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¿Qué dicen los españoles del 25 de Mayo? Por Rolando Hanglin. |
Poco y nada nos han enseñado en la escuela sobre el mes de mayo de 1810, del cual acaba de cumplirse el aniversario número 202. Estas semanas han sido propicias para la relectura de la Historia de Mayo. Muchas veces nos preguntamos, por ejemplo: ¿De qué forma se vio a San Martín desde España? El Libertador fue tachado -en su larga y accidentada vida- de agente español, inglés y/o francés. Lo calificaron de tape, cholo, mestizo, ambiguo, oscuro, ladrón, ambicioso, tirano, y aún hoy se discute si fue verdadero masón (aparte de miembro y fundador de varias logias) o católico acendrado al modo hispánico.
Agregamos algunos apuntes históricos españoles, para reciclar estos enigmas.
Eduardo García del Real, en su libro "José de San Martín, Libertador de Argentina y Chile, Protector del Perú", publicado en Madrid por Espasa Calpe en 1932, páginas 54 y 55, dice: "Los más notables caudillos políticos y militares de la independencia americana recibieron sus primeras inspiraciones de acuerdo con los liberales españoles... San Martín había heredado del general Solano (que muere linchado por una turba en Cádiz, 1808) el espíritu liberal progresivo... San Martín no podía continuar al servicio de Fernando VII. No podía encontrar, entonces, en España, una base firme para luchar contra el absolutismo y la inmoralidad, y prefiere entablar esta lucha en el país de su nacimiento...
Cosa natural, aunque sorprendente: en España se fraguó la conspiración (la logia) base de los acontecimientos que habían de desarrollarse en América. San Martín, por su familia, por su educación, por haber pasado en España su infancia, su juventud y el comienzo de la edad madura, es español y, más precisamente, castellano... Es liberal y no puede seguir viviendo en España, y vuelve a América a luchar, no contra España, sino contra los gobiernos que padecíamos y contra los representantes de esos gobiernos que mandaban en nuestras colonias americanas. San Martín era profundamente hispánico".
El Libertador fue tachado -en su larga y accidentada vida- de agente español, inglés y/o francés.
Más amplio aún: Augusto Barcia y Trelles acomete la cuestión, años después, en una obra de seis tomos: "A nadie se podrá hacer creer que un hombre formado en España, desde los 5 a los 33 años, habiendo pasado más tiempo en los campos de batalla que entre los suyos, sin amistades, sin familia, sin compañeros en su patria de origen, un buen día porque sí, o porque las añoranzas del terruño brotan en su alma con ímpetus máximos, deja aquella tierra donde están su madre, sus amigos, sus jefes, las cenizas de sus mayores y el patrimonio espiritual de sus deudos, sacrificando una carrera militar que tenía todas las condiciones para ser magnífica y hasta gloriosa.
¿Cómo se explica -sigue diciendo Barcia- esta resolución de San Martín, de abandonar España y venir a luchar contra ella, tratándose de un espíritu de una tan perfecta perpendicularidad moral, incapaz de dejarse arrastrar por ambiciones de mando o sentirse deslumbrado por el brillo de las armas triunfadoras?". La respuesta de Barcia: no luchaba contra España, su patria, sino contra una cierta idea de España y de la vida. Vino a Buenos Aires (aunque había aducido, al pedir su licencia de teniente coronel, que viajaría a Lima para atender sus intereses, sin goce de sueldo) porque era una de las pocas alternativas que se le presentaban.
Barcia y Trelles no es una autor ocasional: escribió una obra minuciosa sobre San Martín, que casi nadie lee en Argentina.
La respuesta de Barcia: no luchaba contra España, su patria, sino contra una cierta idea de España y de la vida.
Dice Manuel Ugarte ("Mi campaña hispanoamericana", Madrid, Editorial Cervantes, 1922, página 23): "Ninguna fuerza puede ir en contra de sí misma. Ningún hombre logra insurrecciones contrarias a su mentalidad y sus atavismos. Ningún grupo consigue renunciar, de pronto, a su personalidad, para improvisarse otra nueva. En ningún momento se puede decir que América se emancipó de España.
Se emancipó, sí, del estancamiento y de las ideas retrógradas que impedían el libre desarrollo de su vitalidad. Si el movimiento de protesta contra los virreyes cobró tan colosal empuje, fue porque la mayoría de los americanos ansiaba obtener las libertades económicas, políticas, religiosas y sociales que un gobierno profundamente conservador negaba a todos, no sólo a las colonias sino a la misma España...No nos levantamos contra España, sino a favor de ella y contra el grupo retardatario que en uno y otro hemisferio nos impedía vivir".
Enrique Rivera, en "José Hernández y la Guerra del Paraguay" (Buenos Aires, Indoamérica, 1954, páginas 19 y 20) dice: "Esta sociedad de españoles americanos es simplemente una prolongación de España allende el océano Atlántico. Quienes padecen, sí, de opresión colonial, son los indios, pero ellos están fuera de la revolución ".
El 9 de marzo de 1812, llega a Buenos Aires la fragata inglesa George Canning, trayendo a bordo un grupo de oficiales. Entre los más destacados viajeros se encuentran: Carlos María de Alvear y Balbastro, nacido en Misiones en 1789, hijo de españoles. Su padre fue brigadier de la Real Armada, y él mismo ha batallado durante años en el ejército español, luchando últimamente contra el invasor francés. Otro oficial, Francisco José de Vera, nacido en 1770 en Buenos Aires, soldado del rey en la plaza de Montevideo, tuvo destacada actuación en la defensa contra los invasores ingleses, en 1806.
Ahí aparece también José Matías Zapiola, nacido en Buenos Aires en 1780, hijo de españoles de alcurnia, don Manuel Joaquín de Zapiola y doña María Encarnación de Lezica y Alquiza. Estudió en el Real Seminario de Nobles de Madrid, y luego se alistó en la Armada Real, desempeñándose en 1805 como alférez de fragata en Montevideo. Los tres citados son oficiales de las fuerzas armadas españolas, aunque -en razón de haber nacido en América - podría explicarse que llegasen al Plata atraídos por las "fuerzas telúricas".
Pero en la Canning arriban también Francisco Chilavert, español de nacimiento, capitán del Ejército, padre de Martiniano y Jose Vicente, y Eduardo Kailitz, báron de Holmberg, tirolés, nacido en 1778, quien ostenta el grado de teniente coronel de las guardias valonas. (Fundó una distinguida familia argentina) En estos casos se desmorona la teoría de las "fuerzas telúricas" : entre aquellos militares profesionales, ligados entre sí por juramentos secretos, operaba más bien un ánimo de "fuga" ante el desmoronamiento del gigantesco imperio español y el disloque del mundo conocido.
Otro autor valioso, el catalán Oriol Anguera, en su libro "Agonía Interior del muy egregio señor José de San Martín y Matorras" ( Buenos Aires, librería del Colegio, 1954) dice: "Ha puesto en peligro su vida en más de un combate (por España) y ha sido herido en Albuera. Ha alternado con franceses, portugueses, ingleses, españoles y moros, aliados o antagonistas. Entre las vivencias y esencias de San Martín no estaba el Indio. Ni los Andes. Ni la Pampa. Ni la flora, ni la fauna argentinas. En su origen estaría el Mío Cid, pero no Atahualpa. En lo abisal de su espíritu habría voces de íberos, pero ninguna de diaguitas o comechingones. Lo telúrico de San Martín comprendería las voces resonantes del Guadalquivir o de la Sierra Nevada. Mas no podían tener fuerza cósmica alguna ni el Altiplano ni la estepa fértil de nuestras llanuras".
Pero si todo era tan sencillo: ¿En qué consistía la agonía interior del egregio señor? En el cambio radical de rumbo, diríamos nosotros. Para un militar de 34 años, que ha jurado por Dios defender a la Corona a costa de su propia vida, alzar la espada contra su bandera no deja de ser una profunda convulsión, aunque tenga una justificación ideológica.
Para un militar de 34 años, que ha jurado por Dios defender a la Corona a costa de su propia vida, alzar la espada contra su bandera no deja de ser una profunda convulsión, aunque tenga una justificación ideológica.
Carta del Primer Triunvirato a Juan Martín de Pueyrredón: "No olvide usted, en este lance, de manifestarle la miserable situación de España. En la fragata inglesa Canning, que hace tres días llegó a este puerto, han venido 18 oficiales que, desesperados de la suerte de España, quieren salvarse y auxiliar a que se salven estos preciosos países" . Aquí aparece con claridad el clima de "fin del mundo" que se vivía en el último rincón libre de España, la ciudad de Cádiz, pues todo lo demás pertenecía a Francia.
Interesante ejercicio realizado por el historiador argentino Norberto Galasso en su "Vida de San Martín": ¿Cómo se refería San Martín a los españoles? Comúnmente utiliza el término "realista", definiendo así a quienes defienden la causa del rey. También los llama godos. Entiéndase por godo: "rico, poderoso, de familia ibérica, que confundido con los invasores visigodos de la historia, integra la nobleza española". Otras veces los llama "maturrangos" , lo que ha de entenderse en un contexto sudamericano como "torpes, incapaces y sobre todo malos jinetes".
También les dice "maluchos", como se llamaba en Chile al pollo castrado. O sea: "sin cojones". También "matucho", que es como en Chile se llamaba al Diablo. "Sarraceno", originado en España durante la lucha contra los moros, significa simplemente enemigo de "otro hablar". El sargento que aprehende a Liniers en 1815, para fusilarlo en nombre de Buenos Aires, también lo llama "pícaro sarraceno", tal vez por su acento francés. Y San Martín emplea la palabra "chapetón", calificativo para el español recién llegado a América, que por lo tanto se muestra torpe o desconcertado.
En su proclama a los peruanos, fechada el 8 de septiembre de 1820 y publicada en la Gaceta Ministerial de Santiago de Chile, el 22 de noviembre de dicho, año, el propio San Martín dice, refiriéndose al levantamiento de Riego y al 2 de mayo de 1808, "son de la misma naturaleza que nuestra revolución. Ambas (revoluciones) tienen a la libertad por objeto y a la opresión por causa". Es decir: movimientos liberales revolucionarios contra el oscurantismo y las aristocracias.
Otra cita, del inglés Basil Hall, atribuida también a San Martín: "Nuestra guerra no fue de conquista y gloria, sino enteramente de opinión, guerra de principios modernos y liberales contra los prejuicios, el fanatismo y la tiranía".
¿Cómo se refería San Martín a los españoles? Comúnmente utiliza el término "realista", definiendo así a quienes defienden la causa del rey.
Por ejemplo, dice el gran historiador español, don Augusto de Barcia y Trelles, al que ya hemos citado: "Cuando Napoleón invade España, ocupando su territorio artera y taimadamente, la actitud de los virreinatos de Hispanoamérica es unánime: defender a la Madre Patria contra el usurpador. Pero llegan las horas terribles de la adversidad angustiosa, con el triunfo del Corso en la península, y el mundo hispánico se dispone a resistirlo.
Los hijos de América, que en Europa peleaban contra el monstruo opresor, creyendo perdida allá "la causa", vuelven a continuar la lucha en sus tierras de origen. Apenas advierten que el movimiento en sus países de nacimiento obedece a los ideales que predicaron en sus Logias, y que juraron respetar, servir y defender, se lanzan a la lucha con aspiraciones claras: la libertad para el individuo y la independencia para los pueblos. Este será el credo invariable de las masonería" (San Martín y la Logia Lautaro, pág. 24)
Otro relato de Barcia nos transporta al clima efervescente y conspirativo de Cádiz entre 1808 y 1812: "A la Logia de Cádiz se incorpora San Martín en el año 1811. En la casa del teniente de carabineros don Carlos de Alvear -según refiere Juan Canter- ubicada en la calle de San Carlos, se reúnen los hermanos masones. Allí, San Martín hace amistad con el dueño de casa (Alvear) así como con los marinos Aldao, Blanco Encalada y Zapiola. También con el conde de Puñonrostro, amigo del venezolano Francisco de Miranda, del chileno José Miguel Carrera, e incluso con dos sacerdotes liberales: Servando Mier y Ramón Anchoris.
En esas reuniones se adiestra en los ritos y fórmulas litúrgicas, que van desde el juramento sobre una espada y una sangría, en la iniciación, hasta las señas para reconocerse en público: la mano sobre la frente, bajando luego hasta la barba... O el pedido de socorro a los hermanos, levantando tres dedos de una mano...La Logia se llama de los Caballeros Racionales, porque nada es más racional que mirar por su patria y sus paisanos, según declaró el Padre Mier en su iniciación. La diosa Razón contra la superstición y el absolutismo". Para Barcia y Trelles, la relación entre la masonería y la revolución democrática es muy estrecha: "la Declaración de los Derechos del Hombre recoge entre sus lemas los principios de la Orden. Igualdad, Libertad, Fraternidad". (Barcia y Trelles, Augusto: "San Martín en América", López y Etchegoyen, 1946).
Ya habían transcurrido casi dos años, desde 1810, cuando San Martín llega a Buenos Aires. Era 9 de marzo de 1812, fecha en que arriba la fragata inglesa George Canning.
Aquel San Martín español va a continuar en América su lucha militar de España. Una vez resuelta su retirada de la península, el Libertador pide autorización a la jerarquía militar. Dicha solicitud no se ha encontrado, pero sí el dictamen, con fecha 26 de agosto de 1811. Emitido en la isla de León (Cádiz), donde se "traslada instancia del teniente coronel don José de San Martín, capitán agregado al regimiento de caballería de Borbón, en solicitud de retiro con sólo el uso de uniforme de retirado y grado militar, con objeto de arreglar sus intereses en Lima y asistir a su madre y sus hermanos". Y se agregan expresiones favorables a la solicitud del libertador, aduciendo el "sobrante de oficiales" y el "alivio para el erario público que representaría dicho retiro".
Hacemos una salvedad: San Martín no tenía propiedad alguna en Lima, ni asuntos que atender allí. Tampoco precisaba -como aduce en su solicitud de licencia- atender a su madre, que en realidad vivía con su hermana mayor, María Elena San Martín, en Orense. O a sus hermanos, que eran todos militares de carrera, españoles. O si se quiere, uruguayos con doble nacionalidad, pues habían nacido en Calera de las Vacas, cerca de Carmelo.
Tampoco viajó a Lima, ni a Buenos Airees, sino que una vez obtenido el permiso (el 5 de septiembre de 1811) se embarca hacia Londres, el 14 de septiembre del mismo mes. Lo hace vestido de civil, es decir en forma clandestina. Provisto de un pasaporte emitido por Sir Charles Stuart, diplomático inglés. O tal vez por su amigo de toda la vida Lord Macduff, luego cuarto conde de Fife. Liberal y masón que lo auxilió en toda su carrera, y así lo reconoce el Libertador, aunque sin mencionar nunca su nombre. San Martín sólo menciona en carta al general Miller (abril de 1827) que "confió su deseo de pasar a América a un alto personaje inglés residente en Cádiz, y este le facilitó pasaje en un bergantín de guerra inglés hasta Lisboa, ofreciendo ayuda pecuniaria que no fue aceptada, aunque sí agradecida".
En resumidas cuentas: San Martín mintió a la Corona cuando enumeró los motivos que lo impulsaban a pedir licencia.
En resumidas cuentas: San Martín mintió a la Corona cuando enumeró los motivos que lo impulsaban a pedir licencia. Pero si una causa de alto valor autorizaba a emprender una guerra, y por lo tanto herir, dañar o matar a otras personas...¿Cómo no justificaría el pecado de una simple mentirita burocrática?
Al llegar a Londres, don José se pone en contacto con los hermanos, concurriendo asiduamente a la casa de Grafton Street conocida como "de los diputados de Venezuela". Allí trata con chilenos, rioplatenses, venezolanos y mexicanos. Se vincula con Andrés Bello, Luis López Méndez y Vicente Rocafuerte.
En esos días, adquiere con sus ahorros de militar "un curioso sable morisco, de hoja alfanjada...corto, liviano, de noventa y cinco centímetros de longitud, de fabricación inglesa, que lo acompañará en toda la guerra de la independencia de la América del Sur"... y que legará finalmente a Juan Manuel de Rosas. Tomamos el dato de la "Historia del sable de San Martín", por Jorge M. Ramallo.
La información que reunimos para este artículo se encuentra, seguramente mejor expuesta y documentada, en las obras de Bartolomé Mitre, Norberto Galasso, Patricia Pasquali, Rodolfo Terragno y otros autores de distinta orientación.
En la agenda de futuras investigaciones sobre San Martín hay muchos puntos a profundizar.
1. En mayo de 1811, don José participa en la batalla de Albuera, en Badajoz. Allí es herido y condecorado. Integra una coalición anglo-hispano-portuguesa, a las órdenes del general William Carr Beresford, que había sido gobernador de Buenos Aires, durante 40 días de dominio inglés, en 1806. Se dice que Beresford cayó muy bien en la capital argentina. Tuvo buen trato con las autoridades católicas. Logró que unos 50 súbditos juraran lealtad a la bandera británica. Sus firmas figuraban en un libro, según testimonia el oficial británico Alexander Gillespie. Dicho libro se perdió, naturalmente.
El mayor problema de Beresford lo constituía la deserción de sus propios soldados. En efecto, estos, al ver lo rico del país y lo fácil que se hacía fortuna, se pasaban a los criollos. Sobre todo en caso de los soldados irlandeses, de confesión católica y reclutados a la fuerza, tal como sucedía en nuestras levas de frontera. Ahora bien: ¿Es posible que San Martín haya tenido contacto personal con su jefe, Beresford, que estaba personalmente interesado en la emancipación de las provincias de Sudamérica? No olvidemos que Beresford fugó de su "arresto domiciliario" en Luján. Fue ayudado por sus amigos argentinos Manuel Aniceto Pedilla y Saturnino Rodríguez Peña. Una vez desembarcado en Montevideo, se fue jurando "intervenir, dentro de sus alcances" a favor de la emancipación de Sudamérica, que requería una cierta protección o garantía inglesa.
2. Ya existían planes, tal vez conocidos por Beresford, sobre una eventual intervención inglesa en Sudamérica, bien tomándola por las armas, bien facilitando su independencia. En 1796, Mr. Nicholas Vansittart presenta el proyecto de atacar Buenos Aires, Valdivia, Valparaíso y la Concepción para después, ya dueños de Chile, atacar Callao y Lima. Está asentado en "San Martin y la política de los pueblos"( 1957, Ricardo Piccirilli). El itinerario es similar al que luego puso en práctica el Libertador, partiendo de Mendoza.
3. Otro proyecto archivado por el Reino Unido fue hallado por Rodolfo Terragno en archivos ingleses. Se trata del trabajo de Thomas Maitland, que incluía también el cruce de los Andes. Especula el historiador británico J.C. Metfordf: "Este asombroso abandono de lealtad de parte de un soldado que había jurado fidelidad a España podría explicarse en el hecho de que San Martín fue empujado hacia el movimiento independientista hispanoamericano por simpatizantes británicos, y reclutado merced a James Duff, cuarto conde de Fife". Son históricas las posiciones antibritániucas de San Martín con motivo del bloqueo anglo-francés de 1848, y su decidido apoyo a Rosas. (Ver "Maitland y San Martín", por R. Terragno). Para Terragno, es una tesis demasiado atrevida.
4. Sobre la "agonía interior" de San Martín, se explaya Oriol Anguera: "No es tan fácil como parece justificar la actitud de San Martín en Cádiz, en 1811, y menos para un español...Para que un militar español sea perjuro a la bandera que ha prometido defender con su sangre, debe haber pesado una crisis profunda. Decir que en aquel momento San Martín sintió arder su sangre criolla, o que oyó la voz de la tierra que lo vio nacer, es un lirismo para salir del paso". (op.cit.) El escritor y médico, sanmartiniano español, don Gregorio Marañón, agrega: "Se trataba nada menos que de la trágica encrucijada de un militar español que se sentía impelido a luchar contra España... Sabía que se exponía a que su reputación quedara manchada, en el juicio de muchos, por la culpa de la traición". (Citado por Patricia Pasquali).
5. En 1808, España estaba invadida por las fuerzas napoleónicas y convulsionada por mil debates y bandos ideológicos. San Martín era ayudante del general Francisco María Solano Ortiz de Rozas, nacido en Caracas, uno de los mejores generales de España. Este hombre, de ideas liberales, se resiste, por motivos tácticos, a atacar a las amenazantes tropas y flota napoleónicas, y el levantamiento popular se lo "lleva puesto". Solano muere linchado y San Martín está a punto de correr la misma suerte. ¿Qué influencia tuvo este hecho trágico sobre el espíritu de San Martín, que en adelante siempre sentiría horror por las turbas desencadenadas?
6. Por último: habida cuenta de que el historiador Patricio Maguire solicitó informes al Gran Oriente de Inglaterra, el de Escocia y el de Irlanda, resultando que San Martín no figura allí como hermano masón, ni tienen registrada a la Logia Lautaro...¿Es posible que San Martín haya sido "paramasón"? O sea: católico como tantos, pues en la Orden se han contado también sacerdotes, pero inclinado a los rituales y valores de la antigua Fraternidad.
Las logias Lautaro, de Cádiz, de los Caballeros Racionales, del Ejército de los Andes, de Buenos Aires, siguieron las liturgias y símbolos secretos de la masonería, aunque se trataba de emplear una práctica secreta eminentemente apropiada para esos tiempos absolutistas. Y por otra parte, la mentalidad liberal y democrática estuvo siempre presente. Dice San Martín en carta a Tomás Guido, su gran amigo: "Usted más que nadie, que ha estado cinco años a mi lado, debe haber conocido mi odio a todo lo que sea lujo y distinciones, en fin, a todo lo que es aristocracia". (Archivo de Tomás Guido).
¿Es posible, entonces, que San Martín haya buscado el apoyo de la masonería, de Inglaterra y otros poderes de su tiempo para sumar factores favorables a su objetivo central, la independencia de Sudamérica? Porque hay algo que salta a la vista: toda la aventura de San Martín está delineada como si hubiera venido al Sur con un propósito definido. Una vez que alguien (¿) le indicó que su labor estaba cumplida, o que él mismo lo estimó así en la entrevista con Bolívar (Guayaquil, 1824) dejó la escena de modo desconcertante.
7. Otra pista a investigar es la prolongada amistad entre Home Popham (almirante inglés, invasor de Buenos Aires y Montevideo en 1806) y el venezolano Francisco de Miranda, precursor de todas las independencias. Compartieron planes, conspiraciones y proyectos. En algún punto se rozan, naturalmente, con la Revolución de mayo.
Sobre la hispanidad de San Martín, una nota de color. La escritora María Rosa Oliver, en sus "Memorias", relata lo siguiente: "La abuela de Abuela era medio hermana de Remedios Escalada, la mujer de San Martín, y no bien empecé a aprender algo de historia, le pregunté un día si ella lo había conocido. Me respondió: El tío Pepe hablaba como un gallego. " Horrorizada, la niña María Rosa fue a contar la historia a su padre, quien lanzó una carcajada y le dijo: Si era hijo de españoles y se crió en España...¿Cómo quería tu pobre abuela que hablase? Por otra parte, no hay nada más típico de una familia argentina que un Tío Pepe nacido en España.
Cuando se completa el proceso de emancipación, declara el conspicuo ministro inglés George Canning: "La batalla ha sido recia, pero está ganada. El clavo queda remachado. La América española es libre. Novus seculorum nascitur ordo". Así lo registra don Bartolomé Mitre. Traducimos, del latín: "Nace un nuevo orden de los tiempos". Según Raúl Scalabrini Ortiz, que publicó en 1940 su "Política británica en el Río de la Plata", el final del párrafo sería distinto: "Hispanoamérica es libre y si nosotros sentamos rectamente nuestros negocios, será inglesa ".
Otra versión, de Harold Temperley en "The Foreign Policy of Canning", menciona una carta de Canning a Lord Granville para esa fecha y contiene un concepto parecido. Podemos fundir la traducción de Mitre y la de Scalabrini Ortiz (no contando con el texto original a la vista) en una sola idea: "España ha perdido sus colonias de Sudamérica y nosotros los ingleses, que colaboramos bastante en semejante empresa, jugaremos ahora un papel rector, político y comercial, en la vida de esas naciones. Nace un nuevo orden de los tiempos". ¿Por qué no? En aquel entonces, el imperio hispánico se despedazaba. Tres potencias se disputaban el uso y abuso del mundo y la civilización: Francia, a través del impetuoso Napoleón. Inglaterra, con su dominio de los mares, su industria, su comercio. Y Portugal. Más bien representada por el Brasil, a cuyo territorio se había trasladado la familia reinante.
Por otra parte: que Inglaterra había puesto sus ojos en el Río de la Plata es cosa sabida. Lo invadió en 1806 y 1807. Los portugueses (o brasileños, para el caso es igual) invadieron, en su momento, Carmen de Patagones, y atacaron también las Misiones, Colonia del Sacramento, toda la Banda Oriental. Los franceses bloquearon el Río y hostigaron a Rosas.
En distintos períodos históricos, los grandes imperios europeos, a los que se sumó luego la colosal U.S.A,, negociaron Trinidad, Jamaica, Florida, Cuba, Puerto Rico, Dominicana, Haití, Tejas. No tiene nada de extraño que los ingleses hayan imaginado algunas maneras de ocupar y explotar regiones de la Patagonia. El médico y jesuita inglés Thomas Falkner señaló, en el Siglo XVIII, que si alguna potencia marítima se apoderara de un golfo atlántico de la Patagonia, Buenos Aires y Montevideo tardarían meses en enterarse. No era mala sugerencia.
La Gran Bretaña terminó quedándose con las Islas Malvinas en 1833, tal como había tomado, en 1713, la Rock of Gibraltar.
Hasta aquí llegamos. En esta notita intentamos concentrarnos en la pregunta del título: ¿Cómo vieron a San Martín, y a la Revolución de Mayo en su conjunto, desde España?.
Fuente: La Nación.