La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Más allá del realismo mágico.

Por Claudio Fantini.

También en Argentina pasaron cosas absurdas, aunque ninguna fue tan lejos como la exhumación del cadáver del libertador Simón Bolívar. La escena era absurda. Soldados de guardapolvo blanco giraban con pasos marciales en torno del féretro. Después, quitaban la tapa y la bandera con solemnes movimientos, para dejar al desnudo el esqueleto del prócer.

La voz emocionada de Hugo Chávez, acompañada por una musicalización impactante, relataba cada paso del macabro espectáculo. Finalmente, la música subió de volumen y la cámara dejó en primer plano el cadáver del hombre que alguna vez se llamó Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. 

El exuberante líder caribeño fue el regisseur (director de escena de ópera) de esta obra necrófila, por una razón no menos desopilante: Chávez quiere probar que el Libertador no murió consumido por enfermedades, como dicen las principales versiones históricas, sino asesinado por una oligarquía que, !oh, casualidad!, estaba asentada en Bogotá, igual que el poder al que hoy señala como el archienemigo de su "proyecto bolivariano" y que "conspira para asesinarlo" a él.

Lleva tiempo reinventando a Bolívar a su imagen y semejanza, pero la última jugada superó el realismo mágico de Gabriel García Márquez, que le mereció a éste ganar el premio Nobel de Literatura. Al fin de cuentas, en El general en su laberinto , el autor de la novela no describe el crimen del prócer, sino su muerte lenta y sacudida por toses sanguinolentas y fiebres que lo hacían delirar, dentro de un cuerpo consumido por enfermedades y fatigas. 

Absurdos. No fue la única escena absurda en la región. Cuando uno termina de recorrer los cuadritos de la historieta que concluyó con la expulsión de Diego Maradona de la selección nacional, no puede sino arribar a una conclusión descabellada: lo echaron por no haber ido al acto de Cristina Fernández en homenaje a Eva Perón.(?)

 Ergo, el hombre que sobrevivió en el cargo al increíble 6 a 1 que nos propinó Bolivia, a un exabrupto que humilló al país y a la comodísima goleada teutónica en Sudáfrica (4 a 0), perdió el cargo por no posar junto a Andrea Del Boca y el resto del curioso elenco estable de la liturgia presidencial.

(Que locura sin igual que vivimos acá...) En rigor, el único momento en que habría sido enteramente lógico echarlo fue cuando, con virulencia autoritaria, vomitó procacidades pornográficas contra periodistas, en medio de una conferencia de prensa en el exterior. Su continuidad implicó colocar la seriedad institucional de la Argentina en la dimensión del absurdo.

La misma dimensión en la que colocó el diario madrileño El País a un programa de la "televisión pública" (6, 7, 8). Con azorada perplejidad, lo describe como un arma del gobierno kirchnerista para mancillar la imagen de sus críticos. Una suerte de linchamiento mediático diario de políticos, intelectuales, periodistas y quien sea que cuestione al "impoluto" matrimonio presidencial.  

Algo inimaginable en Televisión Española, la BBC, la Deutsche Welle y demás medios públicos de Europa. Los aparatos propagandísticos y sus linchamientos mediáticos son instrumentos usados en las distintas graduaciones del fascismo de izquierda y derecha. Una conclusión obvia que flota sobre el artículo que el diario español dedicó a la Argentina. 

Delirios. En el álbum de lo estrambótico, quedarán también la postal de Chávez junto a Maradona, rompiendo relaciones con Colombia, y la razón que expuso para decirles a las Farc que deben desmovilizarse: "No están dadas las condiciones objetivas para la toma del poder por las armas". (¿que?) 

O sea que balbuceó un manual de estrategia foquista, en lugar de pedirles que dejen de ser esa milicia envilecida y cruel que se asocia con los narcos, industrializa el secuestro extorsivo y gerencia un Gulag (URSS) selvático donde tienen a sus víctimas encadenadas a los árboles. 

Pero lo que puso a Chávez más allá del realismo mágico fue la exhumación de Bolívar. El máximo exponente de ese género había investigado la muerte del prócer durante dos años, antes de narrarla.

El último rostro, la novela que dejó inconclusa Álvaro Mutis, lo decidió a reconstruir ese viaje crepuscular hacia el exilio que Bolívar no pudo completar. Igual que su inspirador, García Márquez estudió los diagnósticos y la autopsia de los médicos del prócer. También entrevistó a historiadores como Gutiérrez Celys y leyó los 34 tomos de la biografía escritos por el irlandés Florencio O’Leary, el fiel ayudante de campo que acompañó al Libertador desde las batallas de Boyacá y Carabobo hasta su lecho de muerte.

Chávez creyó que los científicos de la Universidad John Hopkins que plantearon la hipótesis del arsénico, daban sustento a la teoría del asesinato. Pero esos mismos infectólogos explicaron que, en aquel tiempo, el arsénico se usaba para combatir malestares como las migrañas que sufría Bolívar y que, por lo tanto, pudo acumularse arsénico de manera letal, sin que se haya tratado de un crimen.

Si hubiera sido asesinado, eso habría descripto García Márquez, en lugar de las fiebres que consumieron al escuálido general entre delirios alucinatorios y que hoy hacen delirar al exuberante coronel que, para probar teorías conspirativas, le mostró al mundo el esqueleto del prócer.

Fuente: La Voz del Interior.

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