus de Yofre. Es titulada “ El ejército no es un buffet ”. Y difundida a través de la gloria accesiblemente conspirativa de Internet. A esta altura debe circular, debidamente fotocopiada, por la totalidad de los cuarteles.

Tanto “Nadie Fue”, como el “buffet” metafórico de la carta, pueden reconfortar el espíritu, sensiblemente atormentado, del auditorio político/militar, que se encuentra signado por la impostura de una ideología que se identifica con el antiprogresismo. Es decir, se define más por lo antagónico, que a favor del rigor de la derecha liberal y mercadista.

La cuestión que se trata de un mercado, el de la derecha, francamente conquistado por Yofre. Permite la posibilidad de suponer que semejante espectro ilusorio dispone, en adelante, de Yofre. Un referente superior que los contiene. Y les otorga voz.

Alguien –Yofre- que asume, de manera frontal, un anticomunismo explicablemente anacrónico. Tan anacrónico, por ejemplo, como el sarpullido del izquierdismo ordinario que impregna, sin la menor erudición, el universo relativo de la cultura hegemónica. De acuerdo a esta línea de análisis, puede asegurarse que Yofre es, aunque sorprenda, un escritor comprometido. Al menos con alguna causa difícilmente ponderable.

A pesar que la palabra compromiso remita al lenguaje anquilosado de la izquierda, que puede exhibir su triunfo semántico. Y la conveniencia argumental, sobre todo en países que declinan, como Argentina, con asombrosa trivialidad.

Otra vez, con “Nadie Fue”, Yofre se aproxima, a la política, desde la escritura. Su órbita pasa nuevamente por el ejercicio eterno del periodismo. Como lo hacía veinte años atrás desde las páginas de los diarios. Se aproxima, a la política, con el libro, como con la memorable contratapa de 1988. Cuando, en la plenitud de su paso por “Ámbito Financiero”, Yofre salió a cubrir la caravana por el conurbano del precandidato Menem, en la epopeya de campaña de la última interna del peronismo.

En definitiva, “Nadie Fue” representa el tributo profesional de uno de los cuadros comunicacionales mejor conformados de la Argentina. El suministro de información documentada se impone, aquí, como una manera de opinar. Con impecables testimonios de primera mano que sirven para consolidar una interpretación dirigida de los acontecimientos. Con la trascripción de la bitácora imperdible del marino "Zaza" Martínez, y con testimonios formidables sobre el canciller Vignes, el poeta Albino Gómez, y con aportaciones caracterológicas sobre guerrilleros de un enigmático Paco.

Desfilan, también, en contextos severamente incómodos, destacados funcionarios de la actualidad que tendrían que ofrecer explicaciones.

Libro indispensable para entender la magnitud de la construcción compartida del 24 de marzo de 1976. Lo que de ningún modo significa justificar la horrible carnicería que sobrevendría después.

Ni exculpar, siquiera parcialmente, la frondosa ignominia, el fracaso estructural del que nuestras Fuerzas Armadas no pueden, aún, comenzar a recuperarse.

No consta mención de editorial. Induce a sospechar que se trata de una edición del autor, aunque apoyado, con seguridad, por innumerables amigos. Prologó Neustadt. 398 páginas.

Fuente: Jorge Asís Digital

Editoriales